¿Fiesta nacional?

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Tengo la costumbre, desde hace ya muchos años, de no perderme el desfile madrileño del 12 de octubre. El coñazo de siempre, en palabras de un presidente de gobierno de imperecedera fama por su hiperactividad irrefrenable, aunque a mí, desde joven y como antiguo participante, siempre me atrae. Estos últimos tiempos, además, siempre viene acompañado de elementos colaterales que dan su sabor añadido; cuando no es un paracaidista que se estampa contra una farola, es un jefe de la oposición que, ignorante del valor y alcance de los gestos, nos coloca, como país, entre los sospechosos habituales del Imperio.

En otros tiempos, cuando éramos felices, inconscientes en nuestra ignorancia, la substancia estaba en los llamados “corros” que se producían durante el posterior vino oficial que se desarrollaba en el Palacio de Oriente y de cuyos susurros se desprendían jugosos chismorreos para periodistas y analistas políticos, suponiendo que sean cosas distintas. Hoy, sin la Princesa de Asturias presente por imperativo escolar, las expectativas descansaban en el recibimiento que el público otorgaría a nuestro actual gobernante. Y no defraudaron, la pitada y los gritos han sido para recordar aunque el uso de mascarilla nos ha dejado sin los incontenibles gestos que delatan al inquilino de la Moncloa en este tipo de ocasiones.

A mí, después del desfile, se me ha ocurrido salir a disfrutar de la hermosa mañana otoñal, que en Gijón se ha mostrado esplendorosa. Un Muro de San Lorenzo plagado de gente, playos y foriatos, hacía pensar que estábamos en agosto, si no fuera porque en el arenal la población perruna de la villa de Jovino era dueña y señora de toda su superficie. Una fiesta, aunque el aún mayoritario uso de la mascarilla recuerda que la gente no acaba de fiarse de las cifras oficiales; y mejor que así sea.

En el muelle me ha llamado la atención el brillo de la renovada enseña nacional en el mástil del espigón de la antigua rula. Se ve que el comandante de marina se ha preocupado, y esta bandera y el engalane de la Comandancia en la vecina calle de Claudio Alvargonzalez resultaban ser los únicos signos de que hoy, día festivo, se celebraba en España el día de la fiesta nacional. Algo, esta falta de algos, para hacer reflexionar.

Es posible que el covadonguísmo, esa supuesta teoría política según la cual Asturias es la cuna de España, esté más que trasnochado, especialmente en un estado autonómico como el nuestro pero, siempre hay peros, es difícil que en un mundo global, como el actual, lleguemos a ser algo, si las partes componentes de la entidad España no se esfuerzan por resaltar los elementos distintivos de la misma, la enseña nacional, el himno, el escudo y, por supuesto, la fiesta nacional.

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