El poder en Cuba, para el que no lo sepa, está en manos de Raúl Castro, aunque nominalmente sea Miguel Díaz Canel el que ocupa la presidencia. El sistema político cubano lleva 60 años largos de dictadura militar de carácter personalista, también se le puede llamar autocracia, aunque como mejor se le describiría sería denominándole como “castrismo”, así, a secas; castrismo fidelista antes y raulista ahora, pero siempre castrismo.
Dentro de ese sistema político, al que sin duda hay que reconocer una enorme resistencia, la columna vertebral está en el Ejército, el MINFAR, Ministerio de las fuerzas armadas, al que se subordina el ministerio del interior desde que en 1989 las componendas de Fidel con Pablo Escobar, el narcotraficante, estuvieron a punto de conseguir que los USA tuviesen una buena razón para invadir la isla. Aquello se zanjó con el control del ministerio del Interior por el Ejército, el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa, que ya comenzaba a estorbar a los Castro, y, coincidiendo con el “Periodo especial”, que entonces se iniciaba, la entrada independiente del MINFAR, liderado por Raúl, en el mundo de la economía cubana.
Ese proceso lo gestionó, como jefe de estado mayor, Julio Casas Regueiro, después ministro cuando Raúl sustituyó a Fidel, quien tenía como mano derecha a un entonces joven general Álvaro López Miera, gijonés de origen, hijo del intelectual comunista exilado en el 39, Julio López Rendueles. Santiagueros ambos, como los Castro, y, sobre todo, miembros del conocido como 2º Frente, el que Raúl mandaba durante la insurgencia revolucionaria, y, por lo tanto, fidelísimos de este.
Hoy Álvaro López Miera es el ministro de defensa, y no solo dirige la seguridad, también el 60% de la economía cubana, sin control parlamentario o de la contraloría general de la república, su Tribunal de cuentas, que hasta allí existe aunque poco controle. De forma que no es de extrañar que el presidente Biden se haya fijado en él a la hora de mandar su mensaje a la isla, a Iberoamérica y, sobre todo, a los votantes de Florida, clave en todas las elecciones yanquis.
Es novedosa la sanción personal, para lo que Biden emplea una ley diseñada para los rusos, y puede que sea el inicio de algo nuevo, aunque la primera conclusión es que la posible “apertura”, respecto a las políticas de Trump con Cuba, no es probable que se vea a corto plazo, pues si los izquierdistas dentro de su partido son molestos, mucho peor sería dejar ese flanco al descubierto para que los republicanos se cebasen en él.
López Miera no es probable que tenga cuentas en los USA, ni tampoco piense en viajar allí; quizás lo haga algún día a Asturias donde aún tiene parientes, pero siempre es inquietante estar en las listas de los USA.