Vaya por delante una consideración previa, para evitar equívocos. Las reflexiones vertidas en este artículo son fruto de un proceso de análisis y decantación únicamente atribuibles a mi persona, habiendo tratado de no dejarme influir por cualquier elemento exógeno. He tratado de no dejarme llevar por los condicionantes del aniversario y he dejado pasar deliberadamente la fecha para huir de la presión mediática.
Cuando en el año 1975 nos graduamos en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Valencia (El Instituto Politécnico en sus inicios) no sospechábamos, ni por lo más remoto, que una serie de amigos y compañeros fuéramos a compartir vivencias en torno al 23 de febrero de 1981.
Yo había cursado Primero de Carrera en la recién inaugurada Escuela de Ingenieros de Caminos de Santander, mi ciudad natal, y en ella había tenido como profesor a un joven ingeniero Emilio Grande Onieva, con el que llegué a tener una relación de amistad que luego serviría como catalizadora de una relación profesional, corroborando el dicho de que “el mundo es un pañuelo”. En efecto, una vez asentado en Vigo, y al cabo de unos años, veo con satisfacción que Emilio Grande accede al puesto de Subdirector del Puerto de Vigo. Manteníamos frecuentes encuentros tanto profesionales como derivados de la amistad nacida en Santander.
En Valencia, obviamente y derivadas de la dinámica estudiantil, se generaron nuevas amistades entre las que destacaría dos, por su concurrencia en el fondo de estas reflexiones. Pedro Domínguez – Manjón y Alfredo Marcos Martín.
Pedro tenía un apellido que inmediatamente me hizo recordar uno de los mejores jinetes que acudía año tras año al Concurso Hípico de la Magdalena, el Capitán Domínguez Manjón, que tantas alegrías me había proporcionado en forma de apuestas que con la paga de mis padres y abuelo yo dedicaba a aumentar mi saldo de bolsillo para destinar a las fiestas de verano. Pedro era uno de los hijos de aquel prestigioso jinete , miembro del Equipo Olímpico y fenomenal persona.
Las alegrías que me proporcionaba Pedro, padre, se simultaneaban con las que por la misma vía me llegaban de otro gran jinete, el Teniente Coronel Andújar, tío del Contralmirante Jesús Bringas Andújar, responsable de la operación Romeo Sierra (Operación Perejil), con quien compartí en nuestros años mozos, alrededor de los años 60, de reconfortantes partidos de fútbol en el Pasaje, en Santoña. Jesús era un gran futbolista y trasladó a la Operación Perejil palabras en clave para transmitir instrucciones, que eran términos futbolísticos y nombres vinculados al mundo del fútbol. Se retiró como Almirante después de una brillante carrera en la Armada.
Con Alfredo Marcos compartimos numerosas horas de estudio preparando temas y exámenes, y al mismo tiempo horas de aprendizaje en la misma Oficina de Proyectos, que nos servía como complemento práctico de las enseñanzas teóricas recibidas en la Escuela, sobre todo en los últimos años de carrera.
Una vez iniciada nuestra andadura profesional en el año 1975 nos encontramos de lleno con la realidad del momento. El General Franco fallece el 20 de noviembre de ese año, y comenzaron a fraguarse los primeros pasos que conducirían al establecimiento de la Democracia en España. La influencia de diferentes personas, como Justo de las Cuevas y Juan Hormaechea en Santander y José María Pernas en Vigo, hacen que dé cobertura a mis inquietudes políticas incorporándome a la UCD. Por otra parte, me encuentro con que el Gobernador Militar de Ourense, el ya General Pedro Domínguez – Manjón era el padre Pedro Domínguez, compañero de la Promoción de 1975 de la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Valencia. Esta circunstancia propiciaba que Pedro hijo visita r a con frecuencia a sus padres en la sede del Gobierno Militar de Ourense, donde tenía su residencia, y que estaba ubicada a escasos metros de la vivienda de unos cuñados nuestros en el Parque de San Lázaro. Con este motivo tuvimos varias comidas con Pedro, sus padres y hermanos, que resultaron ser una familia muy entrañable, y que nos insistían en que nos trasladásemos a Ourense para compartir almuerzo con ellos los fines de semana, cosa que hacíamos con bastante frecuencia.
Pedro padre fue profesor de equitación de S.A.R.D. Juan Carlos de Borbón, y en conversaciones mantenidas con él me trasladó diferentes anécdotas sobre el Príncipe de España, que su hijo desconocía, y que tuvimos ocasión de comentar hace unos años. Dado que son parte de la historia, volveré sobre ellas, en su momento.
