jueves, abril 18, 2024

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Saber amar con el cuerpo (I)

Mikel Gotzon, en el prólogo de su libro sobre ecología sexual, escribe: “La revolución industrial supuso auténtica liberación para el hombre. A medida que la ciencia y la técnica iban progresando, se liberaron muchas energías humanas, que se encaminaron al desarrollo de la industria. La optimización de los recursos permitió dedicar cada vez más tiempo a la educación…, pero no hemos sabido dirigir con visión de futuro este proceso científico y tecnológico. La carrera descontrolada de la técnica ha tenido consecuencias negativas, porque, cuando la naturaleza es manipulada, se venga. En estos momentos, la ecología se nos impone con fuerza: necesitamos controlar la técnica, impedir un crecimiento desordenado de la tecnología, pues todo crecimiento descontrolado es un cáncer que genera muerte y destrucción.”

¿Qué podemos hacer? Volver los ojos a las exigencias de la naturaleza, que marcan las pautas, de la armonía entre los diversos elementos de una vida y una cultura auténticamente humanas.

La revolución sexual también es uno de los hechos más importantes de esta segunda mitad de siglo. Los progresos técnicos han permitido explorar todas las posibilidades de la sexualidad humana. Y necesitamos un planteamiento ecológico de la sexualidad, porque no todas las posibilidades de vivir la propia sexualidad que la técnica hace posibles son de verdad humanas ni tampoco colaboran al progreso y a la felicidad humana.

Mikel escribe que asistimos a una rebelión de la naturaleza frente a la revolución sexual. Y en estos momentos como sucede en otras ramas de la técnica, necesitamos un planteamiento ecológico de la sexualidad. Lo que parecía una liberación podemos ver, porque no todas las posibilidades de vivir la propia sexualidad que la técnica hace posibles son de verdad humanas ni tampoco colaboran al progreso y a la felicidad humana. Un desconcierto sobre el modo de vivir la propia sexualidad está cada vez más extendido.

Algunas de las posibilidades que abren estas dos revoluciones, crean graves peligros y, a veces, engendros. De hecho, asistimos a una rebelión de la naturaleza frente a la revolución sexual.


Hemos de superar, en el campo sexual, la época ingenua en la que nos encontramos, porque esa ingenuidad es dañina para la naturaleza y para el hombre.

Necesitamos adentrarnos en una etapa de desarrollo ecológico de la sexualidad, que permita a las mujeres y hombres de nuestro tiempo encontrar la felicidad que tan arduamente buscamos.

En estos momentos tenemos bastante información sobre como funciona el aspecto físico de la sexualidad, pero, hay en nuestro entorno cultural, una falta de reflexión y este desconocimiento provocan muchos errores prácticos, y muchas frustraciones psicológicas, a la hora de vivir la propia sexualidad.

Se trata de reflexionar sobre la realidad, describir qué es el hombre, el cuerpo, el hondo sentido que tiene la dimensión sexual de nuestra personalidad. Así sabremos mejor cómo vivirla.

Es urgente tener una respuesta a cuestiones que se hacen los jóvenes como: ¿Qué significa “utilizar” a alguien? Muchos jóvenes no entienden por qué las relaciones sexuales son incorrectas antes del matrimonio. ¿Afecta el sexo a nuestra afectividad?, ¿tiene la relación sexual un sentido propio, independiente del motivo por el que se hace? “Con tantos divorciados como hay hoy en día, el matrimonio parece haber perdido sentido. ¿para qué esperar hasta entonces, si es probable que termine en divorcio. Y podríamos continuar.

Ante esta ignorancia, y un entorno que desorienta a los jóvenes, no hay otro camino que tener respuesta a estas cuestiones. Estudiar, reflexionar, pedir ayuda a expertos…, pues tenemos que ayudarles a descubrir la armonía perdida.

