La miel de tu arroyo es ámbar dorado en mi piel cuando en la penumbra rumores gimen murmullos de amor. La caricia del alma sedienta apoya tu mano en mi ser y en la intensa mirada nos une sólo aquello que nadie ve. Cuando miras yo miro tus ojos: la parda melancolía se adormece en la tarde y en las sombras que rápido arriban hay dudas, perdones, olvidos y estalla radiante tu oro líquido fundido en mi cóncavo ser.
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