«Como bien se vino, bien se fue y de la justicia se rió y de la ley se burló«
Y sobran ya las rimas aquí, porque lo que si hay aquí de sobra es la vergüenza que la justicia, si aún se la puede llamar de ese modo en este país, ha sufrido en su cara y la que también nos ha hecho pasar, con la complicidad de este gobierno. Puigdemont se ha dado un baño de masas de apenas cinco minutos y después como buen ilusionista desapareció y reapareció en Waterloo.
Corto es este artículo amados lectores, pero no por ello debe quedar impune quien ha permitido tal escándalo. Hemos tenido siete años en los que podríamos haber hecho justicia de verdad, pero en vez de eso hemos preferido representar una tragedia griega, como Los 7 Contra Tebas, con sus víctimas y verdugos y con Cataluña como escenario de tales interpretaciones, y ha sido el Presidente del gobierno, quien queriendo emular al gran Sófocles ha escrito toda la pieza con el único propósito de mantenerse en el poder, cual Creonte de Tebas.
Y luego está el Congreso, institución sacra, pero ahora profanada por golpistas, separatistas y terroristas, quienes lo han convertido en algo peor que el infierno de la Divina Comedia de Dante.
Pero no son ellos, sino nosotros quienes estamos descendiendo por los círculos, pasando por cada uno de los pecados capitales, que debo decir que el círculo más engrosado en este caso, es el de la avaricia de los hombres. La avaricia ha podido a Sánchez y a sus acólitos, todos ellos sin duda semejantes a Bruto y Casio, ocultando sus puñales bajo la toga, pero siendo nosotros los apuñalados, nosotros y nuestros derechos y libertades.
En fin, por añadir algo de comedia a tal falta de respeto a las instituciones puede uno imaginarse al Sr Puigdemont dándose la vuelta en la frontera y como bien decía Chiquito de la Calzada hasta luego, Lucas él habrá dicho hasta luego, Pedro.
Pura comedia la justicia de este país, y el cansancio es ya tan agotador que uno desearía que hubiera una erupción volcánica para que la lava barriera la Pompeya Sanchista y recontruir los cimientos de la sociedad de derechos y libertades, que valen más que cualquier palacio de la Moncloa o escaño en el Congreso.
