La Jota es un baile popular que, en sus diferentes variantes, se da en casi toda España y aunque no debe ser tan antigua como se cree, al menos Cervantes, que cita muchos bailes en el Quijote, no la nombra, ha cogido tanta fuerza que la aragonesa se toma por muchos como referente nacional cuando se habla de folklore español.
Algunos estudiosos dicen que nació a partir de coplillas durante los Sitios de Zaragoza y río arriba llegaría a las tierras de Navarra, donde alcanzaría gran difusión por todo el reino para ser en la Ribera donde se desarrollaría con identidad propia diferenciada de la aragonesa, convirtiéndose en lo que hoy se conoce como Jota navarra.
Es esa tierra, Navarra, la gran pieza que siempre ha buscado el nacionalismo separatista vasco. Cuando trabajé allí, al principio de los 80, Pamplona vivía arrinconada por, entre otros, Mercedes Galdós y sus colegas asesinos que acabaron con la vida de 17 personas, entre ellas un niño, y por las que pagó con 19 años de prisión, apenas un año y poco por cada vida segada. Entonces los objetivos políticos de sus pistolas estaban en el Ejército y las FCSE, pero también socialistas y populares pagaban su precio. Hoy, algunos, parecen querer olvidarse. Para eso de la memoria es más importante lo de hace 80 años.
El PNV lleva intentando ganar terreno sin desmayo desde la transición. Hasta puso de Lendakari a una mesa camilla navarra como Carlos Garaicoechea; aunque el braserillo les prendió las faldas y casi arde la casa. Después compraron un traje nuevo y se camuflaron tras él como Geroa Bai. Y al paso los partidos constitucionalistas, incluyendo la Unión del pueblo navarro, UPN, iban perdiendo fuelle, tanto que en la anterior legislatura Geroa Bai ha gobernado Navarra y Bildu, la heredera de Batasuna, Pamplona.
En los últimos tiempos el PSOE, varias veces al frente del gobierno navarro, había tocado fondo en cuanto a representación y por eso María Chivite, cabeza del socialismo navarro, se había pasado la anterior legislatura en un ataque furibundo y continuo a las posiciones nacionalistas de todo tipo, y sobre todo, parar la euskaldunización de Navarra. Había que recuperar el terreno perdido durante años de paños calientes en esas mismas relaciones, tanto en Navarra como en el País Vasco, donde son colaboracionistas conscientes.
Esta política parece haber funcionado pues en las recientes elecciones el Partido socialista navarro se ha colocado como segunda fuerza, a mucha distancia de UPN, ganadores de las elecciones, y eso ha animado a Chivite a apostar a lo grande. Sus votos le han dado la presidencia del Parlamento navarro a Geroa Bai y ahora salta la noticia, previsible, del acuerdo para gobernar Navarra con los peneuvistas y los podemitas, y claro, la necesaria abstención de los herederos de Batasuna. Todo ello pese a las ofertas de los votos de UPN a Sánchez para su investidura. El PNV pesa más.
Hace casi cuarenta años, cuando yo llegué a Pamplona, empezaba la lenta implantación de las ikastolas en Navarra, al principio en las zonas de tradición vascuence, hoy en todo el territorio. Ese proceso, el de la implantación del nacionalismo a través de las aulas, el mismo que se ha producido en Cataluña, está corriendo en Baleares y comienza el recorrido en Valencia, necesita del mismo tiempo, cuarenta años, para recorrerse a la inversa, y eso siempre y cuando haya voluntad de recorrerlo, lo que no parece que vaya a ocurrir en los próximos cuatro años en Navarra de ahí que no pueda imaginarme a los de la Ribera cantando jotas navarras en vascuence por eso me temo que estamos ante el adiós a las jotas en Navarra.