sábado, abril 20, 2024

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Mujeres de armas tomar

Con motivo del Día Internacional de la Mujer es merecido que se recuerde a algunas de ellas que marcaron una época y dejaron su huella. Hoy nos centraremos en 4 de ellas que reinaron, viajaron o se sacrificaron por su país. Algunas de ellas tuvieron un final épico y otras uno trágico, pero cada una de ellas es un ejemplo a seguir.

Zenobia
LA REINA ZENOBIA (243-¿297?)

Nacida en la rica y exuberante ciudad de Palmira, Siria, el 23 de diciembre del 243, Zenobia era hija de una egipcia y del rico comerciante Julio Aurelio Zenobio. A los 15 años se casó con el Rey de Palmira Odenato, con quien tuvo 3 hijos, dos de ellos murieron siendo pequeños aún, por lo que el heredero era su hijo Valabato. Pese a tener más esposas Odenato coronó a Zenobia como su única reina. En esa época Palmira era parte del Imperio Romano, sin embargo, y gracias a las ayudas militares de Odenato contra los persas, en las cuales se recuperaron territorios romanos en Oriente, Roma le concedió a Palmira cierta independencia dentro del Imperio y reconoció a Odenato como aliado de Roma.

En el año 267 Odenato y su hijo mayor Hairam, fruto de un anterior matrimonio, fueron asesinados en un complot palaciego orquestado por el primo del rey, Maconio, quien fue apresado y ejecutado de manera inmediata por Zenobia. Estando viuda y con un hijo demasiado pequeño para ser coronado Zenobia fue proclamada Regente de Palmira.

Sabiendo que el Imperio romano estaba inmerso en una crisis político-militar (El siglo III se conoce como el siglo de la Crisis de Roma) Zenobia decidió proclamar la independencia absoluta de Palmira. Ella misma dirigió las campañas militares a través del desierto para liberar su reino del yugo romano y crear un nuevo imperio. En el año 267 toda la provincia de Siria fue liberada de Roma y Zenobia reconocida por sus gentes como su salvadora y reina. Parte del ejército romano se unió al palmireno creando así una gran estructura militar en Oriente.

Zenobia embelleció Palmira hasta convertirla en una Roma del desierto, y selló la paz con los persas con la promesa de no interferir ninguno de sus ejércitos en territorio ajeno al suyo.

En los siguientes 2 años el poderío de la reina se extendió por toda la zona. Zenobia liberó casi toda Anatolia, llegando hasta la Calcedonia, y uniéndolas a Palmira. Luego marchó con sus tropas a Judea donde liberó Jerusalén y también la Arabia Nabatea, hoy en día Jordania, lo mismo pasó con Fenicia, actual Líbano. Ahora el Imperio de Palmira controlaba en su mayoría el Mediterráneo Oriental, pero Zenobia ambicionaba un territorio muy apreciado por ella. Egipto.

Algunas fuentes aseguran que Zenobia era descendiente de Cleopatra y como tal debía ser Reina de Egipto y liberarlo del Imperio Romano. De ese modo en el 269 el ejército romano-palmireno al mando de la reina invadió el antiguo reino de los Faraones. La toma y batalla decisiva se tomó en Pelusio y allí el ejército romano y el prefecto de Egipto fueron derrotados. Zenobia entró en Alejandría siendo alabada por los egipcios como una Cleopatra reencarnada.

La reina no solo poseía un espíritu guerrero admirable, sino también una gran belleza e inteligencia. Era morena, de dientes tan blancos que parecían perlas y su pelo era negro azabache ondulado; hablaba con fluidez arameo, egipcio, griego y latín y cabalgaba durante durante horas por el desierto. Poseía además una gran cultura gracias a su tutor y consejero Casio Longino.

En los meses siguientes Zenobia vivió en Alejandría y recorrió el Nilo para visitar los templos y Pirámides. Fue coronada Reina de Egipto con la corona y atuendos reales de Cleopatra y debatió con los filósofos de la Biblioteca de Alejandría. Tras aquella aventura egipcia regresó a Palmira.

En los siguientes 3 años el Imperio Palmireno vivió su edad de oro. La ciudad había sido fortificada y embellecida con jardines y estatuas de dioses romanos y orientales en sus calles y avenida principal. A ella acudían filósofos y artistas y las caravanas de comerciantes que traían especias, sedas y piedras preciosas de la India y Asia.  Zenobia fue honrada con los títulos de Emperatriz y Augusta de Palmira y todo Oriente, igual que su hijo.  Muy pronto monedas con su efigie empezaron a circular por toda la zona.

