El pequeño aguilucho (III parte)

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lustración: Ramón Palmeral, realizada ex-profeso para este editorial

Todo funcionaba muy bien en esa familia gallinácea, con un aguilucho, pero lo bien cierto es que costó su tiempo y sus quebraderos de cabeza por parte de alguno de ellos; recuerdo cuando uno de los polluelos se cuestionaba por qué le gustaba tanto a su hermano aguilucho volar por las alturas, cuando era mucho más seguro y divertido permanecer en tierra, recibir los rayos de sol, sin riesgos de que una ráfaga de viento te tumbara al suelo o a saber dónde…, entonces un día preguntó a su hermano sobre la cuestión, delante de los demás miembros del gallinero. El aguilucho respondió que no sabía por qué le gustaba volar. Mamá gallina tomó la palabra y puso de ejemplo una de las historias que cuenta Albert Espinosa en su libro El mundo amarillo, laque trata en el undécimo descubrimiento, cuando estaba en tratamiento de cáncer y que se puede aplicar a la vida diaria. Él y sus compañeros disfrutaban tomando el sol, fuera del hospital, siempre que podían, pero uno de ellos encontraba más satisfacción viendo cómo aparcaban los coches y cuando el autor del libro mencionado le preguntó que por qué le gustaba tanto mirar los coches, el otro niño le respondió que por qué le gustaba a él mirar al sol… Conclusión que sacó Albert Espinosa: “No juzgar. Esa fue la gran lección que aprendí ese día de aquel niño” (1).

Mamá gallina aprovechó esta lección para enseñar a todos sus hijos y concluyó repitiendo las palabras que cierran este capítulo: “Encuentra lo que te gusta mirar y míralo” (2).

(1) Espinosa, Albert; El mundo amarillo, Barcelona, Debolsillo, 2018 (Undécima Edición), pág. 79.

(2) Ibid, pág. 80.