Los emprendedores

0
111

Don Antonino Fernández nació en Cerezales del Condado (León) en 1917, en la pobreza, estuvo en la guerra civil en el frente de Teruel, hizo fortuna en México como fabricante de la cerveza marca Corona, hoy es una de las cervezas líderes mundiales del sector. Este hombre nunca se olvidó de sus humildes orígenes ni de su pueblo. No se ha construido una mansión tipo indiano, ni ha aspirado al título nobiliario como el de ser marqués de Cerezales. La casa en el pueblo es la misma que tenían sus familiares, decentemente arreglada. Ha favorecido de tal forma a su pueblo que la antigua calle Real lleva su nombre. Se decía de él que tenía grandes valores sentimentales y humanos, más que materiales. Porque era un empresario filantrópico que falleció a los 98 años de edad, sin hijos, y que al fallecer dejó entre sus familiares unos 200 millones de euros.

Este hombre es un ejemplo de emprendedor vital y efectivo. No se trata de llegar a ser como Antonino, sino saber que se puede empezar procediendo de familia humilde si se dan los pasos adecuados como ser inteligente, decidido y despierto. Una persona tiene una idea y ha de materializarla, ponerla en práctica. Nacemos, sí, pero hasta que no sepamos para qué hemos nacido no estaremos vivos. Son muchos los problemas a los que nos hemos de enfrentar: formación, adolescencia, trabajo, impagos, nóminas bajas, acreedores y otros improperios, pero estos contratiempos son los que ha de sortear un emprendedor.

Para aprender, también hemos de leer a los clásicos: La Ilíada, La Odisea, El Quijote, las obras de Shakespeare, Las mil y una noche, estos son los grandes libros que nos enseñarán sobre la condición humana. Cervantes escribió su obra maestra con un pie en el estribo de su vida, cuando había vivido y estado en prisión, y estaba a rebosar de experiencias personales, casi siempre adversas. El Derecho Romano es un compendio de casos prácticos necesarios de saber y conocer, para apreciar que nuestra mentalidad ha variado poco en estos últimos dos mil años.

Muchas veces, es frecuente que, a las personas con éxito les digan que tienen un «don natural», una gracia para uno u otro negocio, pero estos dones se llaman: trabajo y esfuerzo, coraje y fe en el empeño.    En la mente de nosotros los latinos, en nuestro complejo de inferioridad subyacente, anida la desconfianza constante por los palos recibidos, y en nuestra mentalidad católica y romana, hemos aprendido que nada se mueve en del mundo del trabajo sin recomendación, los recomendados salen casi siempre victoriosos. Seguimos recordando el poder de los validos del rey, a los virreyes y a la venta de cargos públicos. Hoy día la administración pública se haya sumergida en una «burrrrocracia» de pasos lentos y torpes, salvo que tomes la vía «del amigo del amigo, que conoce a otro amigo» para que el cargo público te pueda recibir para solucionar un determinado asunto. Para evitar estos abusos de poder se crearon las oposiciones.

Por ello, nuestra sociedad sigue siendo el «venga usted mañana» débil y anquilosada, sometida al subsuelo y la recomendación de alguien con poder, o de ese familiar que tenemos en un puesto de responsabilidad. Porque no da igual el constitucional principio de igualdad de oportunidades que el puente de plata  de la recomendación. Nosotros queremos lo nuestro, y se acabó, el asunto de los demás es de los otros.

El duque de Uceda Cristóbal Gómez de Sandoval traicionó a su propio padre, el duque de Lerma, al que sucedió como valido la corte de Felipe III, presionándole por diversos problemas relacionados con la corrupción (desviar dinero de las arcas reales) y las disputas familiares para acceder al poder; para evitar problemas judiciales obtuvo del para Paulo V el capelo de cardenalicio (comprado seguramente) como cardenal de San Sixto, lo que suponía ser apartado de oficios de palacio, además que obligaba al Rey a rendirle pleitesía por ser un alto cargo de la jerarquía de la Iglesia. A esto se llama poder, pero cayó en desgracia con Felipe IV.

Y no existen contemplaciones, a gran escala lo vemos en la política, sus chanchullos y las llamadas del teléfono, lo que podríamos decir que el mundo se mueve más por las corrientes subterráneas que por las superficiales. Pues de igual modo se mueve nuestra sociedad en menor escala. Y han de saber lo que hay a nuestro alrededor, que no existen los amigos altruistas sino los amigos de  conveniencia, y los chivatos, una plaga de los que indudablemente no te puedes fiar, de aquí  nace el dicho «Lo que no quieres que sepa nadie, no se lo cuentes a ninguno».

Un emprendedor nunca se rinde porque está lleno de ilusiones, y siempre ve el vaso medio lleno y no medio vacío. Pero nos preguntamos. ¿Estas cualidades les vienen dadas de naturaleza o son adquiridas? Porque nadie nace sabiendo. Y sí amigo lector, hay gente así, que no ve los peligros de meterse en empresas y proyectos, en apariencia poco viables, pero lo quieren y ese deseo (fuerte como el acero) es suficiente fuerza motora persistente. Nadie pensó que un motor podía funcionar debajo del agua, e Isaac Peral inventó el submarino en 1888. Y le dijeron ¿para qué quiere alguien un submarino? Y luego llegaron los Beatles con el submarino amarillo y se forraron.

Se puede ser humilde, obediente y bueno, pero no ser un santo tonto, por ello, el camino de los emprendedores está sembrado de minas explosivas para tontos, que ellos evitan. El emprendedor es ese joven o individuo que sabe sortear las minas, es como el corredor de vallas que conoce la medida de sus fuerzas y donde está exactamente cada valla y el empuje que ha de darle a cada una hasta llegar a la meta. Nunca hay que perder de vista a los amigos de la infancia, de los Institutos o de la Universidad, a los amigos de siempre. A la larga te darás cuenta de que ellos te arroparán en los sectores en que te muevas, si eres escritor, siempre saldrá el periodista que te haga una crónica o una entrevista, o el cineasta que te puede filmar un documental.

Los cabreros se cambiaron el nombre por empresarios caprinos, es lo mismo pero no es igual, uno es un pastor y el otro un empresario autónomo.