Zenobia se mostró también tolerante con las otras religiones de su ciudad, pues protegió a los judíos y a los cristianos, incluso tuvo como consejero real durante un tiempo al Obispo Pablo de Samósata.

Pero en el año 270 había subido al trono de Roma el general Aureliano y este marchó a Palmira dispuesto a reincorporarla a Roma. Tanto las tropas romanas como las palmirenas se vieron las caras en el año 272, en la Batalla de Émesa, y por desgracia Zenobia fue derrotada y hubo de huir a Palmira.

El sitio a Palmira duró varios meses y por desgracia los alimentos se estaban acabando. La reina se negaba a perder, pero al final fue convencida por sus consejeros de que lo mejor que podía hacer era huir a Persia y pedir asilo y ayuda al Rey Sapor I. Zenobia huyó con su hijo, en mitad de la noche, en camello, y disfrazada. Escapó por un pasadizo que llevaba a las afueras de la ciudad y se dirigió al Éufrates.  Por desgracia fue localizada pronto por los hombres de Aureliano, capturada, y llevada de nuevo a Palmira que tras ser reconquistada fue arrasada por los romanos. Después de aquello el resto del Imperio de Zenobia, Egipto incluido, volvieron a ser parte de Roma.

En cuanto al destino de la Reina, este es incierto. Se sabe que fue llevada a Roma y paseada en el triunfo de Aureliano por las calles de la ciudad y que su hijo Valabato murió durante el viaje a Italia. A partir de ahí el rastro de Zenobia se pierde. Sin embargo, la mayoría de las fuentes de la época aseguran que Aureliano le perdonó la vida y que tras casarla con un senador romano le entregó una villa en Tívoli, en donde Zenobia se retiró por el resto de sus días. Hoy en día aún es recordada en Siria como una patriota.

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CATALINA LA GRANDE (1729-1796)

Nacida como Princesa Sofía Federica Augusta de Anhalt-Zerbst viajó a Rusia en 1744 para casarse con el Zarevich Pedro, sobrino de la Zarina Isabel I y futuro emperador. Muchos la consideraron ingenua y romántica, y que solo debería casarse para dar un heredero al Imperio Ruso. Pero la subestimaron.  Al llegar a Rusia cambió su nombre por el de Catalina, se convirtió a la fe ortodoxa y aprendió la lengua rusa. Aparte de ello, mostró admiración por las obras de Diderot, Montesquieu, Voltaire y Rousseau, y pronto se ganó la admiración de la Zarina Isabel, por el contrario, su marido Pedro era un pusilánime con cierto aire infantil y que prefería vestir de uniforme prusiano y estar jugando a los soldaditos de plomo durante horas, en vez de estar con su esposa.

Durante los siguientes 7 años el matrimonio no se consumó. Catalina detestaba a su esposo y pronto empezó a tener amantes, aparte de ello su esposo la humillaba en público, constantemente. Al final

en 1752 la princesa dio a luz al Príncipe Pablo quien oficialmente era hijo de Pedro, aunque esta paternidad siempre ha sido puesta en duda por muchos historiadores.

En 1762 murió la Zarina Isabel y Pedro subió al trono, pero en vez de mostrar aprecio por los rusos firmó la paz con Federico II de Prusia, enemigo de Isabel, llenó la corte de Prusianos y pretendía sellar una alianza con el Reino alemán. Catalina sabía además que su esposo la iba a repudiar para casarse con su amante, de modo que decidió actuar.

El 9 de julio de 1762 el reinado de Pedro III terminó cuando Catalina dio un golpe de estado apoyada por el ejército ruso y siendo proclamada Emperatriz Autócrata de todas las Rusias.  Una semana después Pedro III murió estrangulado por uno de los hermanos de Grigory Orlov, el amante de la emperatriz.

Catalina reinó durante 34 años y en ese tiempo sacó a Rusia del retraso en el que se encontraba.  Recogió el legado de Pedro el Grande y lo agrandó aún más. Pedro importó tecnología, instituciones de gobierno y organización militar y Catalina trajo de Europa la filosofía jurídica, política y moral, además de medicina, arte, cultura y educación.  Fundó Academias, Escuelas, Museos y escribió sus memorias y reunió en el Hermitage la soberbia colección de arte que aún se puede admirar. Trajo a Rusia los avances de la Ilustración, y la vacuna contra la viruela. En sus guerras contra el Imperio Otomano conquistó nuevos territorios que añadió a Rusia, Crimea entre ellos, cumpliendo el sueño de Pedro el Grande de unir el Mar Báltico al Mar Negro.

