El Mariscal de Campo D. Juan Manuel Cajigal y Monserrate, un héroe de España y Cuba en la guerra de la Independencia de los Estados Unidos

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Un héroe olvidado y una carrera brillante

D. Juan Manuel Cajigal y Monserrate vino al mundo en Santiago de Cuba en 1739, hijo del ilustre Juan Francisco Cajigal de la Vega, Marqués de Casa Cajigal, Caballero de la Orden de Santiago, y oficial del Regimiento de Guardias Españoles, que se destacó en acciones militares en Orán y Gibraltar y alcanzó los altos cargos de Capitán General de Venezuela, y gobernador de Santiago de Cuba, cargo que ocupaba cuando venció a la invasión inglesa del Almirante Vernon en 1742, victoria por la que obtuvo sucesivamente los grados de Brigadier General y Mariscal de Campo. En 1747 fue nombrado Capitán General de la Isla de Cuba, y en 1760, la importantísima misión de Virrey de la Nueva España o Virreinato de México.

Miembro de una familia que dio a España grandes jefes militares y retoño de un hombre de tan destacada actuación, Juan Manuel comenzó desde muy joven la carrera de las armas en el Regimiento de Fijos de La Habana y bajo la dirección de su progenitor ascendió rápidamente al grado de capitán de infantería. En 1760 viajó a México como oficial ayudante del Virrey su padre, a quien acompañó después a España casi en el momento en que comenzaba la guerra con Inglaterra y Portugal. De inmediato Juan Manuel Cajigal se enroló en las tropas del Marqués de Sarriá, participó en los principales combates de la campaña, y por sus acciones fue ascendido a Coronel de Infantería encargado del mando del Regimiento de Victoria en 1763. Participó en la campaña de Orán en 1766 como jefe del Regimiento de Infantería del Príncipe, que se fundó a expensas de su padre y de él mismo. En 1775 participó con Victorio Navia y Don Luis de las Casas, que llegó a ser Capitán General de Cuba, en la expedición a Argel, que dirigió el Conde O´Reilly, y en 1776 se unió a la expedición que llevó Don Pedro Ceballos contra Buenos Aires, para expulsar a los portugueses de las posiciones que habían ocupado en el Río de la Plata.

Por su actuación en esta campaña contra los portugueses alcanzó el grado de Brigadier General. Regresó a España en 1778 e inmediatamente se unió al ejército de Felipe Fondesviela, Marqués de la Torre, quien fue también Capitán General de Cuba, con motivo de una nueva guerra con Inglaterra: con este jefe participó en el bloqueo y sitio de Gibraltar, donde alcanzó el grado de Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos después de cinco meses de continuos enfrentamientos. Con este grado fue enviado a Cádiz con el Regimiento de Navarra, con el fin de que participara en el Ejército Expedicionario comandado por Victorio Navia que iba a socorrer los dominios españoles de América. Una vez que llegaron a San Cristóbal de La Habana, el Mariscal de Campo Juan Manuel Cajigal, que siempre buscaba la forma de entrar en nuevos combates para la gloria de España, dejó por un tiempo su alto cargo de Capitán General de la Isla de Cuba, para el que fuera nombrado en 1781, y pasó con el cargo de Lugarteniente General y segundo al mando al Ejército de Operaciones comandado por Bernardo de Gálvez y Gallardo, y se unió con su Regimiento al sitio de Pensacola. Poco después, Cajigal iba a recibir el preciado galardón de Teniente General de los Reales Ejércitos.

La Batalla de Pensacola

 «Por España y por el Rey: Gálvez en América» la Batalla de Pensacola, de Augusto Ferrer-Dalmau

El Ejército de Operaciones zarpó de San Cristóbal de La Habana en febrero de 1781. En marzo, la plaza de Pensacola estaba sitiada por los buques y el ejército de Bernardo de Gálvez, formado en un altísimo porcentaje por soldados cubanos que estaban enrolados en los Regimientos del Príncipe ?El Osado? y de Fijos de La Habana ?El Noble?, Dragones de América, otros cuerpos de la Guarnición de Veteranos, y por los batallones de pardos y morenos de La Habana. A mediados del mes de abril, Gálvez recibió un importante refuerzo: más tropas cubanas, en total 1600 hombres que trajo de la capital de Cuba el Mariscal de Campo Juan Manuel Cajigal.

