Fue la última Reina de Portugal (1889-1908) por su matrimonio con el Príncipe y luego Rey Carlos I y madre del último Rey Manuel II (1908-1910). Nació en el exilio y vivió y murió en él y pese a todo ello nunca olvidó su papel en la historia, ni que ante todo, pese a las desgracias de la vida, se debe agachar la cabeza.
Amelia nació en Londres el 28 de septiembre de 1865. Pertenecía a la rama menor de la casa Borbón de Francia, los Orleans, derrocados en 1848 y que vivían en Inglaterra desde entonces. Sus padres fueron el Conde de París, Felipe de Orleans, nieto del último Rey de los franceses Luis Felipe I, y de María Isabel de Orleans, hija del Duque de Montpensier, que estaba casado con la hermana de Isabel II de España, Luisa Fernanda. Amelia tuvo también una hermana, Luisa, que después sería la madre de María de las Mercedes, la Condesa de Barcelona, madre del Rey Juan Carlos I de España.
Culta y elegante y también amante de la pintura, la música y la lectura Amelia fue una alumna destacada que no solo llegó a hablar inglés y francés con soltura, sino también italiano y ya cuando la comprometieron con el Príncipe Carlos aprendió a hablar portugués.
Amelia llegó a su nuevo país en mayo de 1886 y al bajar del tren en la estación pisó con el pie izquierdo, viendo esto como un símbolo de mala suerte en el futuro. Como regalo de bodas Carlos le regaló un collar de 661 perlas y la boda se celebró el 22 de mayo de aquel mismo año. Aunque culto e inteligente Carlos era dado a la extravagancia, pero el amor entre ambos fue real al principio y gozando de buena salud Amelia tuvo a su primer hijo al año de casada. En total fueron tres hijos los que el matrimonio tuvo:
El Príncipe Heredero Luis Felipe (1887-1908)
La Infanta María Ana ( nacida y muerta en 1887)
El Rey Manuel II (1889-1932)
El Rey Luis I muere en 1889 y con 23 años Amelia se convierte en Reina Consorte de Portugal al subir su marido al trono. Por esos años el país estaba pasando por una grave crisis económica y política. Portugal se declaró en bancarrota dos veces debido a que el tamaño de la deuda pública superaba las riquezas nacionales – el 14 de junio de 1892, y nuevamente el 10 de mayo de 1902 – causando disturbios industriales y revueltas republicanas que fueron duramente aplastadas. A esto se le sumó la tensión con Gran Bretaña, debido al trazado de las fronteras coloniales de ambos países en África y la humillación que ello supuso para Portugal.
Consciente de ello Amelia se ganó el apoyo del pueblo suavizando las críticas contra la monarquía.
Fundó varias instituciones como un hospital para tuberculosos, farmacias, casas de lactancia, hospitales y casas para los sin techo. En 1892 funda el Instituto de ayuda a los náufragos y en 1905 el Museo de los Coches. No solo eso, apoyó a artistas y literatos, patrocinó a músicos y pintores e incluso llegó a ser cronista de un diario de la prensa de la corte. Mujer con carácter, fumaba, opinaba y asistía a las reuniones del Consejo de Ministros al mismo tiempo que se involucraba en la educación de sus hijos. En 1895 llegó a ser Regente por un viaje de su marido al extranjero, dado que Carlos I fue conocido como el diplomático por sus numerosos viajes a Londres, Madrid y París. En lo privado la pareja se distanció, debido a que Carlos tuvo varias amantes y hasta una hija con una de ellas.
Pese a ser querida Amelia fue también víctima de feroces ataques por los partidos republicanos que denunciaban sus gastos excesivos y en 1903 la prensa republicana la atacó duramente por el crucero de lujo que hizo con su yate por el Mediterráneo con sus hijos, viaje que los llevó hasta Egipto.
En 1906 el Rey nombra a Joao Franco Primer Ministro y este implanta una dictadura administrativa que suaviza la situación en el país. Las revueltas cesan, el trabajo crece y la economía mejora, pero pese a ello la popularidad de la familia real está por los suelos.
El 1 de febrero de 1908 al regresar del palacio de Vila Viçosa, a las afueras de Lisboa, la familia real sufre un atentado en pleno centro de la capital. Dos miembros del partido republicano disparan contra el Rey Carlos, que muere al instante, por un disparo en la nuca, y contra el Príncipe Luis Felipe, que logró herir a unos de los asesinos antes de recibir dos disparos, uno en el pecho y otro en la mejilla, muriendo veinte minutos más tarde. La reina resultó ilesa al golpear a los asesinos con el ramo de flores que la guardia real le había entregado al desembarcar en Lisboa. El Príncipe Manuel solo resultó herido en el hombro.
Amelia nunca se recuperó del todo de aquel duro golpe, pero apoyó a su hijo, quien se convirtió en Manuel II y ambos intentaron poner en marcha una especie de gobierno de unión nacional en el que estarían presentes todas las corrientes políticas. Pero el reparto de las cuotas de poder descontentó a todos los partidos, y en lugar de unir a la clase política en torno al joven monarca, lo que consiguió fue aislarlo, y consecuentemente debilitarlo. Dos años más tarde estallaba la revolución del 5 de octubre y la familia real se exiliaba en Londres al proclamarse la república.
Manuel II murió en 1932 por un edema en la garganta. Pese a que se había casado en 1913 con la Princesa Augusta Victoria de Hohenzollern no tuvieron hijos y la corona pasó a la rama Miguelista de la familia. El gobierno portugués de Salazar autorizó que el cuerpo de Manuel II fuera enterrado en el Panteón Real de Lisboa.
Amelia pasó sus últimos años en Francia, cerca de París. En 1945 Salazar le autorizó a volver a Portugal y Amelia visitó varios lugares donde había transcurrido su vida como Reina, siendo recibida con honores y un gran clamor popular. Visitó tambíen las tumbas de su esposo e hijos antes de volver a Francia. En su visita dijo:
«Vengo a reconciliarme con un país que me quitó más de lo que me dio.»
Falleció el 25 de octubre de 1951 a los 86 años. Poco antes había dado una entrevista por televisión en la que perdonaba a todos aquellos que le hicieron mal. Sus últimas palabras fueron:
«¡Sufro tanto! Dios está conmigo. Adiós. ¡Llévame a Portugal!».
Fue enterrada con un funeral y honores de estado en el Panteón Real de los Braganza, al lado de su marido e hijos. Aquel mismo año Salazar autorizó a la familia real a volver a Portugal, siempre que no hicieran ninguna reclamación política. Actualmente esta reside en Lisboa conservando algún que otro patrimonio que el gobierno les devolvió como gesto de reconciliación por el regicidio de 1908 y la revolución de 1910.