Centrándonos en el 23 de febrero de 1981 , yo había quedado con Emilio Grande para que me acompañara a una visita de trabajo a Verín, pero Emilio quiso conducir su coche, estrenado hacía unos días, con lo que yo hice las funciones de copiloto. Salimos de Vigo sobre las 4,30 de la tarde, y por el camino fuimos sorprendidos por una confusa noticia, que a medida que avanzaba el tiempo íbamos puliendo y conociendo los pormenores de la misma. Lo que empezó con un gran desconcierto, poco a poco se iban aclarando las incertidumbres. Con el natural desasosiego llegamos a Verín, donde nos esperaba su Alcaldesa María del Carmen Lovelle Alén, amiga de mis primos madrileños, que se enteró de la situación al hablar con nosotros. Desde su despacho en la Alcaldía habló con el Gobernador Civil, Daniel Regalado Aznar, y fueron desgranando, en la medida de lo posible, los detalles que se iban conociendo de la entrada del Teniente Coronel Tejero en el Congreso de los Diputados.
Emilio estaba muy inquieto, la noticia, como era lógico, era muy preocupante nos tenía en un vilo, con lo que el ambiente para trabajar en Verín no era el más propicio, y decidimos volver a Vigo, máxime después de oír los puntos del Bando dado por Miláns del Bosch, y que, obteníamos con apresurados cambios en el dial de la radio del coche, en el afán de no perder la sintonía, que por la zona de la Limia es muy problemática, ignorábamos el alcance territorial de su contenido , y no teníamos claro si esas normas eran para toda España o se ceñían a Valencia, donde Miláns había sacado a la calle a los carros de combate.
Entre las medidas dictadas en el Bando de Miláns estaba un toque de queda, que para nosotros resultaba imposible de cumplir, dado el tiempo que llevaba el viaje desde Verín a Vigo. Por el camino nos cruzamos con varios coches de la Guardia Civil, y Emilio temía que nos parasen y nos complicaran la vida. Yo trataba de tranquilizarle, haciéndole ver que, si veíamos que el tiempo se nos venía encima para cumplir con el toque de queda, aun ignorando si nos afectaba, teníamos dos soluciones al caso: pasar a Portugal o quedarnos a dormir en Ourense en la casa de mis cuñados.
En aquella época no existía una gran cobertura en la telefonía móvil, y eso complicaba las cosas.
Como vimos que los acontecimientos se centraban, a nivel de noticias, en Madrid y Valencia, optamos por continuar viaje a Vigo, pendientes de la radio del coche , y preocupados por el devenir de las cosas.
Al llegar a Vigo hablé de inmediato con el Secretario General de la UCD en Pontevedra, que me comunicó el estado de los diputados de la provincia, que era normal, dentro de la incertidumbre. Lo mismo ocurría con los diputados de Cantabria, de quienes tuve noticias a través del hermano de Justo de las Cuevas, que presidía la Comisión de Agricultura.
Aparte de hablar con familiares en distintas latitudes: Santander, Zaragoza, Madrid, me puse al habla con Alfredo Marcos en Valencia. Alfredo vivía en la última planta de l edificio conocido como “La Pagoda”, por su forma vanguardista, y que se ubica del otro lado del Turia de la Capitanía General, con lo que disponía de una atalaya privilegiada desde la que observó de primera mano el despliegue de los carros blindados . Fue este detalle el que me tranquilizó antes de oír al Rey en Televisión. Si la comunicación entre Vigo y Valencia no presentaba ningún problema era señal inequívoca de que el asunto era una chapuza, y así se lo comenté a Alfredo Marcos. Cuando en una actuación de este tipo no se cierran las comunicaciones, es evidente que esa frase hecha por los críticos taurinos cuando no quieren ser hirientes con el desafortunado maestro y dicen que el torero “Tuvo más voluntad que aciertos” se hace patente. Y menos mal, porque si el mensaje del Rey no hubiera sido tan claro, estos pequeños detalles se habrían superado y la historia se habría escrito de otra manera.
El mensaje de D. Juan Carlos hizo que nos invadiera un halo de tranquilidad. Fue el protagonista de la noche y consiguió que las cosas volvieran a su sitio. Escribió una página imborrable en la historia de España.
He leído diferentes opiniones que reflejan, a mi juicio, la intención de enmarañar el caso. Nunca he dado crédito a estas fábulas, que como en casi todas las ocasiones arrancan de situaciones verosímiles, de ahí la componente atractiva de la exposición, optando a medio camino por lo irracional y conspiratorio. Sin embargo, en mis análisis pesaban mucho más las conversaciones mantenidas con anterioridad en Ourense con el General Domínguez Manjón, de una fidelidad al Rey a prueba de cualquier conspiración, y estoy convencido de que el papel de S.M. el Rey fue determinante en la solución del caso.
Y esta es la historia, limitada por el espacio, de mis vivencias el 23 de febrero de 1981, con unos antecedentes que he considerado imprescindibles para entender mejor el escenario en el que fueron vividas, y que resumiría en una concurrencia de cuatro ingenieros sin quererlo.Tengo que decir que desde Mari Carmen Lovelle, pasando por Emilio Grande, Pedro Domínguez, Alfredo Marcos y yo mismo ofrecemos una fidelidad al Rey a prueba de cualquier duda.