miércoles, abril 24, 2024

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María Alfonsa Cavin: la Fundación de las Misioneras de la Inmaculada Concepción y la Orden de Capuchunos

Desde mediados del siglo XIX y principios del siglo XX, durante la regencia de María Cristina y el reinado de Alfonso XIII, surgen nuevas congregaciones religiosas, dedicadas a la educación femenina. En este periodo, el empresario y político vasco, José María Urquijo Ibarra, junto con la sede episcopal de Vitoria, promueve sendas peregrinaciones a los principales santuarios vascos como Aranzazu, Begoña y Loyola. Ya, a principios del siglo XX será el impulsor, con el beneplácito real y de los pontífices León XIII y Pío X, de las grandes peregrinaciones españolas a los santos lugares,  favorecidas por la orden capuchina en España y Roma, así como la orden franciscana en Tierra Santa.

En cada viaje, que duraba dos meses, participaban más de 200 peregrinos. Muchas de estas familias fueron benefactoras de obras pías y apoyaron a la constitución de centros escolares como las Misioneras de la Inmaculada Concepción.

LAS MISIONERAS DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

El 13 de junio de 1850 la comunidad de las Hermanas de la Sagrada Familia de Burdeos de Mataró, a sugerencia del sacerdote Gabriele Battllevell, se separó de la casa madre de Burdeos con la intención de crear una orden religiosa independiente. El 4 de agosto de 1850, Alfonsa Cavín, superiora de la comunidad, tomó sus votos ante José Domingo Costa y Borrás, obispo de Barcelona, dando inicio formal a la nueva institución. La congregación obtuvo un decreto papal de alabanza, el 11 de enero de 1891 y la aprobación final el 28 de abril de 1902. Sus constituciones fueron definitivamente ratificadas durante el pontificado de León XIII, el 14 de junio de 1902.

Las hermanas están dedicadas a la educación cristiana de  jóvenes, así como, al cuidado de los huérfanos, los ancianos y los enfermos. Actualmente se encuentran en Europa (Italia y España), América (Argentina, Colombia, México, Paraguay y Venezuela) y África (Camerún, Ghana, Guinea Ecuatorial, Liberia y Togo). La casa general está ubicada en la vía del Monte Gallo en Roma.  Es la primera orden religiosa en ir a la Guinea española y Sebastopol, con el ánimo del sacerdote Paúl Pedro Sifré.

EL COLEGIO  CAPUCHINO DE LECAROZ Y LA ORDEN LA MISIONERAS DE MARÍA INMACULADA

Joaquín Vives y Tutó fue el primero de cuatro hijos que tuvieron Josep y Caterina, en la localidad barcelonesa de san Andrés de Llavaneras, cerca de Barcelona; los cuatro fueron religiosos. El mayor fue Joaquín, el segundo José de Casalanz (más tarde cardenal Vives y Tutó), ambos capuchinos, Teresa, la tercera, religiosa de la Inmaculada Concepción y la más pequeña, Mercé, miembro de las Adoratrices.

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Fray Joaquín de Llavaneras (capuchinos de Pamplona)

Joaquín funda en 1888 el colegio masculino de Lecároz en el Valle del Baztán, uno de los centros culturales más importantes de momento. Joaquín Llavaneras y José María Urquijo tuvieron una relación muy fluida desde la constitución del colegio navarro al que acudieron sus hijos. Urquijo fue además, benefactor constante del centro hasta el final de su vida, cuando fue asesinado en 1936.

 Sor Inmaculada Simón me informa que gracias a varias cartas que se han conservado de los hermanos Llavaneras con religiosas de la nueva orden, nos permiten conocer que en Navarra, las Misionera de la Inmaculada Concepción inician el noviciado en 1891, tras la muerte de la fundadora, siendo superiora Sor Valentina Vigo. Fray Joaquín anima a que se instalen en el caserío de Oharriz,  próximas al colegio capuchino de Lecároz.  Su hermana Teresa Llavaneras falleció un año después, el 10 de junio de 1892. En 1914 se traslada el noviciado a Elizondo y  la casa de Ohárriz se traspasa a la Sagrada Familia de Burdeos hasta la actualidad. El vínculo entre ambas órdenes se ha mantenido durante todo el siglo XX.

