Cuando tenía 15 años comencé a hacerme preguntas respecto a la historia mundial y no solo de España y a analizarla con profundidad, con doble monóculo podemos decir, y llegué a la conclusión siguiente:
Aunque defiendo la democracia hay países que funciona mejor como monarquías que como repúblicas, porque ambas si hacen bien su trabajo pueden ser compatibles en el mismo marco de este siglo XXI en el que tradición y modernidad pueden ir juntas de la mano por el camino del progreso y la humanidad y la veracidad histórica.
Ser monárquico no es vivir en el pasado, es saber valorar la historia y preservarla para evitar los mismos errores de antaño que nos han llegado a dañar tanto interior como exteriormente, la Guerra Civil es un claro ejemplo de ello, pero ser monárquico es también saber que papel juega un monarca en el día de mañana. Representación y diplomacia y una neutralidad política que pese a ello, muchos intentan falsear y mostrar a las monarquías como algo retrógado y hasta fascista, por favor, inteligencia y saber mirar las cosas antes que lanzarse de cabeza a la piscina es lo primero ante todo.
El caso de España es uno porque Felipe VI, sinceramente, es un Rey del que pocos pueden decir nada malo y mucho bueno en cambio. Pese a los errores de su padre consigue mantenerse en el trono con un 74% de apoyo tras el último sondeo del CIS.
Ser monárquico es también para un servidor como viajar en barco en medio de una cruel tempestad, España para mi es eso, un barco que siempre va a la deriva cuando parecía que por fin íbamos directos a buen puerto con buen clima. Si hay tormenta es mejor amarrarse en el centro, en el mástil, nunca irte a la derecha o a la izquierda y muchísimo menos a los extremos, porque aunque lo intentes evitar, caerás por la borda. Pues para mi eso es también ser monárquico. Ni de derechas ni izquierdas, sino de centro y seguro.
Ya antaño comenté algo muy parecido a esto en uno de mis primeros artículos, pero llevándolo más allá de las fronteras veo posibles restauraciones en países en donde sus gobiernos, aunque se llamen repúblicas, son dictaduras, pero hay monarquías que también lo son y el ejemplo de ambas son por ejemplo Corea del Norte en donde las violaciones de derechos humanos son el pan nuestro de cada día y en Brunei, en donde el sultán persigue a los homosexuales por poner un ejemplo.
No quiero desviarme del principio y como decía, veo posibles restauraciones en los próximos años como en Brasil, Rusia, Serbia, Rumanía, Bulgaria, Irán o Libia , Egipto y Etiopía. Esos países tras las caídas de sus dinastías retrocedieron en muchos aspectos que a día de hoy más de 100 o 40 años después se siguen notando en las amplias capas de pobreza en una gran parte de la población debido al comunismo, al militarismo o al islamismo que los gobernara o gobierne a día de hoy. Y no lo digo yo sino los libros de historia.
Es por ello que el Reino de España es un ejemplo para mi a la hora de definirme como monárquico, porque ha sabido mantener la corona y a su vez democratizarla y asentarla en el siglo XXI y que podría servir de ejemplo a otras monarquías que estén preparando su vuelta. Una monarquía moderna para los tiempos modernos, pero esa monarquía no puede ni debe ser reformada nunca bajo los falsos pretextos de fortalecerla cuando en realidad y de incógnito se pretendería derrocarla.
El Rey Felipe VI, quien el pasado 30 de enero cumplió 53 años, es para mi el ejemplo de un monarca del 2021, porque sabe cual es su papel y antes que nada ama a España por encima de todo, y sus intereses son los nuestros. Sin partido político alguno que lo represente ni al que esté afiliado el Rey seguirá siendo el Rey de todos los Españoles y aún nos queda reinado para largo rato, 30 años podemos decir. Amén.
