De las muchas fantasías plasmadas en la literatura infantil propias de nuestra infancia destaca una publicación, que al menos en su denominación e identificación, podría asimilarse a la situación que nos ha tocado vivir.
Existe un paralelismo entre los personajes intervinientes en las Aventuras de Peter Pan y algunos de carne y hueso que viven entre nosotros. En efecto, los papeles de los personajes más destacados de la ficción son los que corresponden a:
Las hadas.
Son las criaturas más misteriosos e importantes de ese ficticio (País de Nunca Jamás). Son tanto varones como hembras, no sé si numéricamente equilibradas, cuestión que de no serlo podría establecer una desigualdad de género absolutamente rechazable. Cuentan con la facultad de producir polvo mágico, el polvo de hadas, un material indefinido e indescriptible que contiene magia y gracias al cual todos los personajes de la historia pueden volar. Mantienen una amistad más que notable con otros personajes de la historia, como son los Niños Perdidos.
Estas hadas ofrecen cobertura y protección a estos Niños Perdidos (muy oportuno el calificativo) arropándoles frente a la maldad inherente a los Piratas (otros personajes de la historia)
En la historia de Peter Pan hay varios tipos de hadas con funciones diferenciadas: para empezar el hada reina, como contrapunto el hada artesana, el hada de las flores, el hada animal (de la que cabría pensar su aversión a la tauromaquia), el hada acuática (con conflictos permanentes con las aguas jurisdiccionales), el hada de la luz (con funciones cada vez más costosas), el hada del vuelo veloz (sin ninguna relación con el Falcon que está en boca de bastantes, por no decir de todos), el hada del polvo mágico (encargada de enviar confusos mensajes entre ertes y eres, pronunciar palabras inexistentes como portavoza, hije, y demás lindezas) el hada de la primavera, el hada del verano, el hada del otoño y el hada del invierno (con algo que ver con los colapsos de nieve repetitivos). No he encontrado el hada del Arco Iris para fiasco de alguno que otro.
Niños perdidos.
Son una especie de casta conformada por aquellos bebés que se cayeron del cochecito mientras la niñera no estaba mirando (estas directoras generales venidas a cuidadoras no justifican su desorbitado salario) y que fueron adoptados por las hadas y Peter Pan al no ser reclamados por ningún ser humano. Aquí viene un dato muy machista. Según la fantasía (no equivocarse, porque cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia) no hay niñas perdidas porque, según la forma de ver las cosas por parte de Peter Pan, las niñas son demasiado inteligentes para caerse del carrito y perderse de esa forma; (aunque en el fondo no lo piense, ni tenga porqué darse el caso), como alguna tribu defiende con vehemencia.
Los Niños Perdidos son siete en la ficción, y creo que nueve en la otra ficción más próxima. Viven razonablemente bien gracias a la dependencia que tiene de ellos Peter
Pan, que está dispuesto a lo que sea necesario para que le sigan manteniendo en su papel, incluso a mentir. Lo peor del caso es que su estatus está pendiente de un hilo (o una cuerda, ya que su residencia tiene el tétrico nombre de “el Árbol del Ahorcado”) que en forma de recurso que podría devolverles a su antigua residencia anterior.
Utilizan como vestimenta pieles de animales y hojas que encuentran en la foresta, a fin de equivocar al resto de seres, prometiendo o jurando lo que sea menester con tal avanzar un ápice en sus planteamientos, mayoritariamente concebidos como inaceptables. A pesar de su corta edad, aunque en sus ambientes tratan de tergiversar la historia atribuyéndose orígenes ficticios, y rangos falseados, tienen un gran manejo de las armas (dialécticas, sobre todo), aunque algunos miembros hayan demostrado apetencias de utilizar las otras, oponiendo resistencia a cualquier supuesto enemigo (invasor o dominante) que decida hacerles frente y mantener el orden convenido por todos.
Piratas.
Son los principales antagonistas de los personajes anteriores. Se les atribuye como única finalidad la de robar y saquear cualquier barco o mercancía que encuentren (estos nos roban). y tratan de descubrir tesoros (en forma de subvenciones, líneas de financiación y manejo de presupuestos) localizados en islas remotas (en las que, por supuesto, hay que abrir embajadas y demás dependencias impropias de esa entelequia). Son liderados por el capitán Garfio, del que se ríe en su cara el inquieto Peter Pan, después de que éste le cortara la mano y se la echase de comer a un cocodrilo gigante con un apetito insaciable. El Capitán Garfio tiene fobia al sonido de los relojes, ya que cuando perdió la mano el cocodrilo se tragó también su reloj y desde entonces la bestia persigue al capitán para devorarlo. (nada que ver con el reloj de la historia, que a juicio de los analistas aplaudidores adelanta o retrasa según convenga, aunque en general parece como si se hubiera parado).
Indios.
En Nunca Jamás hay un personaje que lidera una tribu de asilvestrados, que sin saber por qué se autoproclaman así, asilvestrados. La relación, tanto con Peter Pan como con los Niños Perdidos es buena. No está claro cómo han llegado a la isla a pesar de que parecen conocerla mejor que nadie. (Palabreros natos, capaces de asimilar los formatos del líder, defendiendo hoy cualquier cosa negada y proscrita con anterioridad y no sonrojarse por nada. Son capaces de jurar o prometer cualquier cosa hoy, negándolo todo mañana convirtiéndose en perjuros. Iban a luchar contra la denominada casta y se han pasado a la casta).
Sirenas.
En la laguna viven las sirenas y tritones. Son retorcidas y malintencionadas con los habitantes de la isla salvo con Peter Pan. Su compañía parece trastocar su comportamiento, convirtiéndolas en mansas hembras (aunque esto suene mal). Son hedonistas, frívolas y arrogantes, les gusta tomar el sol sobre la Roca de los Abandonados, cantar, jugar y manifestarse reclamando cuestiones sobradamente conocidas y desde hace tiempo vigentes.
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Hay una reflexión que me asalta al profundizar con detenimiento en la etimología del nombre del país. Ciertamente cuando a algo se le denomina “de nunca jamás” cabe pensar que la experiencia habida es absolutamente indeseable.
Creo que lo mejor que podría habernos acontecido es que no hubiera habido acontecimiento, que no hubiera ocurrido. Pero las cosas son como son y no tienen vuelta atrás. Nadie puede prever el futuro, pero todos podemos sacar enseñanzas del pasado. La historia es una gran maestra, con vivencias muy didácticas, salvo para empecinados con intenciones torticeras que deforman la historia para justificar sus pretensiones.
Si a esto se le combina con la necesidad de apoyos, la apetencia de poder a toda costa y la falta de entendimiento de quienes podrían introducir cordura en esta situación, el sudoku está servido. Caminar sin ruta clara en una Europa integradora con intenciones segregacionistas es tanto como pretender volver a las formas medievales, sobradamente superadas.
Las normas dadas por todos para regular la convivencia nos afectan a todos, de lo contrario dejan de ser normas de convivencia para convertirse en prebendas arbitrarias que en forma de excepción favorecen a quien conviene y provocan desigualdades injustificables que derivan en injusticias. Si la norma no se aplica deja de ser norma convirtiéndose de alguna manera en privilegio.
Posiblemente tengamos que denominar a este país como el de NUNCA JAMÁS, razones hay para ello.