viernes, abril 19, 2024

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La inmadurez de Europa

Sobre la Unión Europea, y sus antecedentes desde la Europa del Carbón y del Acero, se han escrito, y se seguirán escribiendo, todo tipo de tribunas, ensayos y tratados; hoy estamos ante un nuevo hito que el comisario europeo Thierry Breton, encargado de anunciarlo el pasado miércoles 30, calificó como un cambio de paradigma para la Unión. Veamos.

Se trataba de anunciar la puesta en marcha del Fondo de Defensa Europeo, 1200 millones de euros en 23 áreas que supondrán un tremendo impulso en la industria y en la dotación de su defensa; enteramente con fondos comunes europeos. Algo que es, sin duda, un enorme salto en la construcción de esa imprescindible defensa, si es que Europa quiere, verdaderamente, convertirse en un actor creíble en la seguridad mundial. Y si no, preparémonos para su entierro.

Con esta iniciativa es muy probable que demos un gran salto en cuanto a nuestras capacidades, pero las armas y los equipamientos no sirven de gran cosa si no hay una voluntad clara de emplearlos. Me viene a la cabeza aquello que decían a los oficiales cuando recibían su sable: “no lo uses sin razón ni lo envaines sin honor”; con los ejércitos sucede algo parecido, necesitan una voluntad política que tenga bien definido el significado de la disuasión, el viejo “si vis pacem para bellum”, algo que no parece que suceda en el caso europeo.

Estamos en pleno cambio del Pivote geográfico de la historia desde Eurasia hacia el lejano Pacífico. El gran juego no está ya en las mesetas y altiplanos más allá de los Urales, todo se jugara en torno al Mar de la China; allí donde este gran país ejerce su presión y donde tarde, o quizás más temprano de lo que pensamos, confrontará con los EEUU. Europa queda en una esquina, aunque una esquina muy ventosa que requiere de abrigo y paraguas.

En África el coctel de falta de gobernanza, yihadismo y presiones económicas chinas genera una constante presión hacia el norte que se manifiesta en una creciente presión migratoria y en estados fallidos como Libia y Siria; todo ello confluye, a través del Mediterráneo, en Europa, con Grecia, Italia y España como paganos iniciales. En el Cáucaso, Rusia y Turquía, ya presentes en los dos países mencionados, mantienen su histórica rivalidad como vimos recientemente en el Alto Karabaj. Ucrania, tras la mutilación de Crimea a manos de Putin, sufre la sangría del Dombas mientras mira, dubitativa, hacia la UE. En el Báltico la creciente presión rusa hace que la OTAN mantenga un despliegue de unidades en el que también España participa. Y pronto llegará la hora del deshielo ártico, con lo que ello implica para la geopolítica mundial.

Los paladines de la voluntad europea parecen ser Merkel, a punto de irse a su casa, y Macron, con un más que incierto futuro electoral, lo que nos deja, pese al Fondo Europeo recién creado, con una sensación de zozobra que solo un claro avance en la construcción de la Europa política puede disolver. Veremos que pasa.   

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