martes, abril 23, 2024

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Ya podíais… ¡Tenedlo claro!

De 1895 a 2019 van 124 años de historia. En ellos, en España, hemos tenido 44 años de guerras y vergüenzas nacionales hasta 1939, otros 40 años de progreso de la nación (en lo social y en lo económico) hasta 1979, seguidos de los últimos 40 años en los que de nuevo hemos visto, como algunos, quieren regresar a los tres errores de nuestro pasado político, que, a modo de TAIFAS, que tanto daño hicieron a España.

Y esto porque los pueblos que no conocen su historia están avocadas a repetirla una y otra vez. Y de esto ya se encargan, en cada época, los poderes instituidos dándole al pueblo su ración de opio, según la de moda, hasta hoy ha sido la TV. Ahora vamos camino de cambiar la TV por Internet como fuente de intoxicación, para lograr la mansedumbre, del pueblo al que llaman soberano.

Entre 1895 y 1898 perdimos Cuba, tan ignominiosamente como se perdió Filipinas, por la falta de una clase política gobernante a la altura de la situación, unas veces por ignorancia y otras por excesiva arrogancia, que más parecía actuasen a favor del enemigo que en beneficio de los intereses de España.

Desde 1898 España viene arrastrando los mismos tres graves problemas, a saber:

1º.- La unidad nacional

El intento de separación de Cataluña y País Vasco, del tronco nacional, comenzó en el final del S XIX, arreció en la II República, se calmó entre los años 40 a 70 del S XX, para reaparecer con el avance de la nueva reorganización autonómica del S XXI.

Nuestra singularidad es que somos el único país europeo (el más antiguo) con una constatada tendencia reiterada a la desintegración.

¿Por qué hay problemas al Sur de los Pirineos y no los hay al Norte de los Pirineos en pleno S XXI? ¿Por las autonomías?

2º.-El desastre económico

El problema viene, de muy atrás, de las desamortizaciones. Que afectaron y afecta muy especialmente a los españoles humildes.

Primero Carlos III reparte, entre los poderosos del momento, los bienes de la Compañía de Jesús.

A continuación, le copiaran la jugada los próceres de las Cortes de Cádiz cuando reparten los mejores conventos y monasterios en aras de la Ilustración.

Llega la de Mendizábal que se invierte en sufragar la guerra carlista, beneficiando a los liberales, con los bienes arrebatados a la Iglesia.

La culminación, de este despojo, corresponde a la de Madoz que entregó, a los ricos de pueblos y villas, lo arrebatado al patrimonio común, de los hombres y mujeres de los municipios españoles. Patrimonio conquistado en la época de la Reconquista.

Con tantas desamortizaciones se acaban cargando los fueros por los que, tantas veces, los españoles habían luchado hasta entregar sus propias vidas. El poder Ejecutivo, en su interesada ceguera, legisló a favor de unos pocos (los que votaban eran el 0,5% de la población) en perjuicio de todos los demás españoles, el 99,5% de aquella población.

Desaparecieron centros de enseñanza y caridad. Aparecieron latifundios y grandes fincas regidas por ricos propietarios, cada vez más burgueses, que subieron las rentas a los colonos o los expulsaron sin adecuar los salarios so pretexto de la poca rentabilidad.

El resultado, de esta artificialmente creada pobreza y miseria, fue que los desfavorecidos se acercaron más a los enemigos de la Ilustración que a los ilustrados porque sufrían y conocían, bien de cerca, la raíz de sus males. Sabían perfectamente de dónde venía su hambre y su pobreza.

Hambre que no era endémica de siglos anteriores, como les quisieron hacer creer, pero que si fue proveniente de esta política de los últimos años.

Esta política que había hecho cambiar las riquezas, de las manos de los consagrados a Dios y de sus legítimos propietarios – los ciudadanos de los pueblos de España- a manos de los menos escrupulosos y más egoístas. A las manos de verdaderos expertos en ganar en rio revuelto, en aras de la libertad de comercio, lema y guía suprema de los liberales.

Con ellos, en tan solo los primeros 44 años desde 1898, España pasó de ser una potencia europea a ser un país subdesarrollado.

