domingo, octubre 13, 2024

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La Supremacía de un Estado

La supremacía de una comunidad; la catalana, en este caso, y la del Estado que nos ha tocado, me genera opiniones encontradas, ¿cómo se quedan las otras comunidades? El eslogan utilizado “Espanya ens roba” fue una buena artimaña para engañar a los catalanes. Les incitaron con un eslogan un excelente márquetin para que pensaran que su dinero se lo llevaban el resto de comunidades, siendo los foráneos de Cataluña, quienes mantenían a un Estado entero con su sudor y su sangre.

Después vino la supremacía de tener genes que no correspondían con los compatriotas, así como ningún lazo con la historia de una España, siendo ellos incluso los herederos de Cristóbal Colón, más afines su ADN a los países del norte de Europa que a sus paisanos aragoneses, quienes, por lo visto, no deseaban en ningún momento separarse de España.

Lo que ha sucedido en el hemiciclo, ha sido bochornoso, ahora ¿quién roba a quién? me pregunto, siendo mujer y rubia, eufemismo sin querer ofender a nadie, puede que no entienda mucho de política, que no sepa todos los nombres de los políticos y que de la historia de España me falten algunos capítulos. Sin embargo, ha sido degradante que siete escaños de Junts, un partido golpista y con su cabeza pensante, si alguna vez lo hizo, fue cuando huyó en el maletero de un coche, imponga a un país sus normas y decida el futuro de unos españoles que pasarán a ser de segunda. Ahora no les roba nadie, parece ser, y ellos son los que están metiendo la mano en la chaqueta del vecino, si así se puede llamar al foráneo de otra comunidad que no tiene nada que ver con el catalán. Examinemos este tema desde diversas perspectivas para comprender sus implicaciones.

Bajo mi punto de vista, la supremacía del estado y de Cataluña se han unido en el concepto de soberanía, que sugiere que un gobierno tiene el derecho exclusivo de ejercer autoridad y control sobre un territorio determinado. Este poder se deriva del consenso de un Presidente que solo quiere estar cuatro años más en la Moncloa, agarrado a su sillón y de otro President fugado que quiere volver victorioso, sin ninguna imputación judicial, y encima tendremos que pedirle perdón, por su exilio. Deberemos de indemnizar a los que estuvieron en la cárcel, por dar un golpe de estado, y obviar el dinero que se llevaron y diversificaron en cuentas de otros países, así como en sus propios bolsillos, ya que uno de los acuerdos es derogar la malversación. Podré ser rubia, pero en mi concepto de honradez, no entra llevarse el dinero de los contribuyentes, ni mordidas del veinticinco por ciento, tal y como dijo el Sr. Maragall, puede que fuese el Alzheimer que por desgracia sufre, o un arrebato de honradez, quién sabe.

A este estado supremacista, como le llamo, le importa muy poco la población, así como la Constitución. La forma de ejercer esta Supremacía tendrá sus consecuencias, o eso espero, por el bien de una España sin que haya desigualdades ante las comunidades.

El estado supremo que ahora gobierna, quiere implementar políticas y tomar decisiones a golpe de decretazos, sin garantizar seguridad en las calles, produciendo cada día más hartazgo en la población, habiendo un desequilibrio en las clases sociales, quienes irán empobreciéndose día a día, y provocando que haya dejado de creer en la Constitución y todos los códigos éticos.

La historia ha demostrado que la supremacía del estado puede convertirse en un riesgo cuando se abusa de ese poder.

Históricamente, regímenes autoritarios y totalitarios han surgido bajo el pretexto de la supremacía estatal. En estos casos, el gobierno ejerce un control absoluto sobre la vida de sus ciudadanos, limitando las libertades individuales, restringiendo la libertad de expresión. Al periodismo que crítica sus actos, dejarán de asistir a unas ruedas de prensa, para no alzar la voz. Este Estado, irá suprimiendo la oposición política. Ejemplos como la Alemania nazi o la Unión Soviética ilustran los peligros de un estado en busca de una supremacía total.

La supremacía del estado también puede manifestarse en formas más sutiles; como en democracias representativas donde el gobierno, elegido por el pueblo, tiene una gran influencia y capacidad para tomar decisiones.

