sábado, abril 20, 2024

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Día mundial de la Poesía

El 21 de marzo fue propuesto, en 1998, por la UNESCO como «El Día Mundial de la Poesía», por eso quiero dedicar este editorial a ella y hacer unas  reflexiones sobre la misma.

La poesía es, al igual que la música, un arte del tiempo o de la belleza en movimiento, es decir, que hay que hacer un esfuerzo de memoria para poder captar todo el mensaje que nos quiere transmitir; no sucede lo mismo con las artes plásticas, que son artes del espacio o de la belleza estática, que, de un solo golpe de vista se pueden contemplar las obras y disfrutarlas.

A diferencia de la prosa, la poesía es más difícil de comprender, a veces, por el sentido metafórico que suele tener, con el uso de cantidad de figuras retóricas. Además, juega con el ritmo (versos de arte menor, hasta 8 sílabas, inclusive; y de arte mayor, a partir de nueve sílabas) y con la rima (consonante: si coinciden todas las letras a partir de la última acentuada; asonante, si riman solo las vocales, a partir de la última acentuada, también; y rima libre, que se instauró en el romanticismo).

A veces me he preguntado cómo ha tardado tanto el hombre en desvincularse de la métrica y de la rima, pues han pasado diecinueve siglos hasta que el artista se rebela de las normas poéticas, al igual que en las demás artes, y quiere componer por libre, pero, en definitiva, si atendemos a la pregunta: ¿Qué es mejor, atenerse a las normas clásicas de métrica y rima o ir por libre? Pues bueno, yo creo que la respuesta es evidente, lo mejor es moverse en el ámbito que más a gusto te sientas, pero mi consejo es que se conozcan las normas de métrica -al igual que sucede en pintura, pues, aunque un pintor decida ser abstracto, debe ser buen dibujante, Picasso mismo, practicó el dibujo hasta el final de sus días-. Y a la hora de crear una poesía nueva, según el tema escogido, el contenido que se quiera expresar y el momento en que se encuentre el poeta consigo mismo, poder elegir una u otra forma: pareado, terceto, cuarteto, soneto, romance, décima, lira… el artista tiene en su mente un sinfín de posibilidades para escoger. Se disfruta mucho consiguiendo algo que quieres expresar, ateniéndote a normas y conseguir “una obra de arte”, es decir, una obra que te emociona cada vez que la lees. Si no fuera así, no releeríamos obras poéticas inmortales, que nos siguen emocionando una y otra vez. ¿No creen ustedes?

Esperamos poder disfrutar, pronto de los autores galardonados con sus obras -tanto en prosa como en verso-, en el Certamen Literario convocado recientemente por la HNME y que así será, en cuanto pase esta crisis del coronavirus, que nos hará a todos más fuertes, más sabios y más creativos, sin duda alguna. 

En estos momentos, veo oportuno reproducir un poema de una maestra estadounidense:

Y la gente se quedó en casa.
Y leyó libros y escuchó.
Y descansó y se ejercitó.
E hizo arte y jugó.
Y aprendió nuevas formas de ser.
Y se detuvo.

Y escuchó más profundamente.

Alguno meditaba.
Alguno rezaba.
Alguno bailaba.
Alguno se encontró con su propia sombra.


Y la gente empezó a pensar de forma diferente.

Y la gente se curó.
Y en ausencia de personas que viven de manera ignorante.
Peligrosos.
Sin sentido y sin corazón.
Incluso la tierra comenzó a sanar.

Y cuando el peligro terminó
Y la gente se encontró de nuevo
Lloraron por los muertos.
Y tomaron nuevas decisiones.
Y soñaron nuevas visiones.
Y crearon nuevas formas de vida.
Y sanaron la tierra completamente.
Tal y como  ellos fueron curados.

(Kitty O’Meara – Reflexión en verso de esta maestra estadounidense, escrita durante la epidemia de peste del siglo XIX)

Un cordial saludo para todos nuestros lectores.

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