3º.-La Dicotomía de los españoles

Proceso lógico fue el que la injusticia, de los que no tenían nada, se enfrentara, azuzados por las organizaciones revolucionarias, a aquellos a los que le decían eran la causa de sus males: la Iglesia, el Ejército y los ricos.

       Los enfrentamientos, huelgas, alborotos callejeros, cierres etc. etc. entre las dos partes artificiales, en que habían conseguido fracturar a España, se alargan en el tiempo hasta el final de la guerra civil.

De estos primeros 44 años mención aparte merece, recoger los logros del gobierno de Primo de Rivera, que una vez finalizada la sangría de la guerra del RIF, con el ahorro consiguió se hicieron en España: 7.000 escuelas, más de 7.000 Kms de carreteras (las primeras) de firme especial, se inició el aprovechamiento de nuestros ríos para electricidad y regadíos, dando trabajo en abundancia a los españoles.

Y de nuevo regresó la Republica, ahora la segunda, y los partidos políticos con sus enconados intereses que acabaron volviendo a arruinar, por segunda vez, a España. Republica que creó una situación gravísima que no se supo, ni se quiso, arreglar en la paz y por medio de un civilizado acuerdo.

La mucha hambre de las clases más humildes y las muchas ganas de revolución, de unos políticos aprovechados, y la mucha intolerancia y mucho de trato inhumano a los obreros, dieron lugar a una exigencia brutal de unos y a una intolerancia y desprecio de la otra parte, la burguesa.

Los primeros sustituyeron la República democrática por una auténtica revolución, al estilo de la soviética de 1918. Y a punto estuvimos de ser la primera del colonialismo soviético, como lo serían las del Este europeo tras la II GM hasta la caída del muro en Berlín.

Los contrarrevolucionarios querían organizar de nuevo el país como durante el gobierno de Primo de Rivera. Creando un atractivo propósito de vida en común, organizar la producción y repartirla con justicia, sin hambrientos ni acaparadores, para lograr el sentido de la unidad nacional a mantener y el orgullo de ser español haciendo prevalecer la idea de España por encima de cualquier individualismo local o egoísmo personal. O lo que es lo mismo buscaban resolver nuestros tres principales problemas

En los últimos 40 años, de 1979 a 2019, el desarrollo de los intereses particulares y regionalistas de las autonomías nos ha hecho volver a la política de los intereses egoístas de los partidos. Otra vez se propician desde las distintas formaciones políticas los tres problemas sabidos: Unidad nacional, Desastre económico y Dicotomía de los españoles.

Quiero finalizar con las palabras que pronunció en Madrid José Ignacio Rivero el 16/10/1926

«Señores: La discordia ha sido siempre el férreo azote que ha castigado duramente, lo mismo a la España unida de Carlos I, que a los antiguos reinos de Castilla, Aragón y Navarra.

Cuando España ha estado tranquila en lo interior, sus grandes capitanes, sus aventureros, y sus invencibles tercios y escuadras, han paseado triunfalmente en Europa, en África, en América y en Asia, y han ceñido los inmarcesibles laureles de Pavía, San Quintín y Lepanto.

Cuando la funesta tea de la discordia ha lacerado su noble seno, España ha visto marchitarse, uno por uno, sus laureles, y la han mirado con desdén las naciones que estaban acostumbradas a temerla.

Brindo, pues, por la unión íntima, cordial y permanente de los españoles, para que España, nuestra patria, el símbolo de las glorias de lo pasado, de las amarguras de lo presente y de las esperanzas de lo porvenir, sea grande, fuerte y respetada por todos los pueblos del mundo.”

A futuro solo nos queda esperar que se cumplan, una vez más, aquellas palabras del bereber Al-Raisuni (conocido y reputado, “salvaje bandolero” de la zona occidental del RIF) que pronunció con profética clarividencia:

“Veo que la paz entre nosotros es imposible.

Usted sopla como un vendaval y yo me agito como el oleaje.

Usted es el huracán; yo soy el mar. Pero el huracán pasa y el mar permanece”

Porque al fin también, como el mar, España permanecerá y los hombres que dieron su vida por el Reino de España, en estos más de quinientos años, verán, con alegría y tranquilidad, como pasa otra vez el huracán.

Los españoles se lo merecen y se lo debemos a las próximas generaciones y a la Corona que creó el más grande Reino católico de Europa.

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