La inmoralidad de Evo Morales

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Bolivia, como el resto de repúblicas iberoamericanas se tropezó con la independencia de sopetón, como causa sobrevenida a partir de la ocupación de España por los ejércitos napoleónicos y el confinamiento de los reyes en tierras francesas. Allí el heredero se convertiría en el deseado, para después y por méritos propios acabar como el rey felón.

Esas independencias llegaron de la mano de las élites criollas, es decir, de los hijos del poder español con más o menos raigambre en aquellas tierras; el venezolano Simón Bolivar es, quizás, el mejor ejemplo, aunque el chileno Bernardo O’Higgins le va a la zaga. El caso es que ese hecho, la prematura emancipación, les ha venido pasando factura a todas ellas, en mayor o menor medida, y, dentro de ellas, particularmente a las poblaciones indígenas que con la independencia perdieron la protección de la Corona, o si se prefiere de las Leyes de Indias.

El caso de Bolivia fue palmario. A la muerte del mariscal Sucre, en penosas circunstancias como la mayoría de los próceres de la Emancipación, la oligarquía, de rancios apellidos españoles, se apoderó del poder y lo ejerció de forma decidida en beneficio de su clase social prácticamente hasta hace muy poco; hasta les reimpusieron el impuesto de la Mita –trabajo personal-, que la Corona había eliminado, a los veinte años de la independencia

A la Bolivia moderna la estudié hace unos años y el resultado fue https://www.academia.edu/37516583/Conlictos_latentes_El_acceso_boliviano_al_Pac%C3%ADfico pero además también pude acercarme al fenómeno Evo Morales; un político salido de los movimientos sociales indígenas, dirigente sindical del movimiento cocalero, cultivadores de hoja de coca, que lograría acceder a la presidencia del país en 2006 como líder del MAS, Movimiento al socialismo, y con la ayuda, más o menos explícita, del Socialismo del siglo XXI del Comandante Chávez, el mismo que ha llevado a Venezuela a ese magnífico punto donde hoy se encuentra.

Evo ha sido para mí el más eficaz de los dirigentes iberoamericanos relacionados con el chavismo. Él ha sabido jugar con una retórica incendiaria digna de Fidel Castro, de un lado, y de un innegable sentido práctico en lo económico que lo llevaría a aplacar las tendencias independistas de la rica y petrolera amazonia boliviana, con capital en Santa Cruz, con un sistema de subsidios a las capas sociales más desprotegidas y, para sazonarlo todo, un nacionalismo radical reflejado en la tensión

constante con Chile en relación con la salida al mar, ya negada por el Tribunal de la Haya, y más tarde con los pocos acuíferos de la zona fronteriza andina.

El actual juego económico de Evo marcha sobre las promesas de una vía férrea interoceánica, que financiaría China, y la explotación de las inmensas reservas de litio del Salar de Uyuni, muy golosas para la fabricación de baterías pero que no cuentan con las fuentes acuíferas necesarias. Pero el problema de Evo es otro.

Cuando acabó su segundo periodo presidencial, como otros dirigentes en el mundo, puso en marcha una reforma constitucional, también con limitación de mandatos, que pondría la cuenta a cero y le permitiría seguir gobernando, elecciones mediante. Acabada esta opción, reclamó sus derechos humanos conculcados si no le dejaban volver a postularse, a lo que “su” tribunal supremo le dio razón y por eso hemos asistido estos días a las últimas elecciones presidenciales en Bolivia.

Evo y Mesa, un antiguo presidente de no especial buen recuerdo, eran los dos candidatos. Todo hacía presagiar una segunda vuelta, pues ni Evo alcanzaba el 50% de votos ni sacaba un 10% de ventaja a Mesa, condiciones para su aclamación directa. Inopinadamente, se paró el recuento un poco por encima del 80% y cuando un día después se reanudó, con los votos rurales teóricamente favorables al presidente, las cuentas le daban como ganador directo.

Carlos Mesa denuncia fraude. Un periodo de disturbios parece muy probable pero lo que sí es seguro que, una vez más, se cumple aquello de que el poder corrompe y dejar la silla cuesta mucho. Evo Morales, un gobernante sin duda demagógico, pero también de lo mejor que ha tenido Bolivia, está perdiendo una gran oportunidad para salir con dignidad de la historia.