El día que empecé a leerlo leí al menos 10 capítulos y más de 100 páginas, no podía ni quería parar. Escrito en 1951 en el 32 aniversario de su partida al exilio, S.A.I Félix Yusúpov, que pasaría a la postre cómo un personaje fascinante, excéntrico y elegante, pero sobre todo por ser el asesino de Rasputín, revive la Rusia Imperial relatando la mitad de su vida.
Y así, cómo si abriéramos de pronto una puerta del tiempo, el libro nos engulle de lleno en una Rusia tan bella, fascinante, casi imposible de creer y nos arrastra a los palacios de la Familia Yusúpov en donde las obras de arte, antigüedades, joyas de valor incalculable y reliquias de todos los tiempos adornaban todas y cada una de las estancias por donde el Príncipe pasaría muchas veces y por donde tanto él como su hermano protagonizarían las típicas travesuras y trastadas de unos niños de su edad, si bien temerosos de la severa y represiva mirada de su padre, y bajo el amparo de su amorosa madre.
Anécdotas tan graciosas como las de vestirse de príncipe oriental y fingir una ejecución con sus criados en una sala de su palacio, que era igual a los de la Alhambra, o vestirse de mujer con las mejores joyas y trajes de su madre para acudir a los clubs y locales más selectos de París o San Petersburgo, en donde tuvo que rechazar de manera cortés la proposición de más de un caballero, al confundirlo con una dama, para luego regresar de incógnito a casa con su hermano y amigos de madrugada, a la espera de que su fiel sirviente con turbante le tendiera una escalera de mano para subir a su cuarto por la ventana para que su padre no lo descubriera, hicieron que se me saltaran las lágrimas de la risa y comentar: – Hay que ver que vida se daba su Alteza Imperial. Ya quisiera uno.
De la inmadurez a la seriedad que siguió al asesinato de su hermano en un duelo, al matrimonio feliz con la Princesa Irina, el nacimiento de su hija y finalizar con los horrores de la Revolución. No todo en el libro invita a soñar, detalles tan escabrosos y terroríficos cómo los del asesinato de Rasputín en un desesperado intento por salvar la corona hicieron que se me helara la sangre. La Familia de los Yusúpov era una de las más antiguas de Rusia, emparentados según algunos con el Gran Khan o con los emperadores de Bizancio, y más rica que la propia Familia Imperial de los Románov, según parece. Incluso en 1917, ya caído el Imperio, a Félix llegaron a ofrecerle la corona para salvar la monarquía, algo que él rechazó.
Fuera como fuera, acompañar al Príncipe en ese viaje invita a pensar en muchas cosas. En que al final los cuentos de hadas por muy bellos que sean acaban desapareciendo. La Familia de Félix sería una de las últimas en abandonar Rusia, y no faltaron momentos en que casi acaban cómo el desdichado Nicolás II y su familia, para no volver jamás. Solo pudieron llevarse un millón de dólares en joyas y dos pinturas de Rembrandt, lo único que conservaron de su inmensa fortuna y que les ayudó a subsistir en el exilio. El resto se quedaría en su palacio de Moika y caería en manos de los comunistas.
En 1951 el Príncipe decidió contar al mundo su historia y finalizaba con la esperanza de regresar a su país, si bien acompañada de cierto pesimismo e incertidumbre. Félix Yusúpov murió exiliado en París en 1967 a los 80 años.
Cristina Morató devuelve a la vida a una mujer fascinante, única y rompedora con lo establecido. Lola Montes, cuyo auténtico nombre era Elizabeth Gilbert, engañó a medio mundo con sus historias y fantasías; haciéndoles creer a todos que era española y una gran bailarina, si bien su talento dejaba mucho que desear, pero si fue una mujer valiente, decidida y superviviente. Con una capacidad titánica para rehacerse a sí misma. Desde su infancia y adolescencia en la India e Irlanda hasta acabar en los teatros más selectos de Nueva York, provocar por poco una revuelta en Polonia contra el Zar Nicolás I, ser la Reina a la sombra de Baviera a la vez que el Rey Luis, su amante, le concedía lujos y caprichos, besando por donde ella pasaba. Provocó una revolución que hizo abdicar al monarca en 1848 y hubo de huir a Estados Unidos, en donde vivió en el Salvaje Oeste, bailó para los mineros y acabó siendo una escritora de éxito y conferenciante tras haber dado la vuelta al mundo. Lola Montes fue una mujer única en un mundo de hombres, en donde si bien interpretó el papel de su vida, no le faltaron sufrimientos extremos, pero siempre les hizo frente, a golpe de fusta y con su mítica danza de la araña. El libro hace honor al título. Divina, divina Lolita nuestra.