Estaba esta mañana el Muro de Gijón como si de un mes de verano se tratase. Un tumulto de gente, de todo tipo, las amas de casa y los jubilados habituales con el añadido de un gran número de personas en edad laboral que hoy, tras el pseudoconfinamiento decretado por el gobierno del Principado, se han lanzado a las calles, donde comercios, cafeterías y chigres cerrados les han dejado como casi única salida el paseo por el malecón gijonés.
En San Pedro, donde mejor rompían las olas, un grupo de surfistas ofrecía suficiente espectáculo como para que la densidad del personal pusiese en peligro el llamado distanciamiento social, aunque la atención de la policía municipal se centraba en los papeles de un guitarrista que se ganaba la vida en el Campo Valdés. Más abajo, en la zona de la Rampa, el espectáculo tenía otras características.
Un perro, de buena talla, seguía por la arena a su dueño y otro can. Lo llamativo era el sistema de ortopedia a ruedas sobre el que sustentaba la parte posterior del cuerpo, que aparentemente, y posiblemente por la edad avanzada, ya no respondía a las necesidades del pobre animal. Arriba, en el Muro, algunas personas se paraban a admirar la escena. ¡Míralu, probín¡ ¡vaya detalle el paisanu¡ Era ciertamente difícil no conmoverse ante la escena de amor y humanidad que teníamos delante.
En la sociología moderna uno de los enfoques, iniciado por Auguste Comte, estudia a la sociedad como si de un organismo viviente se tratase, después vendría Herbert Spencer que profundizaría en el concepto. La sociedades maduras, o desarrolladas, muestran en su accionar con los animales ese tipo de evolución y así, para algunos, esto sería una muestra del nivel superior de las mismas.
Gijón, según una reciente información, cuenta con más de 32.000 canes censados, lo que, dado la población de la ciudad, la pondría en un supuesto elenco mundial en la parte más avanzada de la clasificación. Es tal la importancia del asunto que el decreto de cierre del Principado ha dejado fuera a las tiendas de alimentación animal y las clínicas veterinarias, algo a lo que el pequeño comercio no ha tenido derecho.
Todo esto estaría muy bien si no fuese porque nuestra ciudad, como toda Asturias, cuenta con un número total de bebes, niños y adolescentes muy inferior, con una brecha que se acrecienta cada día y que las políticas anticonceptivas de un lado, y la falta de ayudas a la familia de otro, llevan a pensar que en un futuro habrá que dejar todo el año la playa de San Lorenzo para el disfrute de los perros, y de sus ancianos dueños. Todo se andará aunque no sé si este es un ejemplo de sana evolución.
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