Cuando hace ya unas semanas Guillermo Dezcallar, una de las personas a las que más quiero, me propuso redactar un artículo de opinión para la sección ”Illeslex & Friends”, tuve muy claro que tenía que hablar sobre la preocupante situación en la que como sociedad nos hallamos inmersos. Una vez asumido lo anterior mi mente se vio invadida por una gran duda. ¿Qué puedo decir yo que no hayan dicho ya los que tienen el criterio necesario para hacerlo? Fue entonces cuando tomé conciencia de que la única manera de aportar algo nuevo era compartir mi experiencia personal desde la esperanza de que pueda servir de algo a quien me lea.
Nos resulta familiar la historia de Pandora, la hija de Zeus que, con la condición de no abrirla jamás, recibió una caja como regalo de bodas. Todos conocemos la mayor parte del resto del cuento; Pandora acabó abriendo la caja y escaparon de su interior todos los males del mundo, entre ellos las peores enfermedades. Y digo que todos conocemos la mayor parte del resto del cuento porque normalmente olvidamos que cuando Pandora consiguió cerrar la caja en su fondo quedó la diosa Elpis, la que según la mitología griega representa el espíritu de la esperanza, lo único bueno que los dioses habían introducido en ella.
Todo me hace pensar que la anterior historia es la que da origen a la expresión “la esperanza es lo último que se pierde”, una frase que a modo de comodín casi todos pronunciamos cuando nos vemos inmersos en una situación que consideramos imposible de superar. Una frase, en fin, que suena más a rendición que a otra cosa. A partir de lo anterior propongo que cada uno de nosotros hagamos una reflexión y que para ello partamos del significado real de la palabra “Esperanza”. Según el diccionario de la RAE, la esperanza es el ”Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos”. Entonces, ¿en qué quedamos?, ¿Es posible superar la actual situación o no lo es? Mi conclusión es que la respuesta depende de la actitud con la que decidamos afrontarla.
La frase que más veces he escuchado durante los últimos meses es “No veo la luz al final del túnel”, ante lo que me surge una gran duda. ¿Nos hemos preguntado cuál es ese túnel que tenemos que atravesar? ¿cuál es esa luz que no vemos y quién es el que los ha definido? Yo sí que lo he hecho y os tengo que confesar que no he sido capaz de alcanzar las respuestas. Es por ello que decidí crear mi propio túnel y colocar en su final la luz que quiero alcanzar. Desde entonces me siento mejor, no digo que me esté resultando fácil, pues el esfuerzo que ello me exige es arduo, sin embargo cada nuevo día veo más cerca mi luz y eso hace que mi grado de esperanza crezca cada día un poco más.
Todos deseamos un futuro mejor para nosotros mismos, pero a veces olvidamos que es mucho más fácil alcanzarlo si ese futuro es mejor para todos. La tradición oriental nos enseña que todos podemos alcanzar la felicidad, sólo es cuestión de que dediquemos todos nuestros esfuerzos a hacer lo que más nos apasione, lo que mejor sepamos hacer y lo que, además de permitir que nos ganemos la vida, sirva de algo a la sociedad de la que formamos parte. Es en este punto cuando surge una nueva pregunta que todos deberíamos responder: ¿Qué es el futuro?
Mi opinión es que el futuro es el resultado de lo que hagamos EL DÍA DE HOY. Es por eso que propongo que aceptemos la situación en la que nos encontramos como la mayor oportunidad de mejorar nuestras vidas ante la que nos hemos encontrado durante los últimos tiempos. Decidamos cuál es nuestro túnel y coloquemos en él nuestra propia luz. Lo que tenemos que hacer después lo sabemos todos, empezar a caminar por el con la máxima decisión, estando siempre al tanto de las piedras y baches que de forma continua tendremos que evitar, pero no olvidemos lo más importante, levantar de tanto en cuanto nuestra mirada y observar nuestra luz como si ya la hubiéramos alcanzado.
Diego Zaforteza
Gerente de la Fundación Itinerem