La sonrisa de mamá,
¡era tan franca y abierta!
iluminaba el hogar,
apagaba su tristeza.
La sonrisa de mamá,
cuando jugábamos juntas,
e íbamos a nadar
plantado cara a la espuma.
Y también si oíamos música,
en el viejo tocadiscos.
Ella... dejaba su rúbrica
en tantísimos escritos.
Y cuántos amaneceres,
en la playa descubrimos;
como aquél, pocos placeres
en la vida habré vivido.
Pero mi madre partió,
y aquella sonrisa hermosa,
con ella me dijo adiós
mientras me quedaba sola.
Aún existe algún instante,
que me parece a mí verla,
en lugares semejantes
a los que yo recorriera.
Y dibujábamos siempre
con colores fuertes, suave;
hasta hacer volar mi mente
hacia bonitos lugares.
Ella me enseñó a leer,
a escribir y a amar las letras.
Que no sólo de comer
vive la gente que piensa.
Hoy mis hijos son dos hombres
¡qué pena que no los vea!
La que frente al horizonte
tal vez soñaba despierta.
Ahora recuerdo su pelo,
sus ojos y hasta sus cejas;
y de nuevo me conmuevo
cuando el recuerdo se aleja.
Pero ¡ay! lo que más siento,
no tener su risa cerca,
ya las flores recogiendo,
o admirando la tormenta.
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