Catalina consiguió la amistad y el apoyo de Voltaire, y mantuvo con él una correspondencia que se alargaría quince años, desde su adhesión hasta la muerte del filósofo en 1778. La alabó con epítetos, como cuando la llamó su «Estrella del Norte» y la «Semíramis de Rusia» (en referencia a la legendaria reina de Babilonia). Aunque nunca consiguió reunirse con él, lloró amargamente cuando murió, y adquirió su colección de libros, que compró a sus herederos, y los colocó en la Biblioteca Pública Imperial.  Aparte de eso la Emperatriz abrió instituciones de estudios superiores para las mujeres y protegió a los judíos y musulmanes de su Imperio. Catalina dividió así también el Imperio en distintas provincias con gobernadores, los cuales eran íntimos del círculo de la emperatriz. En 1782 Catalina fue alabada en toda Rusia cuando inauguró el Monumento a Pedro el Grande en el centro de San Petersburgo.

Los últimos años del reinado de Catalina estuvieron ensombrecidos por la Revolución Francesa, las revueltas de Polonia y la muerte del Príncipe Potemkin, quien fue el amor de su vida. En lo familiar nunca se llevó bien con su hijo Pablo y prefirió dejar el trono a su nieto Alejandro, pero por desgracia el tiempo no se lo permitió. Catalina murió en 1796 de un derrame cerebral, y su testamento, en el cual nombraba a su nieto Alejandro como Zar, fue quemado por Pablo, su hijo. Al morir la Emperatriz la Edad de Oro de Rusia terminó y Pablo subió al trono.

A día de hoy Catalina II es considerada junto con Pedro el Grande, Alejandro I y su bisnieto Alejandro II, como uno de los gobernantes más grandes de Rusia. Merecido fue que se ganara el apodo de la Grande.

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LADY JANE DIGBY (1807-1881)

Lady Jane Digby fue toda una celebridad en su época, alto y claro. Rompió el molde. Nacida en una familia noble de Inglaterra Jane podía haber pasado a la historia como una Lady inglesa más del montón, pero no fue así. Viajó por Europa y Oriente Medio y protagonizó escándalos que llenaron las páginas rosas de la prensa victoriana de la época. ¿Quién hubiera podido imaginar que viviría una vida casi igual que la de la Princesa Sherezade de las 1.001 Noches?

Nació en 1807 en Inglaterra y era hija de del almirante Henry Digby y Lady Jane Elizabeth. El padre de Jane se apoderó del barco del tesoro español Santa Brígida en 1799 y con su parte del dinero del premio estableció la fortuna familiar.

Elegante, culta y experta amazona Jane deslumbró pronto en los salones ingleses. Hablaba perfectamente francés, italiano, alemán y griego además de su inglés natal, y sabía tocar varios instrumentos musicales, también poseía una voz melodiosa. Tenía un rostro atractivo, cabello dorado pálido, ojos azul oscuro muy espaciados, pestañas largas y oscuras y una tez rosada.

Su primer matrimonio fue con Edward Law, Conde de Ellenborough y más tarde virrey de la India, se casaron el 15 de octubre de 1824. Jane tenía 17 años y su esposo 34. Cuatro años después nació su único hijo Arthur, quien murió en 1830. Pronto el matrimonio se distanció y Jane empezó una relación con su primo, el Coronel George Anson, con quien planeó fugarse, sin embargo, estos fueron descubiertos y el escándalo llenó durante meses los quioscos de todo Londres. Jane decidió entonces divorciarse de su marido y marcharse a París.

En Francia conoció al Príncipe Félix de Schwarzenberg, quien luego fue Ministro de Austria desde 1848 hasta 1852. De su relación con el Príncipe Jane tendría dos hijos; Mathilde «Didi» (nacida   en Basilea, Suiza, y criada por la hermana de Félix) y Félix (nacido en diciembre de 1830 en París) que murió pocas semanas después de su nacimiento. El romance con Felix terminó poco después de la muerte de su hijo.

