Prefiere mantener un perfil medio y bajo en la prensa y en los medios de comunicación, pero pese a ello, Farah Pahlavi sigue cautivando al lector y al público en general. Recién cumplidos los 87 este pasado 14 de octubre la Emperatriz viuda de Irán está viviendo quizás un año cargado de emociones a nivel personal y político. En lo personal estuvo la boda de su nieta pequeña Iman este pasado verano en París y Nueva York y en lo político el reciente conflicto entre el régimen de Teherán con Israel que llevó a 12 días de guerra en los que la Emperatriz apoyó la caída de los Ayatollahs. Actualmente se están trabajando en dos proyectos sobre su persona, un nuevo documental y una película sobre su vida dirigida por la franco-iraní Emily Atef y el cual reflejará su juventud y período de reinado hasta el exilio que la llevó fuera de su país en 1979.
Farah Diba Pahlavi es ante todo una iraní superviviente, como tantos otros que lo perdieron todo en la revolución islámica. Ha sabido reinventarse, a pesar de los golpes que la vida le ha dado; la muerte de su esposo, los suicidios de sus dos hijos pequeños Leila y Alí-Reza y la opresión de su país bajo la dictadura islámica, ella no se ha rendido. Goza de una salud de hierro, pese a que enfermó de covid logró sobrevivir y creo que eso es una señal de que aún vivirá lo suficiente para volver a pisar su tierra, que es su único deseo, al igual que el que sus nietas puedan conocer el país del que un día ella fue su monarca.
Pese al exilio dentro de Irán su legado perdura, sobre todo la ingente cantidad de patrimonio cultural que salvó y rescató del olvido cuando reinaba, porque la mayoría de los museos que hoy abundan en Teherán fueron diseñados y fundados por ella, estudió arquitectura, así que conoce bien que estilo es el más adecuado y sigue comprando arte iraní para promocionar a los jóvenes exiliados de su país que sean o no monárquicos le tiene un profundo aprecio. Muchos incluso desde Irán se las arreglan para hacerle llegar regalos, uno que más le motivó fue una bolsa con tierra del jardín del palacio de Niavaran donde vivió.
Algunos la han convertido en el símbolo de las madres, esposas y abuelas que perdieron a sus maridos, hijos o nietos durante y después de la revolución, incluso algunos que lucharon para echarla del país en 1979 han reconocido su error y le han pedido perdón. La Emperatriz no guarda rencor a quienes le causaron mal e incluso ella ha pedido también perdón por los errores que su esposo cometió como la policía secreta de la SAVAK. Solo alberga que un día, que quizás ande cerca ya, los que secuestraron el futuro de Irán y sus gentes paguen por ello. Sea pues.
Cuando se marchó aquel 16 de enero de 1979, fecha que sigue siendo un puñal clavado en su corazón, la Emperatriz se llevó tierra de Irán en una cajita que aún conserva. Puede que un día ya cercano se la vea soltarla de nuevo en la tierra a la que pertenece, al igual que ella y los millones de iraníes que solo desean lo mismo y es volver a casa.