Pensacola estaba bien defendida por su Capitán General, Almirante Peter Chester, secundado por el prestigioso general John Campbell, al mando de unos 1.500 soldados pertenecientes a los 16 y 60 Regimientos Ingleses, el 3 Regimiento Alemán de Walderk, los Regimientos de Realistas de Pensilvania y Maryland, 1.000 indios creeks, los marinos de los buques de guerra HMS Mentor y Port Royal, los West Florida Royal Forresters, los Dragones de Maryland, la Royal Artillery y un número considerable de civiles armados, en total, aproximadamente 3.500 hombres.

La entrada a la bahía de Pensacola estaba cerrada por una colosal cadena de bronce tendida por los ingleses que hacía imposible la entrada de los buques de guerra españoles. El Mariscal Bernardo de Gálvez se percató de que cualquier intento de entrar en la bahía podía poner en riesgo las embarcaciones y el resultado de la expedición, y fue entonces cuando Gálvez cobró mayor fama: decidió forzar con su bergantín ?Galveztown? la entrada de la bahía y demostrar a los capitanes de la expedición que aquello era posible. El jefe de la Escuadra española se había negado a dirigir sus barcos a la ciudad por lo peligroso de la misión. Fue entonces cuando Bernardo de Gálvez izó la bandera de almirante en su bergantín, mandó clavar el timón, con el viento a favor impactó la cadena, partiéndola, y entró solo en la bahía bajo el fuego de la artillería de los ingleses, para dar ejemplo a los demás barcos. Después envió este mensaje al capitán Calvo de Irazábal: 

«Una bala de a treinta y dos recogida en el campamento, que conduzco y presento, es de las que reparte el Fuerte de la entrada. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galveztown para quitarle el miedo.»

Con todas las velas desplegadas, las banderas al viento, y disparando salva tras salva contra el fuerte inglés, la flota entró en la bahía y comenzó la batalla de Pensacola. El 9 de marzo de 1781, Gálvez ordenó entrar en acción, a una pequeña agrupación de Infantería de Marina, que consiguió neutralizar las defensas externas inglesas, poniendo sitio a la ciudad. Mientras, los ingleses se aferraron a la fortaleza del Fuerte George, que comenzó a ser atacada duramente por la artillería española, hasta que el día 8 de mayo, una afortunada descarga hizo reventar un polvorín y se consiguió, por fin, abrir brecha en las defensas del fuerte.

Cuando se disipó el humo de la explosión y se pudieron apreciar sus efectos, Bernardo de Gálvez mandó tocar asalto general. Las trompetas españolas tocaron a reunión y los buques viraron de bordo apuntando la artillería hacia las almenas de los fuertes y lienzos de muralla que se mantenían de pie. Los ingleses se concentraron en las murallas para repeler el ataque, pero su acción fue contrarrestada por las descargas cerradas de las piezas de la escuadra, que mantenía un fuego vivísimo con bala rasante y huracanes de metralla contra las almenas.

D. Juan Manuel Cajigal encabeza el asalto al Fuerte George

Muy pronto se vio que el Mariscal de Campo Juan Manuel Cajigal y Monserrate, que no olvidaba su primera juventud como capitán de infantería en La Habana, dejó a un lado el caballo y se puso al frente de la columna de asalto, formada por veteranos del Regimiento de Fijos de La Habana, el Regimiento del Príncipe, los Batallones de Pardos y Morenos y los granaderos de los Dragones de La Habana, que desmontaron para marchar hacia la brecha. A su lado, como su ayudante de Campo, iba su gran amigo el Teniente Coronel Francisco de Miranda. Cajigal levantó la espada y en ese momento los regimientos y batallones alzaron las banderas, que tremolaban al viento señalando el camino, e iniciaron el avance a paso de carga animándose con sus gritos de guerra: ¡Adelante La Habana por la Victoria!, ¡San Cristóbal y cierra Regimiento!, ¡Siempre adelante es gloria!, ¡Vencer o morir!.

