Día grande en Washington con la toma de posesión del presidente Biden, con un gran discurso en el que la palabra unity, unidad, ha sido la más usada, con referencia también a la indivisibilidad de la nación, algo a lo que también se refirió, en castellano, Jennifer López, participante como Lady Gaga en el evento. Un conjunto de actos que, por muchas razones, suponen un hito negativo en la historia de esa gran nación.
En la dirección de salida se marchaba Trump, con el acompañamiento de su numerosa familia, haciendo comentarios que no auguran facilidades para el nuevo presidente puesto que el peso de sus millones de votantes, y también los millones de dólares recolectados en estas últimas semanas, prometen batallas de todo tipo si es que sus, hasta hoy, correligionarios del partido republicano no se encargan de cortar su posible recorrido político con el proceso de impeachment. Por ese lado poca unidad cabe esperar.
Aquí casi todo el personal, o parte de él, se muestra optimista con Biden. Buscan, y supongo que la encuentran, una cierta equiparación entre republicanos-demócratas y derechas-izquierdas pero, la realidad es que la brecha en Norteamérica está entre más gobierno para los estados o más gobierno federal. Algunos esperan un cambio radical en las políticas de los EEUU pero, me temo, los cambios, de haberlos, serán paulatinos y mesurados; el aislacionismo del “América first” trumpiano no mudará de un día para otro y los esfuerzos del presidente se centrarán en recomponer lo que la polarización de estos últimos años, desde antes de la llegada de Trump, ha roto allí.
A mí, la contemplación de los actos en la pantalla me deja un cierto optimismo en relación con el líder que Occidente espera; los Estados Unidos, cuya hegemonía parece empezar a ser desafiada en distintos ámbitos por diferentes actores, envía una vez más el mensaje más importante: su sistema político de democracia representativa es fuerte y capaz de salir delante de nuevo, es resiliente y está por encima de las personas. Este es el mensaje que hoy lanzaba el presidente Biden a sus conciudadanos.
La enorme polarización de estos últimos años, división si ustedes prefieren, es la gran debilidad del imperio; la gran tarea a resolver una vez solucionado el problema del coronavirus, y sin duda la principal preocupación del presidente de mayor edad en la historia del país que, es probable, delegará más competencias de las habituales en la vicepresidenta Harris, dándole una mayor visibilidad de la que el puesto suele otorgar y, de paso, preparando el camino para su relevo tras cuatro años de una presidencia que, a buen seguro, no será fácil.
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