Tras su estancia en Francia y Suiza Jane se trasladó a Múnich, Baviera, en donde pudo vivir con comodidad y en donde fue amante del Rey Luis I durante un tiempo.  En Múnich, conoció entonces al Barón Karl von Venningen. Se casaron en noviembre de 1833 y tuvieron un hijo, Heriberto, y una hija, Bertha. Por desgracia la pequeña desarrollaría una enfermedad mental que con el paso de los años se agravó, obligando a que pasara el resto de su vida en una casa de reposo.  En 1838 Jane conoció al Conde griego Spyridon Theotokis, miembro de la Corte del Rey Otón I de Grecia en Baviera, y se enamoró de él.  Fueron amantes los 2 siguientes años e idearon un plan de huida a Grecia. Venningen lo descubrió y desafió Theotokis a un duelo, en el que Theotokis resultó. Venningen liberó generosamente a Digby del matrimonio, cuidó de sus niños y ambos quedaron como amigos para el resto de sus vidas. Se divorciaron en 1840.

Jane se mudó a Atenas en donde se convirtió a la fe ortodoxa y se casó con el Conde Theotokis en 1840, estando ya embarazada de él. De su unión nació un niño al que puso de nombre Leónidas. Compraron un terreno en Atenas en donde Jane levantaría una mansión neoclásica, extremadamente lujosa y que pronto rivalizó con el propio palacio real.  Pronto se volvió célebre en toda la capital griega hasta el punto de que el propio Rey Otón I se enamoró de ella, causando en la Reina María Amalia un odio creciente hacia Jane.  Las dos mujeres pronto rivalizarían en maridos, lujos y favores populares.

En 1846 el matrimonio Theotokis viajó a Italia, en donde poseían una villa. Habiendo una recepción aquella tarde, Jane dejó a su hijo al cuidado de su niñera mientras atendían a los invitados. Por desgracia en un descuido de la criada, Leónidas se escapó, y queriendo asomarse al balcón que daba al jardín para ver a su madre se precipitó al vacío, cayendo frente a los ojos de Jane. Nada se pudo hacer y el pequeño murió con 6 años. Jane nunca se recuperaría de aquel golpe, años después y viviendo ya en Siria, llevaría siempre un relicario de oro con un retrato y un mechón de pelo de su hijo. Tras aquella tragedia se abrió una brecha en el matrimonio de Jane y esta y Spyridon se divorciaron. Jane regresó a Atenas, y allí fue amante del Rey Otón un tiempo, pero la muerte de su hijo le pesaba demasiado, de modo que ese año hizo un viaje de cura que la llevó desde Egipto hasta Beirut pasando por Jerusalén.

Jane regresó a su mansión de Atenas y acudiendo a fiestas, y pese a que nunca se perdonó lo de su hijo volvió  a enamorarse enseguida. Se trataba del general Christodoulos Chatzipetros, uno de los héroes de la Revolución Griega, y de quien la reina María Amalia estaba secretamente enamorada. Pronto Jane y él se hicieron más que amigos y se marchó con él a los Montes de Albania en donde se combatía a las tropas otomanas. Jane cuidó de la hija del general y se ganó el respeto de los hombres de este, hasta el punto de que la consideraron como su ‘reina’ de su ejército, viviendo en cuevas, montando caballos y cazando en las montañas. Ella le abandonó a Christodoulos cuando él le fue infiel.

En 1853 Jane decidió dejar Europa y vivir en Siria, hacía años que deseaba conocer Damasco y a sus 46 años ya había tenido 3 maridos, 4 hijos y enterrado a 2 de ellos, estaba cansada. Vendió su mansión de Atenas, cargó sus baúles y joyas en un barco y puso rumbo a Siria.

En Damasco empezó la parte más emocionante en la vida de Lady Jane. En el consulado inglés de la ciudad conoció al Jeque Medjuel el Mezrab, 20 años más joven que ella, a quien pidió que le hiciera de guía para visitar las ruinas de la ciudad de Palmira, en donde la tribu Mezrab habitaba una parte del año. De aquel viaje surgió un amor entre ambos, tras lo cual decidieron casarse.  Jane abandonó su estilo de vida inglesa y se casó con Medjuel mediante el rito musulmán. La luna de miel fue en Palmira. Su matrimonio fue feliz y duró 28 años. Jane adoptó la vestimenta árabe, aprendió el idioma y se ganó el respeto de los miembros de la tribu de Medjuel. A pesar de todo, Jane siguió siendo cristiana, algo que su marido toleró.  Entre los miembros de la tribu Jane era conocida además como Shaikhah Umm al-Laban (literalmente madre de leche), debido al color blanco de su piel.

