Entorno a Jacques Chirac

0
111
Foto: Procesión fúnebre del expresidente Jacques Chirac, escoltado por la policía francesa © El País

Se ha muerto Jacques Chirac, antiguo presidente de Francia, y puede parecer extraño que le dedique unas líneas pero es que, desde hace ya bastante tiempo, le tengo un especial cariño y, en lo que toca a España, particular reconocimiento. Trataré de explicarme.

Me tropecé con Chirac por casualidad, cuando empezaba a estudiar francés en serio, tiempos en que sólo se contaba con Berliz o el Assimil, y era muy difícil ejercitar el oído, al menos para los que no teníamos posibilidad de viajar a Francia. Me lo tropecé en la radio de onda corta dando un discurso o algo así, creo que entonces era el alcalde de París, y de golpe descubrí una nueva lengua francesa, redonda, vocalizada, inteligible. Escuchar a Chirac, para un principiante, era una delicia. Desde entonces, siempre que tenía oportunidad, le escuchaba con placer.

Chirac fue un tipo especial, pero un enarca. De familia normal, logró desde la carrera de Ciencias políticas, ingresar en la ENA, la Escuela Nacional de la Administración que creara De Gaulle, y donde se forman los grandes dirigentes franceses desde su fundación y con independencia de su filiación política. Macron u Hollande son un ejemplo, aunque Sarkozy lo es de lo contrario y quizás por eso intentó cargarse la escuela. En lo que me toca presumo de haber dado en su sede de Estrasbugo un par de conferencias sobre el Eurocuerpo.

El caso es que Chirac, flamante enarca, ya casado con Bernadette, en lo que siempre se llamó un braguetazo –que me perdonen las feministas- le tocó hacer el servicio militar, eran tiempos de la Guerra de Argelia, y pudiendo quedarse en la capital por posición y familia, es decir, enchufado, se fue como oficial de caballería voluntario a un puesto avanzado, en donde le tocó en ocasiones ejercer el mando y sentir el valor de la institución militar y de la camaradería, y el significado de los desastres de la guerra, de todas las guerras, lo que haría que siempre apoyase con claridad a la institución armada de su país. Si vis pacem para bellum.

De vuelta en Francia inicia su carrera política de la mano de George Pompidou, reconvirtiéndose desde sus universitarias posiciones comunistoides -es probable que su voluntariedad militar se apoyase en un deseo de hacerse perdonar esos pecados de juventud- y arrimándose a la derecha gaullista, en donde haría carrera. Una carrera que le llevaría e ejercer de ministro, primer ministro, alcalde de Paris y, finalmente presidente de la República durante dos mandatos.

En las elecciones presidenciales llegará a ser el más votado de la historia de la República si bien hay que señalar que competía, en segunda vuelta, contra Le Pen lo que haría que toda Francia le votase de forma masiva. Su presidencia se vio marcada por la cohabitación con el socialista Lionel Jospín, en un remedo de la que él mismo protagonizara con Miterrand como Presidente, y por las denuncias por pequeñas irregularidades durante su periodo como alcalde de París, por lo que sería condenado una vez perdida la inmunidad presidencial. Acaba la presidencia como muy bajas cotas de aprobación ciudadana en las encuestas, hasta tal punto que el rechazo francés en referéndum al proyecto de Constitución europea dicen que fue una forma de censurarlo a él.

La prensa de allá siempre se hizo eco de que a su esposa le procuró múltiples protuberancias frontales, asunto que tanto su mujer como la propia Francia siempre le perdonaron, pues allí, como en España y en esa época, eso era un detalle de hombría, bon vivant creo que le dicen. Su sucesor Hollande le superaría en ambas materias, los líos amorosos y el rechazo final de los franceses.

Yo, sobre todo, le guardo especial reconocimiento porque fue durante su mandato como primer ministro que se empezó a terminar el santuario de ETA en el país vecino y la Guardia Civil pudo comenzar a trabajar desde allí de una forma eficaz para acabar con el cáncer de la serpiente. Más 

tarde, en tiempos de Aznar, se pondría de perfil en el asunto de Perejil, lo que llevaría a José Mari a poner los pies encima de la mesa del rancho de George Bush jr y al Ejército español a desplegar en una pacífica zona hortofrutícola del centro de Iraq; pero eso son otras historias.

Que descanse en paz Jacques Chirac.