jueves, abril 18, 2024

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Yo personalmente estoy en contra, pero…

El 15 junio la ONU quiere aprobar un documento en el que se compromete a asegurar el acceso universal al aborto “legal y seguro”.

El 10 de junio, Andrés Velázquez, publicó en Hispanidad.com que EL NOM, por medio de la ONU, insiste: hay que aprobar el aborto en todo el mundo. Vale la pena leer el documento.

https://www.infosalus.com/actualidad/noticia-onu-pide-libre-acceso-aborto-seguro-legal-todo-mundo-cuestion-derechos-humanos-20190927132220.html

IMPIDAMOS QUE CAIGA UN MURO DE SILENCIO SOBRE EL ABORTO

Recuerdo que en el mes de septiembre de 1989 (ha llovido mucho) se produjo un gran escándalo en la escuela estatal Gabriel Havez, situada en Creil, uno de los suburbios de París. Tres alumnas musulmanas de origen tunecino, Leila, Fátima y Samira, de 13, 14 y 15 años respectivamente, se habían empeñado en llevar, dentro del colegio, su tradicional hidjeb, un velo o chador con el que las mujeres chiitas se cubren la cabeza y el cuello. El director les exigió que se lo quitaran para asistir a clase, y ahí comenzó una de las polémicas en torno al laicismo y la laicidad más interesantes de la historia contemporánea.

El director invocó la ley: sólo quería –argumentaba– “preservar la laicidad de la escuela”. Pero las tres alumnas se negaron en redondo a quitarse el hidjeb. Y a finales de septiembre el Consejo de administración del centro decretó su expulsión temporal.

El Consejo basaba su decisión en una circular ministerial del 15 de mayo de 1937, en la que se ordenaba “mantener la enseñanza pública a cubierto de toda propaganda “confesional “ y en la que se prohibía “cualquier forma de proselitismo” .

Las alumnas se defendían: ellas no hacían propaganda de su religión; no la imponían a nadie; simplemente llevaban un pañuelo por motivos religiosos.

  • ¿Qué representa realmente el velo para vosotras? -les preguntaron en una entrevista-
  • Protege el pudor de una mujer. Es una prenda como las otras.
  • ¿No es un signo religioso?
  • Ciertamente. En el Corán se dice que hay que llevarlo. Si no estuviera escrito, no se llevaría.
  • Tú has nacido en Compiègne. Eres francesa. ¿Quieres seguir en Francia cuando seas mayor?
  • Sí, es mi país, es aquí donde he nacido.
  • ¿No es normal que los símbolos religiosos y políticos estén prohibidos en la escuela pública?
  • No, no es normal. Por otra parte, muchos los llevan. Los judíos llevan al colegio la estrella de David. No comprendo por qué no se nos acepta . No comprendo por qué el director no nos quiere en la escuela, cuando hay alumnas con minifalda e incluso que fuman y se drogan en el WC. Nosotras no fumamos ni nos drogamos. Somos chicas honestas, no somos integristas, somos serias.
  • ¿Vas bien en la escuela?
  • Sí, tengo buenas notas. Quisiera estudiar medicina.
  • ¿Es más importante para ti llevar velo que seguir normalmente la escuela?
  • La religión está antes que la escuela. No voy a ir a la escuela sin velo y dejar a Dios a un lado. No voy a dejar a Dios a la puerta de la escuela. Él está siempre conmigo en clase. Está con todos, siempre.
  • ¿Sabes qué quiere decir la palabra laicidad?
  • No. Para mí los alumnos no son laicos. Es la escuela la que es laica. Los alumnos tienen derecho a vestirse como quieran.
  • Se os reprocha que al llevar el velo hacéis una especie de publicidad a una religión musulmana.
  • Llevo el velo en el colegio desde hace dos años y no sé de ninguna francesa que se haya hecho musulmana.

El 8 de octubre el ministro de Educación Nacional tomó cartas en el asunto. Afirmó que “la escuela debía ser un lugar de acogida y no de expulsión”, y recomendó la vuelta de las alumnas -que se encontraban en un periodo de escolaridad obligatoria-, al colegio.