En vano los soldados de los regimientos ingleses y los mercenarios alemanes de Walderck, que eran los mejores tiradores del ejército británico, intentaron parar la embestida. La artillería de la escuadra apenas les permitía asomarse y disparar desde la muralla, y un poderoso grupo de veteranos dirigidos por los mejores oficiales se concentró en la brecha para tratar de detener a los cubanos. Todo inútil. Las tropas cubanas. que no podían olvidar que en 1762, mal dirigidas, ni siquiera pudieron enfrentarse al ataque inglés contra La Habana, iban a la revancha y nada podía detener aquél río desbordado. Los ingleses y alemanes fueron desbaratados y arrastrados por el torrente enardecido que formaban los Regimientos de Cuba con el Mariscal de Campo Juan Manuel Cajigal a la cabeza. Ya en ese momento Cajigal se destacaba por su arrojo, porque siempre iba en vanguardia para impactar con violencia al enemigo, porque como él mismo decía, era la punta de la lanza de España.

Poco después de cruzar la brecha, Juan Manuel Cajigal cae herido en un hombro, pero aquél hombre era de hierro. Se levantó de inmediato, pasó la espada a la otra mano y lanzó de nuevo el grito de guerra: ¡Siempre adelante es gloria! ¡Cerrar filas! ¡Adelante! y la avalancha furiosa redobló el ritmo de la carga, acorralando a los ingleses contra los lienzos de muralla que quedaban en pie. Al lado de Cajigal, hombro con hombro, luchaba el Teniente Coronel Francisco de Miranda, segundo en entrar por la brecha del fuerte George en Pensacola.

El general Campbell mandó alzar bandera blanca y poco después avanzó hacia Cajigal, ofreciéndole la empuñadura de su espada, que el Mariscal de Campo no quiso aceptar con un gesto caballeresco. Unos días después, el Mariscal de Campo Juan Manuel Cajigal y Monserrate recibió la Real Orden por la cual fue ascendido a Teniente General de los Reales Ejércitos.

Cuba había ganado la batalla de Pensacola. La había ganado para la gloria de España y para la independencia de los Estados Unidos, y el propio Gálvez, en un escrito de su puño y letra firmado con fecha de 10 de mayo de 1781, describe así la ceremonia oficial de la rendición inglesa:

» A las tres de la tarde se formaron, a 500 varas del fuerte Jorge, seis compañías de granaderos y las de cazadores de la Brigada Francesa, a cuya distancia, salió el General con su tropa y después de haber entregado las banderas del Regimiento Waldeck y una de artillería, con las ceremonias acostumbradas, rindieron las armas.»

¿Qué pasó con Bernardo de Gálvez?

En el año 1783 Gálvez regresó a España para ser consultado sobre las futuras relaciones con los EE.UU y recibir los titulos de vizconde de Galveston y conde de Gálvez. Carlos III le concede como cimera en su escudo nobiliario la leyenda ?YO SOLO? además de añadir el bergantín Galveztown a su escudo de armas, ya que gracias a su campaña el Tratado de Paz de Versalles (1783) sanciona sus conquistas recuperando España La Florida perdida en 1763.

Es nombrado virrey de Nueva España en 1785, como sucesor de su padre. El héroe actuaba como un verdadero prototipo de hombre ilustrado. De trato sencillo, amable y franco, el virrey Gálvez llegó a ser muy popular Baste decir en su favor que la Real Audiencia de la Nueva España criticó su carácter ?poco formal?, simplemente porque cuando hubo heladas y hambruna, de su propio dinero y de otro que obtuvo prestado compró maíz y frijol para dar a los necesitados.

