100 AÑOS SIN LA DIVINA SARAH

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Quien es incapaz de sentir fuertes pasiones, de ser sacudido por la ira de la vida en todos los sentidos de la palabra, nunca va a ser un buen actor

Sarah Bernhardt

Ella no se transformaba al salir al escenario, sino que lo transformaba ella. Sarah Bernhardt murió un día como hoy de 1923, hace ya 100 años y dejando 61 de carrera en los escenarios y ante las cámaras, rompió el molde en todos los aspectos.

Desde sus primeros años, Sarah concibió la vida como una lucha sin cuartel. Fue una mujer de su tiempo, del II Imperio Francés y de la Belle Époque, donde lo que importaba era el dinero y el ascenso social, y todo ello le dio las fuerzas suficientes, así como la firme creencia en sí misma de que rompería cualquier muro que se le pusiera por delante, y así fue.

Sarah vivió también una época de constantes cambios, murió con casi 80 años no lo olvidemos, así como distintas etapas en la historia de Francia, pues ella nació en los últimos años de la Monarquía de Julio (1830-1848) y vivió todo el período de la II República Francesa (1848-1852) el II Imperio (1852-1870) la Belle Époque (1871-1914) y los Felices Años 20 (1922-1929) acompañadas de la Guerra Franco Prusiana (1870-1871) y la I Guerra Mundial (1914-1918)

Sarah nació en París el 23 de octubre de 1844, siendo hija de Judith-Julie Bernardt, una cortesana de lujo. Sobre el padre de Sarah siempre se rumoreó que pudo ser el Duque de Morny, hermanastro del luego emperador Napoleón III.

Sarah pasó los primeros años de su infancia en Bretaña con un ama de cría, después del francés el bretón fue su segunda lengua, hasta que en 1851 su madre la envió al internado Fressard de Auteuil, por aquella época Sarah sufrió una caída que le lastimó la rodilla, la cual nunca llegó a sanar del todo. Dos años más tarde entró en el colegio conventual de Grandchamp, cerca de Versalles, allí permaneció hasta 1859 cuando fue expulsada, y allí descubrió su pasión por la interpretación en las funciones escolares que realizaban las alumnas con las religiosas. También aquí fue bautizada e hizo la primera comunión. El ambiente místico del colegio le hizo plantearse el hacerse monja.

En 1860 ingresó en el Conservatorio de París iniciando su carrera como actriz, la cual dio un paso agigantado cuando en 1862 ingresó en la Comédie-Francaise, donde su primer papel, Ifigenia, de Jean Racinne, cautivó al público.

Sarah en 1864

Dos años más tarde Sarah posó para el célebre fotógrafo Nadar en su estudio, y aquel mismo año conoció a su primer amor, el Príncipe belga Maximiliene de Ligne del cual se quedó embarazada, teniendo a su único hijo Maurice el 22 de diciembre de ese mismo año. En cuanto supo del embarazo Maximiliene la abandonó y Sarah crió a su hijo sola. En 1866 fichó para el teatro Odeón, llegándole su primer triunfo en 1869 con el papel de Zanneto en la obra El Caminante, de Francois Coppée. Ese mismo año inició una relación con Charlie Haas, pero la pacífica y lujosa vida de Sarah se vino abajo con el estallido de la Guerra Franco-prusiana que desembocó en el destronamiento de Napoleón III y los horrores de la Comuna. En ese tiempo Sarah había ofrecido su casa como hospital de campaña y trabajó como enfermera, pero abandonó París ante el avance de los prusianos y se refugió en el interior de Francia con su hijo, familiares y amigos.

Sarah regresó a la capital en mayo de 1871, encontrándose todo arrasado a su paso por el fuego y la guerra pero no se vino abajo y poco a poco, mientras París se recuperaba, los teatros reabrieron y Sarah triunfó en 1872 con Ruy Blas de Víctor Hugo. Dos años después, tras triunfar con Fedra, la

nombraron socia de la Comédie-Francaise hasta que en 1880 la abandonó y fundó su propia compañía. Ese mismo año y debido al éxito y a su apabullante situación económica Sarah realizó su primera gira por Estados Unidos.

Y entonces, pareció que llegó el amor verdadero, y en la figura del militar adinerado y actor Arístides Damalas, de origen griego, con quien Sarah se casó en 1882, incluyéndole en la compañía, pero las infidelidades no tardaron en llegar por parte de ambos y a ello se le sumó la adicción de su esposo a la morfina.

En 1884 Sarah triunfó con La Dama de las Camelias pero mientras le llovía el éxito se le recrudecían los problemas con su esposo y los problemas económicos de su compañía, por lo que decidió partir de nuevo de gira y esta vez dando casi la vuelta al mundo. El viaje los llevó desde Londres a Moscú, Roma, Bucarest, Berlín, Atenas y a Estambul y el Cairo. Le siguieron Australia, Hawaii, Cuba, Brasil, Perú, Chile y Argentina. Gracias a ello Sarah salvó a la compañía de la ruina.

En 1889 murió su esposo de una sobredosis y Sarah lo enterró en Atenas, en una tumba con una escultura griega que ella misma talló, pues aparte de ser actriz fue pintora y escultora. Siempre se reinventaba, rendirse no iba con ella.

Hacia 1899 Sarah, instaló definitivamente su compañía en el Teatro de las Naciones, rebautizado como Teatro Sarah Bernhardt y el cual sigue abierto hasta hoy. Con la llegada del cine Sarah vio en ello una nueva oportunidad de reinventarse como actriz, y no solo como intérprete, ella misma llegó a dirigir varias películas en las que también actuó con casi 60 años ya.

En 1907 publicó sus memorias: Mi doble vida, sin embargo en esos años ya la rodilla le empezaba a molestar cada vez más, recrudeciéndose los dolores, aún así no tenía pensado en retirarse.

En 1914 durante el rodaje de una película Sarah se hirió en la pierna que llevaba años molestándole y en febrero de 1915 tuvieron que amputársela debido a su empeoramiento, pero la actriz apenas se recuperó inició una gira por las trincheras para dar ánimos a los soldados franceses en la I Guerra Mundial, por ello le fue concedida la Legión de Honor.

Su mayor deseo fue morir en el escenario, su campo de batalla, y fue durante el rodaje de una película en marzo de 1923 cuando sintió que su hora había llegado al sentirse muy cansada. Sarah falleció en brazos de su hijo Maurice en su casa de París, el 26 de marzo de 1923 a los 79 años, la causa de la muerte fue un ataque de uremia. 150.000 franceses acudieron a su entierro.

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