Sobre el silencio

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El silencio  parécenos, como si fuere el patito feo de la convivencia, y vamos a recordar que nada de eso, que es un amigo útil y necesario.

Es, como saben, el estado donde no hay ningún ruido o no se oye ninguna voz.

Imaginemos un entorno en total silencio y nuestro interior lleno de gritos estridentes  y otros enemigos acústicos, nos quedaríamos  sin paz interior, en esas condiciones, por mucha tranquilidad  exterior que existiese, seríamos incapaces de aprovecharla para comunicarnos  sin palabras,  los ojos carecerían de cualquier expresividad.  

El silencio interno es necesario para  reflexionar  y así seleccionar las palabras adecuadas  para comunicarnos con claridad.

Cuantas veces una incipiente sonrisa con los labios entreabiertos, comunican más que palabras  muchas veces carentes de sentido.

Si albergamos serenidad, sabremos callar a tiempo, y muchísimas veces, así se ganan los amigos, se reanudan amistades, por ello no tengo más remedio que recordar  que “En boca cerrada, no entran moscas” y que “En la duda ten la boca muda”.

El silencio puede  ser dulce, cuando  callamos en hospitales, o ante el sueño de un niño o un anciano, cruel si se impone  con prepotencia y acoso como “¡Y tú ya sabes, ni abrir la boca!”,  estructurado,  si sigue unas pautas  en nuestra vida, como callar durante un tiempo determinado en algunos momentos o elegir un día a la semana para estar más tiempo a su lado para cargar pilas, valiente, si no entramos en el juego de las descalificaciones,  libre, si hacemos uso de él en libertad como lo hizo  Jesús ante Caifás, culpable , si callamos hechos que podrían hacer bien a terceras personas, silencios de honor, con intensidades y matices diferentes, como los de la Casa Real ante  agravios  en contra de la Constitución.

En el teatro estamos expectantes,  sólo en esperar  las palabras de los actores  en una obra de teatro, un musical, concierto u ópera, se genera una comunicación mágica, pues el silencio se  “masca” por el deseo de ver el espectáculo,  amén de tener una buena  acústica,  pues sabemos que cuando ésta es defectuosa,  nos cuesta más concentrarnos para el disfrute deseado.

Ya que ha salido a colación la palabra teatro, recuerdo una entrevista que Pilar Urbano  le hizo a Narciso Yepes, y a una de las preguntas le respondió que el momento más hermoso e importante  para él, era antes de actuar, que necesitaba esos instantes silenciosos para sentir esa comunicación de entrega por parte de él al público y de recepción de éste, antes de comenzar  sus primeros acordes.

Parecido ocurre en recitales poéticos,  que cuando el rapsoda va a comenzar, se regala unos segundos sin abrir la boca y eso provoca una sensación especial de acogida en el respetable.

Y además de las notas, el pentagrama tiene sus silencios, que dan un toque especial  a la obra engrandeciéndola, pues ese descanso más o menos largo, al comenzar otra vez la melodía se disfruta de  ese contraste.

En el cine, como anécdotas, recuerdo dos películas y una serie  que portan la palabra silencio: “El silencio de los corderos” donde el director desafía a Thomas Harris,  el autor de la novela,  para cambiar el final, éste, aprovecha una pregunta  de Claire  a Hanibal,  que le  dice : ¿Han dejado de gritar los corderos?  y así cierra  la película de modo distinto, ya que  desea la película tenga un final en paz;  “La ley de silencio” está basada en el código de honor de la mafia siciliana, que prohíbe informar de actividades delictivas de la familia  y grupos íntimos  y es así como se ve envuelto el protagonista en esta película dirigida por  Elia Kazan.

Vi hace poco una miniserie  titulada “La Sonata del Silencio” eligiendo el tema de la doble moral de los años cuarenta, donde  la mujer no tenía derechos  y sí muchas  obligaciones , exponiendo hechos vejatorios, que eran entonces normales acatados con sumisión, no exentos de rabia.

Pernicioso es silenciar hechos injustos y que prevalezca el ruido  sobre al benefactor silencio.

Recuerdo un libro titulado  ”La Fuerza del Silencio” que consta de trescientos  sesenta y tres pensamientos referentes a esta palabra, escrito por  Robert Sarah con prólogo de Nicolas Diat, pensado contra la tiranía del ruido.

Por doquier se cuela el silencio, pues acaban de infiltrarse en mi mente dos frases hermosas que las escuchamos a menudo “La elocuencia del silencio”  y “Los gritos del silencio” las dos muy claras, sin comentarios.

Hay personas tan equilibradas, que sus emociones afloran con una fuerza inusitada  con acertados  argumentos para cuestionar actitudes, sopesar hechos y si ven que con su silencio ayudan, callan  a tiempo, son seres que admiramos más por lo que hacen que por lo que dicen.

Ante estas realidades, opino que callar es un arte, donde la obra no se ve, no se palpa, es intangible, etérea, humilde, elegante, porque sabe que el silencio muchas veces es la mejor arma para consolar y hacer feliz a otra persona, son obras artísticas de valores, que no necesitan ninguna exposición para comprobar su valía.

Y con esto no estoy en contra de la elocuencia y la oratoria, pues este modo de concebir el callar, bien pudiera llamarse oratoria sublime sin palabras.

