En estos tiempos, en los que las necesarias políticas de género parecen querer llegar a casi todos los rincones de la sociedad, existen algunos detalles, o personas, que me conmueven especialmente. En el aspecto negativo no cabe duda que las promociones a golpe de bragueta que se producen en algunas formaciones políticas atentan gravemente contra los principios de esa reivindicación del igualitarismo que ellos mismo proclaman, con agresiva ferocidad en ocasiones. Están ahí, espero que brevemente.
En el otro lado me encuentro con auténticas Agustinas de Aragón, mujeres que para nada necesitan apoyarse en cuotas de género o similares. Son ellas mismas, con su carácter, fuerte, por supuesto; con su personalidad, de acusado perfil; y con una, aparentemente, vocación de luchar incansablemente por sus ideas aunque tengan que hacerlo en contra, no solo de los adversarios políticos, sino también de sus propios correligionarios.
Ana nos ha aportado en los últimos tiempos, en los que la retórica parlamentaria alcanza profundos pozos de vaciedad, inolvidables intervenciones de incontestable firmeza y claridad en las que ponía de relieve, con su acento canario, las contradicciones o simplemente la mala praxis gubernamental. Su compromiso alcanzó su máximo nivel cuando votó, tras explicarlo desde el estrado, en contra de las directrices de su propio partido en relación con la investidura del doctor Sánchez.
Rosa alcanzó la notoriedad nacional cuando siendo consejera del gobierno vasco promovió una campaña turística, “Euskadi, ven y cuéntalo”, que le procuró la rechifla nacional, aunque no se arredró por ello. Supimos de ella nuevamente cuando se presentó a la secretaría general del PSOE, sin éxito, y después sufrió, junto a Nicolás Redondo, un largo y penoso acoso interno hasta que éste fue sustituido, en tristes circunstancias, por ese gran político vasco que es Pachi López. Después creó un partido de corte transversal pero que una operación de mayor calado llevó a su insignificancia, y a la actual del sucesor. Su último balcón estaba en la emisora episcopal pero con su nuevo rumbo –la entrevista de su comunicador estrella a Zapatero era el clarín de lo que venía- la voz de Rosa se hacía demasiado inconveniente. ¿Por qué será?
A Cayetana, portavoz durante un tiempo del partido de la oposición, la han relegado a responsabilidades más prosaicas; su verbo afilado y certero no convenía a los nuevos derroteros de su formación. Ya había pasado por ese trance, estar en el sitio equivocado sin haberse movido; son cosas de la política, pero en una actividad tan cambiante como es ésa tampoco sería extraño que en breve la echen de menos sus cofrades.
Son tres mujeres de férreas convicciones, con ideas basadas en principios básicos sobre los cuales no están dispuestas a transaccionar, pero cuyo entorno móvil y tornadizo las expone al desamparo político. Son admirables, sonoras, como repique de campana.
*Versión en asturiano en repdiv.blogspot.com