Una avalancha golpea a este país del Himalaya desde hace un mes. Desde el día de la Independencia, 19 de febrero, la República Federal Democrática de Nepal gobernada por el Partido Comunista Nepalí, está viviendo incesantes protestas y manifestaciones por parte de la ciudadanía. Katmandú, su capital, es desde el pasado 9 de marzo una olla a presión que podría explotar en cualquier momento, los manifestantes tienen un único objetivo, derrocar al gobierno fraudulento y restaurar al que fue su último Rey, Gynaendra Shah.
Como ya conté en un artículo anterior Nepal fue una monarquía durante 240 años bajo la Dinastía Shah o Rana, ambos nombres son válidos. Del aislamiento fueron saliendo al mundo exterior, pasando por la colonización británica hasta 1950 cuando el país logró la independencia absoluta. Con la subida al trono en 1972 del Rey Birendra, aún muy recordado con cariño entre los ciudadanos, el país empezó una lenta mejoría y las reformas mejoraron el sistema de vida de la población, pero a pesar de ello una gran parte de la sociedad, el 71% según afirmaron, vivía bajo el umbral de la pobreza. En 1990 con el estallido de la revolución estudiantil el Rey creó un parlamento, partidos políticos y otorgó una constitución, transformando el país en una monarquía parlamentaria. No obstante, el Partido Comunista empezó a tensar la situación y en 1996 estalló la guerra civil que duró hasta 2006.
En 2001 casi toda la familia real fue asesinada por el Príncipe Heredero, tras una noche de borrachera por la negativa de sus padres a que se casara con una mujer del pueblo, la situación era caótica y el hermano del Rey, Gynaendra, subió al trono. A diferencia de su hermano Gynaendra era impopular y su reinado absolutista de 7 años (2001-2008) significó el final de la monarquía como parte de los acuerdos de paz en 2006, siendo proclamada la república en 2008.
Pero no sería hasta 2015 cuando Nepal adoptó la nueva constitución y declarándose como estado laico, en un país donde el 90% profesaba la religión hindú, sumándose que ha habido 13 gobiernos desde 2008, corrupción y represión de libertades el hastío de la población significó revivir la añoranza por los viejos tiempos. Ironías del destino, la popularidad de Gynaendra, a quien se permitió seguir viviendo en el país y mantener sus negocios, ha revivido como una llamarada. El pasado 9 de marzo 400.000 personas ocuparon las calles de Katmandú para recibir al ex-Rey en el aeropuerto, tras el viaje de este a otra región del país a donde suele peregrinar por las festividades hindúes. Los nepaleses quieren volver a ser un estado hindú, abolir el laicismo, ilegalizar las medidas que el Partido Comunista ha adoptado y que el monarca de 77 años, vuelva a ocupar el antiguo palacio real, ahora museo. La India apoya este cambio.
Esta semana la violencia se desató entre los partidarios de la república y la monarquía, habiendo dos muertos por ahora, 45 heridos y 500 detenciones por parte de la policía. El gobierno ha puesto bajo arresto domiciliario a la familia real y le ha retirado el pasaporte a Gynaendra, acusándolo de incitar a la violencia. Katmandú está bajo toque de queda, pero la gente le ha perdido el miedo a decir lo que piensa y siguen en la calle. Incluso en la Asamblea Nacional ha habido depuraciones, dado que 5 partidos moderados firmaron un manifiesto apoyando las revueltas monárquicas.
Nunca me ha gustado el Rey Gynaendra, algunos le acusaron de haber orquestado la matanza de 2001, cosa imposible, dado que estaba presente y sobrevivió con los pocos miembros restantes, pero los comunistas me gustan aún si cabe menos. Debe ser el propio Nepal quien decida a través de las urnas si quiere un rey o no de nuevo y solo espero que esto no sea la antesala de otra guerra civil.