Lo que pasó después. ¿Tropas cubanas en Yorktown?

La flota francesa que había estado al mando de Gálvez durante los dos meses que duró el asedio a Pensacola, una vez tomada la ciudad, fue dotada por el propio Gálvez con 500.000 pesos de oro, ordenando se dirigieran, siguiendo el camino de la costa atlántica, hasta la Bahía de Chesapeake y así llegar oportunamente, para unirse a las tropas de Washington y derrotar a Lord Cornualles en Yorktown, el 19 de octubre de 1781. Hay noticias bien fundadas de que en estas naves viajaron dos compañías del Regimiento de Fijos de La Habana y 110 hombres de los Batallones de Pardos y Morenos, tropas que tuvieron un desempeño brillante en Yorktown al cargar contra el frente inglés. Se trataba de una ayuda simbólica, pero lo cierto del caso es que los soldados cubanos estuvieron físicamente allí.

D. Juan Manuel Cajigal y la batalla de las Bahamas: otra victoria. Españoles y norteamericanos luchan contra los ingleses

La lucha no había terminado para el Mariscal de Campo Juan Manuel Cajigal y Monserrate. Lo esperaban nuevos desempeños y nuevas batallas. En noviembre de 1782 pasó a San Cristóbal de La Habana porque acababa de ser honrado con otra designación: la de Capitán General de la Isla de Cuba, que había recibido en febrero del mismo año. Sin embargo, prácticamente no pudo ejercer el alto cargo, porque el 22 de marzo tuvo que pasar de nuevo al Ejército de Operaciones en virtud de una real provisión que le comunicó el ministro José de Gálvez, hermano de Bernardo: Juan Manuel Cajigal había sido comisionado por Su Majestad para expulsar a los ingleses de las Bahamas (1).

Ni corto ni perezoso, Cajigal preparó una expedición contando con las tropas cubanas y el 22 de abril de 1782 una Escuadra de Combate formada por la flota de barcos de línea del comodoro norteamericano Alexander Gullon (la fragata South Caroline, de 28 cañones, y ocho bergantines) y 54 transportes salió de San Cristóbal de La Habana con un Ejército Expedicionario integrado por 2,500 soldados cubanos de tropa veterana… días dignos de futura memoria aquellos en que el ejército español, escoltado por buques de guerra norteamericano, iba a conquistar las bases británicas en las Bahamas.

Cajigal, siempre en la vanguardia, cayó sobre los establecimientos ingleses del archipiélago como un rayo y tomó en rápida sucesión New Providence, Narbona y los demás puestos fortificados, expulsando a los británicos. El 7 de mayo de 1782 se rindieron la fortaleza y la plaza de Nassau a las armas cubanas, la guarnición quedó prisionera y los soldados ingleses fueron llevados a La Habana.

Cajigal comisionó a Francisco de Miranda como parlamentario y le dio al gobernador británico de Bahamas, vicealmirante John Maxwell los términos de la capitulación que firmaron el 8 de mayo Miranda y Maxwell. Los británicos, junto con la plaza y el archipiélago de Bahamas rindieron 12 buques de guerra de diverso porte, 159 cañones, 6 obuses, 36 granadas de mano, 868 mosquetes, 31 pistolas y 86 espadas. Se hicieron 1412 prisioneros de los cuales 274 eran soldados pertenecientes a las tropas regulares, 338 milicianos, 800 marineros de los buques, sin contar 2376 esclavos. Se capturaron los abastecimientos de New Providence y se apresaron 5 goletas, 2 balandras y alrededor de 65 embarcaciones menores, dedicadas al comercio. Se tomaron los cinco fuertes y 566 casas sin ninguna baja. Los españoles no sufrieron ni una sola baja, porque tan grande fue la sorpresa como fulminante el ataque del Mariscal de Campo Cajigal.

