Borró en 40 actuaciones en el Coliseo Balear, toda una etapa de la plaza de toros de Palma.
Ricardo Izquierdo García (Pozohondo, Albacete, 1936) trabajaba en el campo en Albacete y un día fue a los toros de allí: el flechazo fue inmediato.
Al tocarle hacer la mili en Palma, es apoderado por el triunvirato Antonio Vanrell Payeras, Jaume Planas y Juan Juliá, todos hombres afines de la Casa Balañá, de Barcelona, donde toreó tres tardes, más seis en Madrid, entre Las Ventas y La Chata, alternando con las figuras de la época, como Diego Puerta, Paco Camino, Gregorio Sánchez, Jumillano, entre otros, hasta que a los 22 años recibe la alternativa en Palma de manos de Manolo Carra y Luguillano; después nunca abandona la fe en su concepto del toreo, por las corridas duras y limpiezas de corrales que mató. Caminar por esa cuerda entraña una dificultad enorme, por lo que cree que nadie lo ha visto torear de verdad.
Cree que «la pureza es no concederte ninguna ventaja con el toro ni a la hora de presentar el cuerpo y los trastos. Debe haber una entrega absoluta y hacer las cosas con el pecho, con las muñecas, intentando la máxima naturalidad, que no se pueden separar».
Reconoce que «la pureza es cristalina casi líquida y hacen que el cuerpo fluya con armonía y sutileza».
Asegura que «el toreo es el toreo. No surge por casualidad. Uno lo tiene que buscar, macerar, sondearlo sobre y dentro las circunstancias personales de cada cual, lo que a veces conlleva una dificultad mayor y otras no tanto. Depende de las embestidas con clase que te encuentres para perseguir este toreo. Como todo el mundo sabe, mi camino nunca estuvo en las ganaderías comerciales ni cómodas».
Torero de valor que era un cañón con la espada, cuando se perfilaba en corto y por derecho, para marcar el volapié del que el toro salía muerto de la suerte.
Al retirarse, Ricardo se dedicó a la fotografía y ahora ve su ganado en el retiro de su finca, en Son Sardina, en Palma de Mallorca.
Por Perico Colombás
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