Es importante reflexionar y pensar para saber callar a tiempo, pues parece ser que se aplaude a las personas que se comunican con fluidez  y son el centro en cualquier evento, sí, es verdad pero a veces ese exceso de seguridad ¿no acarrea muchas veces entuertos ante un desliz involuntario? ¡Cuánto menos se habla menos se equivoca uno!

Y no, no se trata de ser unos cartujos, lo que ocurre que no podemos meter baza muchas veces en las tertulias,  cuando hay exceso de personas que les gusta escucharse  ellas mismas, ante esto no hay quien pueda.

Quienes son por naturaleza comedidos, parcos en palabras, tímidos o inseguros, en las clases de yoga se puede aprender mucho de los silencios relajantes, donde las salmodias y mantras  son compañeras  y este maridaje  hará  sentir cuerpo y mente relajados ahuyentando el estrés.

Los ambientes donde la música se comen las palabras en una conversación, y hay que comunicarse a gritos, ya saldrá a la palestra, lo pernicioso que es, estamos ante un peligro para la audición,  hemos de tener cuidado en la medida de lo posible.

El silencio muchas veces es un aliado en nuestro asueto y descanso al  dedicarnos a cualquier hoby por ejemplo,  no es lo mismo leer en un ambiente silencioso,  que hacerlo donde reina la algarabía y el jolgorio, por ello un ¡viva! a las bibliotecas, que nos parecen templos donde lo que priva es ese silencio de categoría, que arropa, que ayuda y relaja, sitio muy querido, gracias a Dios por la juventud donde, encuentran esa ayuda entre sus paredes para concentrarse.

Comprobado  ese ambiente relajado  es donde más se asimila lo estudiado y naturalmente, los brindis, los bailes, pasacalles, son la alegría de nuestros sentidos de nuestra almas,  toda clase de fiestas son necesarias para la evasión, hoy no toco ese tema y no me centro en ello más que de soslayo, es bueno y es necesario compaginarlo con el descanso debido.

El equilibrio humano se consigue viviendo la armonía que en cada momento necesitamos.

Vamos a entrar otra vez en el relax.

Escuchamos a menudo estos imperativos:

¡Silencio, se rueda!

¡Silencio el niño está dormido!

¡Silencio en la sala!

¡Silencio, niños!

Son momentos especiales y hermosos cuando lo escuchamos, es más, mejor si  los cumplimos con gusto, bueno y ¿no es una gozada disfrutar del  vaivén de las olas, del roce de las ramas de los árboles ante la brisa o el agua cantarina, que casi son parte del silencio?

Todo  esto consigue el premio de que estos sonidos tan sutiles, propicie en nuestro  interior, una disposición para oír la voz de Dios a unos y  en otros, sentir y disfrutar con más intensidad  las bondades naturales del entorno.

Bueno, que sí, que lo sabemos que todo no es silencio en nuestra  vida, pero  lo que intento  resaltar, es que sea un aliado para nuestra salud.

Ahora un poco de romanticismo, los diálogos sin palabras sólo pueden realizarlos las personas que se aman y comprenden  ¿no es hermoso?

Lo del silencio en nuestras vidas es una joya, lo necesitamos para fortalecer las raíces de nuestra personalidad.

Le doy mucha importancia, debido a que soy parlanchina y cuando logro sentir las mieles de la paz silenciosa, me ayuda a reflexionar y consigue motivarme, para andar por la vida con propósitos nobles, continuamente renovados.

Se ve que el silencio nos interpela, quiere dejarse amar y tal vez por ello nos encanta visitar lugares donde la vorágine de las prisas, brillan por su ausencia y es que éste, es relajante y necesario.

Ante un lugar silencioso nos preguntamos  ¿si parece que estamos en “La Edad Media”? si aquí el  tiempo está parado? estos sitios son antidepresivos naturales.

Nos falta escuchar en nuestro interior una nana, leyendo tanas veces la palabra clave de este artículo.

Bueno, sabemos que nos gustan las mascletás, los fuegos artificiales, conciertos, el ajetreo del  trabajo, o sea nos gusta la vida agitada, pero dejemos huecos  al silencio, para saber disfrutar lo que éste conlleva.

Vuelvo a echar mano de Wikipedia y he resumido:

Que el silencio tranquiliza la mente, elimina la ansiedad y el estrés, cambia la irritabilidad en energía positiva, controla la tensión arterial, es uno de los mejores remedios para el dolor de cabeza y la migrañas, es un gran aliado para el sistema inmunológico, consigue bajar las pulsaciones, regenera células cerebrales, ayuda a tener buena memoria, que lo facilita la reestructuración del hipocampo, porque  cuando el cerebro descansa está listo para la creatividad, la ausencia de sonido produce más relax que la música más relajante y muy importante cuando estamos dormidos, si nuestro entorno es muy ruidoso, nuestro cerebro  produce hormonas de estrés.

La bióloga Inke Kriste nos asevera que a corto plazo el silencio posee  impactos duraderos  y descubrió que dos horas al día de silencio puede hacernos más inteligentes.

No puedo sustraerme de algunos grandes pensamientos, de varios  grandes hombre como:

“El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”  (Aristóteles)

“El silencio es la réplica más aguda” (Chesterton)

“Los silencios no prestan testimonios contra nosotros mismos.” (Aldous Huxley)

“Cuando hables procura que tus palabras sean mejores que tus silencios”. (Proverbio hindú)

“Escucha, serás sabio, el comienzo de la sabiduría está en el silencio” (Pitágoras)

Ante estas cinco joyas, no puedo añadir nada más, me callo.

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