En muy poco tiempo, el país se inflamó en una polémica de amplitud insospechada, gracias a un poderoso despliegue de los medios de comunicación. Escribía Rafael Serrano- “Por muy pública que sea una escuela, sus alumnos no forman parte del patrimonio nacional, de suerte que no ofenden a la laicidad del Estado por llevar símbolos de religión. Resulta sorprendente que en el mundo occidental, donde la publicidad proclama: Viste como quieras. Como lo es que el significado de una prenda de cabeza suscite una reacción tan contundente en un país que precisamente ese año – aducía Serrano a los festejos conmemorativos de la Revolución Francesa– han hecho pública exaltación, nada menos que en los Campos Elíseos, del gorro frigio. ¿Es que los signos externos de la fe, a diferencia de los republicanos, son demasiado hirientes para la sensibilidad del espectador secularizado?

Esta mentalidad afecta a la conciencia de muchos creyentes, que se cuestionan “¿Hasta qué medida, en cuanto ciudadano, estoy obligado a aplicar las normas morales de la Iglesia en el campo de la política? Porque yo, personalmente estoy en contra; pero ¿hasta qué punto debo defender esa idea en la que creo en las leyes y en la política…?

 Para poder responder a esta pregunta, hay que resolver primero si la materia en cuestión afecta a la moralidad privada, o tiene significativas consecuencias sociales. Pues hay otras materias que tienen una dimensión social, porque no afectan sólo al sujeto interesado. Y en esos casos, la razón del personalmente en contra se quiebra por su base.

Por ejemplo, en el caso del aborto. Están en juego los derechos del feto, los de la madre, y los de las otras partes interesadas o afectadas. Por eso no es aceptable la postura de aquellos políticos que afirman: “Yo personalmente, me opongo al aborto; pero apoyaré una ley que prohíba o restrinja el aborto, porque no quiero imponer mi moral a los demás”.

Esa declaración equivale a decir: “Yo, personalmente, me opongo al mal; pero no pondré en practica lo que es necesario para impedir que otros hagan mal a terceras personas”.

Otros creyentes buscan un nuevo subterfugio y dicen: “personalmente, me opongo al aborto; pero, como ya está legalizado, apoyaré la ley”

Cuando un político que se considera creyente afirma que está “personalmente en contra, pero…” cae en un lamentable contrasentido. Puede que lo diga sinceramente: pero no es más que una sincera confusión.

Hay una segunda variación sobre el mismo tema. La del que dice: “Yo personalmente, estoy en contra del aborto; pero hay que ser realista: no creo que se pueda impedir por ningún modo legal. Sería imposible aprobar una ley contra el aborto, y además resultaría contraproducente. Como responsable político, no pienso tomar ninguna medida”.

También en esos casos el planteamiento puede ser sincero; pero no impide que esté también sinceramente equivocado. En el caso concreto de los católicos, no pueden desentenderse de este asunto con una postura de este tipo. Es como si dijeran: “Me consta que se está matando a gente inocente, pero como los que lo hacen no parecen dispuestos a cejar en su empeño, no intentaré impedirlo”

La postura recta y moral resulta clara: cuando una persona cree verdaderamente que se está cometiendo una injusticia grave contra alguien, tiene obligación grave de intentar impedirla. Si no fuera así, debería existir un principio moral que dijera: “haz el bien únicamente cuando creas que vas a tener éxito”.

 Eso significa que se debe actuar siempre de acuerdo con la propia conciencia, iluminada –en el caso de los católicos– por el conocimiento de la fe, formada y fiel a las enseñanzas de la Iglesia. De este modo se evita el peligro del subjetivismo: el peligro de pensar que, a fin de cuentas, es la propia conciencia y no la verdad objetiva lo que determina lo que está bien o lo que esta mal, lo que es cierto y lo que es falso.

Surgen entonces tres interrogantes: ¿Puede la Iglesia enseñar sobre temas de carácter público o político? ¿Qué es, en ese caso, lo que la Iglesia puede enseñar? ¿Dónde queda entonces la libertad del católico al intervenir en la vida pública?

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