Desde aquella noche en que la estrella rutilante del PP alcanzó una aplastante victoria en Madrid, echó a Iglesias de las instituciones públicas y dejó al soso Gabilondo en tercer lugar, todo eso de una tacada, Ayuso se convirtió en la esperanza de la más de media España que ansiaba acabar con un Gobierno tóxico, el más dañino de nuestra democracia, y no veía forma de que un líder tan líquido como Casado pudiera conseguirlo. Pues bien, en un momento en el que el PSOE se desfondaba en las citas electorales, la sociedad española daba muestras evidentes de su voluntad de cambio y el PP era la formación llamada a liderar la alternativa al sanchismo, éste ha decidido declararse la guerra a sí mismo. Un suicidio colectivo propio de una secta satánica, una voladura descontrolada y devastadora que pone en evidencia la guerra sucia, las malas artes de la dirección del partido, su nula capacidad de gestionar la crisis y la falta de un liderazgo solvente.
El resultado, un partido roto con la reputación perdida, con expectativas de obtener medio centenar de escaños, que echa por tierra las esperanzas de millones de españoles, que han quedado estupefactos ante tan espantoso aquelarre. Se ha puesto en bandeja a Sánchez su permanencia en La Moncloa durante una nueva legislatura. Ya veremos si este país podrá soportar cuatro años más de gobierno del monstruo Frankestein, que supedita los intereses generales a su propia supervivencia. Las cesiones a los grupos separatistas podrían suponer la desaparición de España como nación y la liquidación de los derechos fundamentales, la muerte de la separación de poderes y el final de la igualdad ante la ley de todos los españoles.
El acoso de Génova a Ayuso es un problema de odios, celos y egoísmos. Es, asimismo, una lucha de poder e intereses: Madrid tiene hoy el proyecto de su expansión hacia el norte, con miles de millones presupuestados, y Madrid siempre había sido coto de la dirección del partido.
Y es, también, un desencuentro político. Casado inició el camino al centro con el quijadazo fratricida a su hermano Abascal, continuó con el escobazo a Cayetana y pretendía concluir la limpieza del sector liberal con la muerte por asfixia de Isabel. Pero resultó que su discurso fue confuso y poco persuasivo, desconectado de la realidad de sus votantes, que dejaron de confiar en él. Además, dicho centro confluía tanto con el PSOE que hasta asumió paradigmas de la izquierda, dando la apariencia de querer hacerse perdonar ser de derechas.
Pero Isabel no es una política al uso, que hubiera llegado a pactar con su enemigo algún apaño para seguir en su poltrona. No, Ayuso es una política de raza, que no se presta a trapicheos y tiene ese don natural para atraer a los demás por su presencia, su palabra y su personalidad. Y lanzó el misil que dejó a sus enemigos bocaabiertos y desnudos. Porque Ayuso es una personas ilustrada que ha leído El poder y la gloria, de Graham Greene, en el que éste advierte que no puede uno fiarse de sus superiores cuando ha triunfado donde ellos fracasaron.
¿Cómo se sale de este pozo? Creo que llegados aquí solo cabe que Feijóo, al que todos en el PP reconocen su autoridad moral, exija a Casado su dimisión por haber perdido la confianza de la militancia y ser incapaz de resolver la crisis, constituya una comisión gestora que convoque un congreso extraordinario donde queden enterrados los cadáveres que esta concentración artillera fratricida ha producido y salga elegido un líder o lideresa capaz de unir de nuevo al partido.
Y todo eso con la mayor rapidez, pues España se juega tanto en este empeño que no se puede dejar que esta situación se pudra más ni que el partido que debe ser la alternativa de gobierno pierda el tiempo en disputas inútiles.
Autor: Julián Delgado (Escritor)