La concentración excesiva de poder en manos de unos pocos, Junts, solo tiene 800.000 votos, y son, junto a Bildu, seis escaños, son quienes gobiernan a este país, en primera línea, aunque para muchos solo sean apoyos. Son los que están llevando desde la segunda línea todo un régimen dictatorial. Esto nos está llevando a prácticas antidemocráticas y desigualdades sistemáticas.

En contraste, algunos defensores de la supremacía estatal argumentan que es esencial para mantener la estabilidad y el orden en la sociedad. Un estado debe de proporcionar servicios públicos eficientes, garantizar la seguridad nacional y abordar desafíos económicos y sociales de manera efectiva. Sin embargo, este Estado, y sus gobernantes, porque no hay uno, realizan todo lo que les viene en gana, únicamente para beneficiarse ellos y sus aliados.

El estado, en última instancia, decide qué comportamientos son aceptables o inaceptables, como por ejemplo ser un delito de odio aporrear una piñata de un muñeco con la figura del presidente de este Estado y que bajo artimañas ha decido que se considere delito de odio. Me pregunto si cuando quemaban fotografías del Rey, cortaban la cabeza a un muñeco de Rajoy o quemaban la bandera rojigualda a la que tantos defendemos no es delito. Sin embargo, cuando alardean una bandera ilegal, es libertad de expresión. Puede ser, mi ignorancia quién denote mi alfabetismo en una sociedad enfrentada por un pasado que muchos ni siquiera vivieron y que al parecer ocurrió hace unos meses, repito para muchos, soy rubia, y la Dictadura, debió de suceder hace poco. Aunque para mí, la única que hubo fue cuando unos exaltados, en el Parlamento de Cataluña, y en 2017, hace cuatro días, como dirían otros, decidieron proclamar una República, dictaron órdenes y la comunidad se fue al carajo. Las empresas se largaron, más de nueve mil, a las que ahora quieren castigar con impuestos, esto sí que es dictatorial. Cuando imponen la lengua catalana, sin dar opción a estudiar el castellano, y se adoctrina a los jóvenes en las escuelas, con que el Estado Español se queda con el sudor de sus padres. En la que los Centros Educativos, se han vuelto represores de los españoles y abogan por echar, junto a la Generatitat a la Policía Nacional y Guardia Civil, de este territorio, que es tan suyo como de ellos.

Es crucial reconocer que, en el Estado, haya separación de poderes, si es que alguna vez lo hubo, aunque ahora demuestra a simple vista no existir. ¿De quién depende la Fiscalía?

También, imploro en la importancia de un equilibrio adecuado entre la autoridad del estado y los derechos individuales. La supremacía estatal debe coexistir con mecanismos efectivos de rendición de cuentas, separación de poderes y protección de los derechos civiles para evitar posibles abusos.

En resumen, el desafío radica en encontrar un equilibrio que permita la eficiencia gubernamental sin sacrificar las libertades fundamentales, a pesar de esto, lo que estamos arrastrando es un Estado autoritario que le importa un bledo la sociedad, y solo mira por sus intereses; económicos, personales y demás. Dejando de lado a una sociedad en total desequilibrio, y sembrando injusticias por doquier, sin que se encuentre la estabilidad para poder vivir pacíficamente.

El odio que están sembrando es perceptible en la propia sociedad, quién es cada día más violenta, sin importarle el prójimo, sabiendo que en la gran mayoría de las ocasiones sus penas serán tan livianas que volverán a reincidir.

Este Estado que aboga según dice por la ayuda a las clases sociales con grandes problemas económicos, quiere desvincularse del delito de malversación, y que mejor que eliminar dicha pena. Así como también dejar a los sediciosos sin culpa, para poder volver a repetir y realizar otro golpe de Estado sin condena, solo les faltó, no sé si por falta de los que muchos alardean y estos no tuvieron bajar la bandera de España de la Generalitat.

Las ciudades fueron asediadas, y sobre todo Barcelona, durante dos años, 2017 y 2018, fueron las peores noches para una ciudad sin ley, sin que nadie ordenara cargar contra los opresores, y tuvieran los tanques de agua guardados y tapados para que por lo visto no hubiera opresión por parte del Estado, dejando a la Policía Nacional y a la Guardia Civil, totalmente indefensos. Lograron y lograrán vendernos tanto a la sociedad como a las Fuerzas de Seguridad de Estado por sus intereses políticos.

Esta es la Supremacía del Estado en la que estamos viviendo y nos quieren convencer que será lo mejor para todos.

Yolanda Trancho- Escritora

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