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El cardenal capuchino Vives y Tutó (capuchinos de Pamplona)

LA EXTRAORDINARIA VIDA DE ALFONSA CAVIN

Louisa-Fèlice, nace el 17 de noviembre de 1816 es la pequeña de una familia numerosa, formada por el matrimonio Jacques Cavin y Thérèse Millot y seis hijos. Creció con el afecto de su familia, la cual pasó por varias dificultades económicas en su infancia. Cuando tiene 12 años fallece su padre y poco después entra en el noviciado de Martillac de  la Sagrada Familia de Burdeos, en donde permanece hasta abril de 1845. Tras hacer los votos recibe el nombre de Alfonsa, es destinada a  Mataró, lugar en el que inicia su andadura misionera dedicada a la educación. En Cataluña tiene que afrontar muchas dificultades para desarrollar su misión por impedimentos y envidias constantes. Finalmente decide hacer una nueva comunidad, las Misioneras de María Inmaculada. Padece muchos agravios surgidos por la ruptura con la congregación de la Sagrada Familia de Burdeos, enferma y se retira un tiempo a  Francia con su familia. Una vez recuperada, regresa a Barcelona  pero continúan las calamidades en las nuevas casas de Villanueva, Reus y Tarragona. Tuvo que sufrir acusaciones y falsos testimonios que la llevaron a un destierro a Logroño. En esta ciudad, superando las dificultades económicas, funda un colegio femenino de gran prestigio.

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Sor  Alfonsa Cavin (Misioneras de María Inmaculada de Pamplona)

Su aportación a la educación, sanidad y beneficencia es notable. Desde el inicio, aparte de religiosas consagradas, crea una asociación de señoras para ayudar a sostener y organizar la beneficencia. Incluía el sostenimiento y atención de niñas huérfanas y desvalidas y mujeres sin recursos económicos. La instauración de comunidades dedicadas a hospitales y casas de beneficencia: Villanueva, Reus, Tarragona, entre otras.

La Madre Alfonsa mostró una profunda espiritualidad en su vida: mujer sencilla y fuerte, de profunda fe, esperanza y amor entrañable en la que en el centro de su vida estaba el amor por Cristo. Experimenta en la Virgen una especial ayuda de protección en los momentos claves de su vida. La vocación a María va a cuidarse en la formación de las jóvenes religiosas.

Sor Alfonsa falleció el 3 de enero de 1868 en Logroño. Fue tal su pobreza, que el padre de una alumna del centro logroñés tuvo que dejarle un lugar en el camposanto de la ciudad para ser enterrada. Después de un siglo, tal y como me relata la sor Inmaculada de Simón, responsable de recopilar la documentación oportuna para el proceso de beatificación en Roma, se localizaron los restos de la religiosa y trasladados a la casa que poseen en Madrid.

Son muchas las gracias y curas que se le atribuyen a la religiosa y que actualmente están   incluidas en la causa del proceso de beatificación. Entre ellas la curación de un linfoma  a la religiosa navarra Sor Teresa Lerga, una gran misionera de la orden, a la que bien aprecio desde muy niña y de la que tengo la fortuna de ser familia. Admiraba sus historias y experiencias que narraba de su destino misionero en África, cuando yo tenía apenas ocho o nueve años, en el momento que regresaba de vacaciones a su pueblo natal, San Martín de Unx.

ALGUNAS CONCLUSIONES

Desde mediados del siglo XIX y principios del siglo XX surgen nuevas órdenes religiosas dedicadas a la educación femenina y a la sanidad. El movimiento de peregrinaciones que lidera José María Urquijo a los santos lugares supone el impulso de algunas de estas órdenes favorecidas, en buena parte por las personas que participan. La familia Espartero viaja en la primera peregrinación vascongada a Tierra Santa, Egipto y Roma, benefactoras en Logroño del colegio de educación fundado por la Hermana Alfonsa Cavín. El cardenal  capuchino Vives y Tutó y su hermano Joaquín de Llavaneras, hermanos de la religiosa Teresa, perteneciente a las Misioneras de María Inmaculada, estuvieron muy próximos a la nueva comunidad, favoreciendo su aprobación en Roma y su asentamiento en Navarra desde Lecaroz. Las Misioneras de la Inmaculada Concepción fueron definitivamente autorizadas por el Papa León XIII en 1902,  momento que tiene lugar la primera peregrinación a los santos lugares.

Tal y como estaban establecidos en aquel momento los acuerdos entre España y  la Santa Sede, el asentamiento de cualquier orden religiosa, así como el nombramiento de prelados y canonjías eran prerrogativa real.  Este período favorecedor de apoyo a comunidades religiosas dedicadas a la promoción de la mujer,  estará vivo hasta el establecimiento de la Ley de Candado, fautora de una normativa  que impedía nuevos establecimientos religiosos. La situación cae definitivamente en 1910, con la movilización de las juntas católicas, propiciada por Urquijo.  En las décadas siguientes las comunidades religiosas se expandirán con nuevas fundaciones hasta el estallido de la guerra civil en 1936.

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