 Dada la sensibilidad contemporánea, al escuchar el pasaje de San Pablo a los Efesios (5.21-33), y que se lee en muchas bodas, no entienden el significado de “sumisión” y “dominio”. Olvidan como describe el autor: “Y vosotros los maridos, amad a vuestras mujeres…”, y con esta manera de expresarse destruye cualquier temor que hubiera podido suscitar la frase precedente. El amor excluye todo género de sumisión.

El autor de la carta no teme aceptar los conceptos propios de la mentalidad y de las costumbres de entonces; no teme hablar de la sumisión de la mujer al marido, ni tampoco teme argumentar a la mujer que “reverencie a su marido”.

Se trata de alcanzar la armonía perdida. Ciertamente es diversa nuestra sensibilidad contemporánea, diversas también las mentalidades y las costumbres, y es diferente la situación social de la mujer, con relación al hombre. No obstante, el fundamental principio que encontramos en esa carta, sí que sigue siendo el mismo y ofrece los mismos frutos.

Desorbitado rechazo produjo el libro de Constanza Miriano, por el titulo “Cásate y sé sumisa”,  sin haberlo leído en su mayoría. Termina la autora del libro escribiendo algo muy interesante y de rabiosa actualidad: “…los niños no pueden vivir en un mundo Disney, porque esa no es la realidad. El sufrimiento llegará en algún momento y los padres deben estar ahí, sabiendo que las cosas no acaban ahí… Ahora, en cambio, hasta los cuentos son depurados, edulcorados. Incluidos los clásicos. Por no perturbar la sensibilidad de los niños; al final, el lobo y el cazador hacen las paces. De verdad, lo prometo, ha caído en mis manos un libro de cuentos que presenta versiones animalistas y buenitas: en el fondo, el lobo también es bueno.

Son pequeños, pero no son tontos, saben, intuyen de una forma confusa, que el mundo no es del todo rosa, y el hecho de, casi esconderlo, los asusta más. Quién sabe lo que esconde lo desconocido. Es mil veces mejor decir: Existe el sufrimiento, pero nosotros nos fiamos de la vida. 

También dirá que la emergencia educativa proviene del hecho de que no se sabe la razón por la que se educa, ¿para qué se educa, si ni siquiera los padres saben por qué viven ni a dónde van Si se elimina el temor de Dios, ¿cómo se hace para educar? Si se elimina la idea del pecado original, y la necesidad de la salvación ¿qué quiere decir educar? Si eliminas el infierno y el paraíso -considerados como rollos ridículos- ¿para qué conquistar le eternidad? ¿para seguir siendo una partícula que flota contenta, según las nuevas modas?

¿Qué cenamos esta noche? ¿Qué quieres hacer?  ¿A dónde quieres ir? Y empieza la negociación, el pulso que, entre otras cosas, hacen que los niños sean insoportables, extenuantes. Nos ponen a prueba para ver hasta dónde pueden llegar, cuando, en realidad, nos están pidiendo secretamente que los paremos de alguna forma, que pongamos una pared. De esa forma, los niños sufren, porque tener que elegir cuando se es pequeño es una responsabilidad demasiado grande, paraliza.

Nos arriesgamos a ser padres que produzcan una generación sin futuro, sin sentido, sin meta alguna. En la escuela, de los poemas que se leen por Navidad y por Pascua, se han eliminado todas las referencias a nuestra fe para no ofender la sensibilidad de nadie. Pero entonces ¿Navidad y Pascua de quiénes?, con perdón. Eliminémoslas, por tanto, festejemos Halloween.

Un libro que merecería alcanzar una enorme difusión, por una campaña superficial de ataque sin argumentos, ha evitado difundir lo que nos hace falta escuchar.

En próximos artículos, de la mano de Mikel y otros autores destacados en estas cuestiones, intentaré ayudar a descubrir el sentido del sexo, la locura de casarse, la diferencia sexual, la personalización de la sexualidad y la estética. Para, finalmente, profundizar en la sexualidad a la luz de la antropología.

También conviene dedicar algún comentario a la actual revolución de las tecnologías, móviles, redes… Una revolución imparable, que se dirige hacia un cambio de época, de consecuencias inimaginables.

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