La expedición contra Bahamas fue un éxito rotundo y se ocupó un punto estratégico muy importante en el Caribe.

En este momento, la escuadra francesa del conde de Grasse fue derrotada por los buques del Almirante inglés Rodney cerca de Guadalupe y Cajigal, que conoció la noticia de inmediato, regresó a Cuba capeando un fuerte temporal y llegó a la altura de San Carlos de Matanzas a tiempo para impedir un desembarco inglés, que debía efectuarse para atacar por tierra la capital de Cuba.

Nuevo triunfo de Cajigal: retirada del Almirante Rodney

Al llegar a Cuba, el incansable Cajigal organizó la defensa de La Habana con la ayuda de Miranda. Se cubrieron de parapetos y armas todos los aproches de la ciudad, se concentraron las milicias, y se emplearon 1,000 esclavos en levantar fortificaciones provisionales, además de formar un campo atrincherado con los 2,500 soldados que atacaron las Bahamas. Era el 6 de agosto cuando la escuadra de Rodney, formada por 26 navíos de línea, se presentó ante La Habana. El almirante inglés confiaba encontrar debilitada la defensa por la salida de fuertes contingentes hacia Nassau, pero un rápido reconocimiento de los castillos y fortificaciones le dio a entender que las defensas de la ciudad eran impecables. Luego intentó desembarcos por varios puntos de la costa, pero todo el litoral estaba protegido por la artillería y las tropas dispuestas por Cajigal, y Rodney concluyó que era mejor marcharse antes que intentar un ataque que sería desastroso para sus fuerzas.

Con la toma de Nassau, el cierre del paso del canal de Bahamas a los barcos de guerra británicos y la toma de sus bases del archipiélago, Cajigal dejó imposibilitados a los ingleses y completó el plan de Bernardo de Gálvez, maniatando en gran medida las posibilidades de las escuadras de combate británicas y cortando los accesos y las posibilidades de maniobra, de forma que las tropas que enfrentaban al Ejército Continental de Washington quedaron muy aisladas y con grandes dificultades logísticas y de abastecimiento.

Un comportamiento digno

En las tropas de Cajigal figuraba el Teniente Coronel Francisco de Miranda, a quien el Mariscal distinguía con su amistad. Comisionó a Miranda para que viajara a Jamaica para negociar un canje de prisioneros, pero ni Cajigal ni Miranda estaban al tanto de que el capitán del navío llevaba una gran carga de artículos de contrabando en la goleta en que hizo el viaje a Kingston. Después remitió aquella carga prohibida a Batabanó, al sur de la provincia de La Habana, previo acuerdo con varios especuladores de la capital de Cuba. Alguien dio parte del suceso, tal vez un enemigo de Miranda, quedó descubierto el tráfico ilícito por las autoridades. Miranda fue acusado de participar en el turbio negocio, y quedó comprometido Cajigal, quien no se percató del alcance del asunto y trató de defender a su amigo. El digno Cajigal respondió a la acusación diciendo: mi vida es mi mejor defensa.

Cajigal fue sustituido en sus cargos de Capitán General de la Isla de Cuba y Teniente General de los Reales Ejércitos y enviado a prisión. Por suerte para él, el Teniente Coronel Francisco de Miranda logró evadirse. Al parecer, alguna persona quiso manchar el prestigio de Cajigal y Miranda en este asunto tan turbio.

El digno militar fue sustituido entonces por el Mariscal de Campo Luis de Unzaga en su empleo de Capitán General, pero al subir al trono Su Majestad Carlos IV en 1789, se ordenó una investigación que tuvo como resultado la obtención de pruebas que demostraban la falsedad de la acusación, El rey rehabilitó completamente a Cajigal en todos los órdenes y mencionó su exceso de confianza que depositaba en sus subordinados, siendo, sin embargo, indisputables su pureza y su desinterés.

