Una raya de coca peruana

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Es difícil saber el origen de la coca que se consume actualmente en España, los análisis genéticos aún no han llegado a ese nivel de eficacia, pero se pueden hacer conjeturas. Las posibilidades no son tantas y estos días se dirime si uno de los mayores proveedores mundiales aumentará su producción o, por el contrario, la reducirá; acabar con ella o su consumo es una ilusión.

Perú tuvo durante el siglo XX a una de las más importantes figuras políticas de Hispanoamérica, Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador del APRA, al que las componendas políticas, o simplemente los golpes de estado, impidieron en varias ocasiones desarrollar su ideario como mandatario y con ello mejorar el país, que durante décadas ha vivido en el marasmo político.

En los últimos años asistimos a un sainete de destituciones presidenciales por asuntos de corrupción, a manos de un parlamento con altísimos niveles de corrupción, que han llevado a unas elecciones en las que un recién llegado marxista populista, el maestro rural Pedro Castillo, parece que alcanzará la victoria, cuando se aclaren las impugnaciones, sobre una liberal populista, Keiko Fujimori, hija del antiguo presidente hoy encarcelado, y también ella con cuentas con la justicia.

El caso es que durante la campaña nos enteramos de una horrenda matanza llevada a cabo por algunos restos del terrorismo de carácter maoísta, Sendero luminoso, liquidado por Fujimori padre y hoy reconvertidos en intermediarios entre productores de hoja de coca y los cárteles de la droga. Sucedió en el VRAEM, el valle de los ríos Apurimac, Ene y Mantaro, una región que, dicha así, a casi nadie le dice nada pero que, en realidad, tiene históricas connotaciones hispanas pues ocupa parte de las regiones de Cusco, Junín, Huancavelica o Ayacucho; lugares donde los españoles se batieron con mejor o peor fortuna durante las guerras de emancipación americana para luego ser figuras de la historia de España, como don Baldomero Espartero. Hoy la guerra es otra.

Castillo promete cambiar la Constitución, como hiciera su vecino Evo Morales, llevando con ello a Bolivia, por donde sale la coca peruana para abastecer Argentina y Brasil antes de enviar el sobrante hacia Europa, al tercer puesto mundial en producción de esa droga; o como hiciera Chávez, llevando a Venezuela a su mayor penuria social, política y económica desde que es república, todo ello con Fidel Castro como referente. Algo para preocupar en el caso peruano, hasta ahora un bastión de la ortodoxia económica en comparación con el resto de Iberoamérica.

Perú es un gran país, con una democracia consolidada pero sometida a tremendas presiones; la mayor quizás las profundas desigualdades en su sociedad que perpetúan la inestabilidad y que hacen que las posibilidades de que esa raya de coca tenga ese origen aumenten cada día, a medida que el populismo marxista se aproxima a la sede del poder limeño.  

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