El matrimonio habitaba la mitad del año en Damasco y la otra mitad en el desierto bajo un estilo de vida nómada, viviendo en tiendas hechas de piel de cabra. Jane dibujó todos los paisajes, Palmira entre ellos, que visitó con su esposo y los beduinos. En Damasco se construyó una lujosa villa palaciega con un jardín árabe, y la decoró con muebles ingleses y cuadros y tapices orientales. Algunos de esos cuadros fueron pintados por ella misma. Esos fueron sus años más felices, junto a Medjuel.

En 1861 tuvo lugar la Matanza de Damasco en la cual el barrio cristiano fue atacado por fanáticos musulmanes. Jane mostró una gran valentía dando cobijo a los refugiados, además de vagar por las calles del barrio cristiano para recoger a los heridos y atenderlos en su casa, la cual no fue atacada al estar en el barrio musulmán.

En esos años conoció al famoso matrimonio de exploradores formado por Richard e Isabel Burton, de quienes acabó siendo muy amiga, igualmente Jane conoció al Líder de la Revolución Argelina Abd al-Qádir.

Jane Digby murió en Damasco en 1881 a los 74 años de fiebres y disentería.  Fue enterrada en el cementerio cristiano de Damasco y la lápida de su tumba se hizo con piedra de Palmira, según sus deseos. Medjuel no se volvió a casar. Murió en 1904 con 77 años. La casa de Jane en Damasco aún existe, pero seguramente haya quedado gravemente dañada o destruida por la Guerra Civil que azota el país que la acogió como a una más entre las nobles tribus del desierto hace más de 160 años.

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FARROKHRRO PARSA (1922-1980)

Nació en 1922 en Teherán y fue una adelantada a su tiempo. Fue doctora, Vice-Ministra y Ministra de Educación en el Irán de los Pahlavi, siendo además la primera mujer en ocupar un cargo de importancia en el gabinete ministerial del gobierno. 

Era hija de Fakhrafagh Parsa, editora de la revista iraní el Mundo de la Mujer que defendía el derecho al voto y a la emancipación de las iraníes.

Estudió en la Universidad de ciencias de Teherán; graduándose en biología e impartiendo clases en el Lyceum Francés Juana de Arco de Teherán, en donde fue profesora de la Emperatriz Farah Diba. En 1948 Parsa se casó con Ahmad Shirin Sokan un militar del ejército.

Parsa, igual que su madre, fue una firme defensora de los Derechos de la Mujer en Irán y en 1963 cuando fue elegida por el Parlamento escribió al Shah pidiéndole que, en su programa de Reformas, la Revolución Blanca, incluyera el voto a las mujeres, algo a lo que el Shah accedió.

También fue una firme impulsora de la legislación que modificó las leyes existentes relativas a las mujeres y la familia.  En 1965 se convirtió en Viceministra de educación en Irán y solo tres años más tarde en Ministra de educación bajo el gobierno de Amir Abbas Hoveyda.  Ocupó el cargo desde 1968 hasta 1971. En 1975 se adhirió al Partido del Resurgimiento Iraní o conocido como el Partido del Emperador.

Con la Revolución islámica de 1979 la Señora Parsa fue apresada y juzgada al año siguiente, acusada falsamente de inmoralidad, blasfemia, corrupción y haber corrompido a las mujeres iraníes. Se negó a pedir perdón y a llevar el velo, por lo que fue condenada a muerte. En la cárcel escribió una carta a sus hijos como despedida que rezaba lo siguiente.

Soy doctora, por lo que no temo a la muerte. La muerte es solo un momento y nada más. Estoy preparada para recibir a la muerte con los brazos abiertos en lugar de vivir en ella. Siento vergüenza al verme forzada a llevar el velo. No voy a inclinarme ante aquellos que esperan que yo exprese arrepentimiento por mis cincuenta años de lucha y esfuerzos por la igualdad entre hombres y mujeres. No estoy preparada para usar el velo y retroceder en la historia.

Farrokhrro Parsa fue ejecutada por un pelotón de fusilamiento el 8 de mayo de 1980. Tenía 58 años.

Que el ejemplo de estas 4 valientes mujeres en la historia no caiga en el olvido. Que su coraje, fuerza y carácter sirvan de inspiración para las siguientes generaciones. Feliz Día de la Mujer a todas ellas.

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