viernes, abril 26, 2024

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100 AÑOS SIN EL EMPERADOR CARLOS I/IV DE AUSTRIA-HUNGRÍA

Se han cumplido 100 años de la muerte del último monarca austrohúngaro este pasado 1 de abril y el gobierno de Austria no le ha rendido homenaje alguno, salvo las asociaciones y partidos monárquicos ligados a los Habsburgos en la Cripta de los Capuchinos, el Mausoleo de la Familia Imperial y en donde solo descansa el corazón de Carlos, pues su cuerpo sigue enterrado en la isla de Madeira, en donde murió de neumonía a los 34 años y con apenas medios económicos.

Sin embargo, la figura de Carlos ha recibido, en los últimos años, una opinión más favorable entre los austríacos, pues pese a que solo reinó 2 años son admirables sus esfuerzos por sacar al país de la I Guerra Mundial y tratar de reformar la monarquía, lo que le valió el odio de la aristocracia y el abandono de esta. La falta de tiempo y la derrota en noviembre de 1918, precipitaron todo el derrumbe del legado de los Habsburgos y Carlos se vio obligado a abdicar y a exiliarse con solo 31 años, poco después la república le confiscó todos sus bienes y propiedades, lo que impidió que la Familia Imperial pudiera mantenerse en el exilio y solo con el dinero que les mandaban sus partidarios.

Carlos sin embargo durante los dos años que fue emperador (1916-1918), no solo intentó sacar al Imperio de la I Guerra Mundial, a espaldas de su aliado, Alemania, también trató de otorgar una nueva constitución que transformara el país. Mismamente junto con su esposa la Emperatriz Zita, de quien ya hablé en otro artículo, suprimió el tren de vida de la Corte para poder ayudar a la gente más necesitada y aplicar reformas sociales. El matrimonio creó bajo la influencia de Zita, el primer Ministerio de Asuntos Sociales del mundo, ganándose el apoyo y cariño de las clases más desfavorecidas, por lo que el periódico izquierdista Obrero los denominó los Emperadores del Pueblo, causando la burla de la aristocracia.

En 1917 Carlos, con la mediación del Papa Benedicto XV, trató de promover la paz, fracasando lamentablemente, sumándose además el miedo a que el comunismo se implantara en Europa Central, como ya había pasado en Rusia. Carlos y Zita en su vida privada fueron bastantes austeros, siguiendo estrictamente las reglas y virtudes del cristianismo y esto les valió la admiración de la Santa Sede.

Para 1918 ya era imposible mantener el orden, aunque había una última esperanza para resolver los problemas sociales y étnicos que asolaban Austria-Hungría, envuelta ya en revueltas independentistas, socialistas y republicanas y el cansancio por la guerra. Con ayuda de sus asesores y del consejo de ministros, Carlos I definió un plan de federalización del país, que se hizo público en octubre de 1918. En él, el Imperio se convertía en una Confederación en donde sus miembros mantenían plena autonomía política, económica y militar, compartiendo únicamente la jefatura del Estado. Estos intentos llegaron demasiado tarde y los Consejos Nacionales que Carlos fomentó entre las distintas nacionalidades optaron por abandonar al gobierno de Viena, en vez de adaptar el plan del Emperador. El 11 de noviembre de 1918 tras 700 años de reinado la Dinastía Habsburgo dejó de ostentar la corona y Carlos y Zita se exiliaron a Suiza con sus hijos.

Carlos intentó regresar como Rey de Hungría en dos ocasiones, entre marzo y octubre de 1921, fracasando en ambas y siendo deportado con su familia a la isla de Madeira, en donde el clima afectó a su salud, falleciendo el 1 de abril de 1922. Dejaba viuda a Zita con solo 29 años y 8 hijos a su cargo, entre ellos el Archiduque Otón de 10 años que fue proclamado Emperador por los suyos. Zita luego fue acogida por Alfonso XIII y residió con sus hijos en el Palacio del Pardo hasta 1931, cuando se instalaron en Bélgica y posteriormente en Canadá. No fue hasta 60 años después que pudieron volver a Austria, en 1982.

Carlos I fue beatificado en Roma el 3 de octubre de 2004, por el Papa Juan Pablo II. Las razones de esta beatificación se basan en las tentativas que Carlos hizo por promover la paz en 1917. Según la semblanza publicada por la Santa Sede, el beato Carlos tuvo una gran devoción eucarística y se había comprometido a seguir las enseñanzas de Cristo en su vida privada y pública. Aquel proceso fue iniciado por su esposa, fallecida en 1989 y proclamada Sierva de Dios. Tanto Zita como Carlos fueron beatificados por la Iglesia Católica y su día se celebra el 21 de octubre, día de su boda en 1911.

Recordando a mis bisabuelos, que nacieron en el Imperio Austrohúgaro y vivieron todo esto, me siento muy orgulloso de tener sangre de esa tierra y orgulloso de los Emperadores del Pueblo y la Paz. Gracias Carlos y Zita.

Imagen: Wikipedia

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