El héroe cubano D. Juan Manuel Cajigal y Monserrate, siempre adelante en la vanguardia

Carlos IV, para demostrar su buena voluntad y su confianza en el notable militar, le dijo que escogiera él mismo el empleo que podría desempeñar a partir de ese momento.

Y Cajigal, que había pasado más de cinco años en prisión por una acusación falsa, respondió al rey Carlos IV de la mejor manera posible, y respondió que no quería nada, sólo quería pelear por su patria y dar más gloria a España, haciendo gala de lealtad sincera, desinterés y patriotismo. Pero hizo más que decirlo, porque lo demostró poco después cuando estalló la guerra contra la República Francesa y el valiente Mariscal, destinado al ejército que se reunió en Irún bajo la dirección de Ventura Caro, solicitó expresamente que le asignaran el mando de la división de la vanguardia en las tropas del Capitán General de Cataluña, Antonio Ricardos Carrillo de Albornoz, que enfrentó con más de 56,000 regulares españoles un ejército francés fuerte de 100 mil hombres. Y así encontramos al Teniente General de los Reales Ejércitos Juan Manuel Cajigal y Monserrate, con 54 años de edad, marchando a la cabeza del ejército español, al frente del Regimiento de la Reina, una tropa de choque formada por 2,250 veteranos que iba en la vanguardia, y destacándose, como siempre, en las acciones militares que tuvieron lugar en Navarra y Guipúzcoa. El primer enfrentamiento tuvo lugar en Céret, contra el ejército del general Louis Charles de Flers, y como era su costumbre, la embestida de Cajigal fue tan violenta que aplastó las líneas francesas y casi 2000 hombres en retirada murieron, ahogados en las aguas del río Tech, que discurre por el Rosellón. Poco después, en la batalla de Mas Deu dirigió la carga de los cuatro regimientos de infantería de vanguardia, como un soldado más en la primera línea, y al grito de Cierra, España! la división chocó contra las tropas del general Dagobert con tanta violencia que las desarticuló, y Auguste Dagobert ordenó la retirada.

De nuevo estuvo al frente de la vanguardia en la batalla de Truillás, librada el 22 de septiembre de 1793, y de nuevo se retiró el general Dagobert, que perdió 6000 hombres en la primera carga de la infantería al mando de D. Juan Manuel Cajigal, que cerró contra los revolucionarios con su acostumbrada e indomable energía.

Hizo más relevante su participación en la Campaña del Rosellón y particularmente en el sitio del Castillo de Bellegarde y los enfrentamientos en Pertus, por su acertada disposición de la artillería y el experto manejo de las tropas, y muy pronto se supo que era tan bueno como estratega como chocando contra el enemigo. El rey le otorgó la Cruz Laureada de San Fernando, máxima condecoración militar de España, la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, y lo nombró miembro del Consejo Supremo.

Después de la Paz de Basilea, el Mariscal de Campo D. Juan Manuel Cajigal y Monserrate, Teniente General de los Reales Ejércitos, héroe de la expedición a Argel y del enfrentamiento con Portugal en Buenos Aires, triunfador en Pensacola, conquistador de las Bahamas, que se cubrió de gloria en la campaña del Rosellón ganando seis batallas campales, y llegó a ser uno de los más brillantes jefes militares cubanos de todos los tiempos, se retiró a la ciudad de Valencia, donde murió en 1811, a los 72 años de edad.

España había perdido la punta de la lanza y un jefe que garantizaba la victoria. 

Notas pie de página:

(1) Centro de Documentación Histórica de la Florida Colonial Hispana (CDHFCH). Fondo Florida, S. XVIII, Guerra de Independencia. Comunicación de José de Gálvez a Juan Manuel Cagigal de 22.III.1782.

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Autor: Dr. Salvador Larrúa-Guedes

Académico Correspondiente en Estados Unidos de la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras.

Secretario de la Academia de la Historia de Cuba.

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