La continuidad de la corona

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Fue el de ayer un día muy completo en lo político, lleno de imágenes, esperanzadoras en algunos casos y confirmaciones pesimistas en otros. En el caso de la primera magistratura de la nación la jornada no pudo ser más positiva puesto que significaba la confirmación de que entramos en la fase de preparación del relevo, momento crucial en todas las instituciones y particularmente en una que conlleva sobre sí el peso de la historia, el escrutinio del día a día y la esperanza de un futuro para una gran parte de la ciudadanía.

Era este un año crucial en la vida de la princesa Leonor, como en su día lo fue para su padre. El inicio oficial de su vida pública con la entrega de los premios Princesa de Asturias, título del heredero desde hace siglos, en los que se desenvolvió con singular desenvoltura. Cuenta la princesa con natural simpatía, aplomo y cuidada dicción, y solo un reproche me cumple como asturiano en su falta de complicidad con la lengua tradicional de Asturias, que no siendo cooficial sí que se sustenta desde hace años en una Ley de Uso que la ampara y evita su empleo como arma política.

Ayer, coincidiendo con el debate electoral de los líderes políticos, se cerraba este pequeño ciclo bautismal con la entrega de los premios princesa de Gerona, de la fundación de su propio nombre creada hace diez años posiblemente con la intención de incardinar la figura de la Corona con la siempre enrarecida situación social y política catalana. De nuevo SSMM tuvieron ocasión de comprobar hasta qué punto la situación ha llegado a ser tóxica.

La heredera se expresó en un exquisito catalán, según me dice un querido amigo de aquella tierra, sin duda más pulcro que el que mostraban las turbas babeantes de odio que en el exterior del recinto acosaban, escupían y, en algunos casos, golpeaban a los invitados que llegaban a pie al acto; todo ello ante la mirada impasible de los mozos –como los que hace pocos días contemplaban inanes el saqueo de un tren en Lérida- constreñidos por órdenes superiores para no socavar las posibilidades electorales del actual gobierno autonómico.

Las imágenes nos mostraban primeros planos de la madre de la princesa, orgullosa del buen hacer de la niña, en cuya preparación es probable que la antigua profesional haya tenido mucha responsabilidad, pero yo prefiero quedarme con las repetidas miradas de la principiante, como ya ocurriera en Oviedo, hacia el Rey, en busca de la aprobación paterna y real, lo que hace patente esa

complicidad necesaria en el aprendizaje de un oficio tan difícil como es el de ser Jefe del estado en España.

Por la noche, en un horario pensado para asustar al enemigo, nuestros líderes políticos nos dieron muestra de su insuperable escualidez moral y política. Unos y otros se esforzaron para, de nuevo, dejarnos a los españoles acongojados ante un futuro lleno de sombras y, probablemente, bloqueado e incapaz de dar solución a los muchos problemas que atenazan a la nación en un momento en el que el Europa y el mundo se muestran cargados de incertidumbre. Es por todo lo anterior que a mí solo me queda el resplandeciente semblante de la Princesa de Asturias como presagio de que, al menos, la continuidad de la Corona está asegurada.