Me gustaría hacer alusión a una obra de M.T. Cicerón[1], donde expone sus ideas sobre la forma de gobierno ideal. La obra en cuestión es La Republica[2].
Esta obra desarrollada en forma de diálogo entre Lelio y Escipión el Africano. Ruega Lelio al Africano que exponga su opinión, sobre la Republica y éste formula la definición de República, como pueblo, pero que todo debe ser regido por un rey o por la aristocracia o por el pueblo[3]. Preguntado de nuevo cuál de las tres formas le parece la más perfecta, responde el Africano que ninguna de las tres formas aisladamente le satisface. Insistiendo para que, sin embargo, diga cuál de ellas le satisface más, dice que la monarquía, según se puede comprobar por los efectos tan benéficos que causó en Roma; la nobleza por el consejo y asesoramiento que presta; y el pueblo por la libertad, insistiendo en un cuarto genero mezcla de los tres por los admirables resultados en el Estado de Roma.
Con ello refleja la idea de Catón: La forma de gobierno de Roma es la más perfecta, porque al no estar sometida al arbitrio de un solo hombre, participa del consejo y de la virtud de los mejores ciudadanos y del pueblo, porque «Es el gobierno del pueblo; y por pueblo entiendo no la masa de la multitud, sino la reunión de hombres coadyuvados por el consentimiento del derecho y por el común interés[4]».
Muchos hoy se preguntan si es útil la monarquía en los tiempos que nos ha tocado vivir. Bien. No se trata de remontarse a los tiempos en los que el rey era un poder divino o religioso (aunque aún quedan residuos de esta concepción en algunas monarquías ancladas en esa cosmovisión). Sabido es que los reyes de la antigüedad ejercían sobre sus súbditos un poder teocrático como enviados de los dioses, eran los depositarios de un mensaje sagrado, al modo como Hammurabi recibía su famoso código de manos del dios Shamesh.
Otros consideran que la figura de un rey se legitima por una mezcla de tradición y herencia enmarcada en una línea dinástica, cosa que, si bien es aceptable, hoy por hoy la idea de descendencia, formación, servicio al país enmarcado dentro del acatamiento y defensa de la Carta Magna es lo que le da validez y sostén.
Debatiendo sobre el tema, a veces me preguntaba si cuando hubiera que elegir o buscar a alguien que dirigiera una gran empresa de gran complejidad en la gestión (una gran hidroeléctrica, un emporio comercial de bienes o servicios, o incluso a un gran banco) … ¿Cómo lo haríamos? ¿A quién nos encomendaríamos?
Es muy posible que alguien esté considerando la posibilidad que nada mejor que someterlo al refrendo de la comunidad, al igual que haríamos con una comunidad de vecinos o incluso un procedimiento de primarias en elecciones, que visto el resultado no siempre se acierta con el candidato mejor preparado, sino con el más ambicioso o el más simpático… hasta que poco tiempo después la presión mediática, la opinión publica cambia de sentido o de parecer y convierte en fútil tal elección.
La verdad es que la velocidad con que cabalga el tigre de la historia contemporánea y no digamos la presión de las redes sociales hace que el cambio de parecer de la opinión pública sea cada vez más voluble. ¿Debemos pues acogernos a este sistema para una función arbitral que modere y haga de estabilizador de los poderes públicos y de representación de los ciudadanos?
Si queremos una institución que sea más estable y que dé seguridad deberíamos pensar en cómo se organizan aquellas instituciones que han permanecidos estables durante no solo años, sino centurias o milenios-.
Por ejemplo, la Iglesia. Se podrá ser o no devoto, confeso, agnóstico o si se quiere ateo y descreído… Pero la estabilidad y permanencia durante siglos es innegable. Es una verdad histórica.
La Monarquía hoy se legitima no solo por tradición dinástica, refrendo en Constituciones o porque sucesivos referéndum o votaciones dan continuidad a la misma esencia del país y le dan estabilidad o seguridad, sino porque la experiencia histórica nos dice que cuando la vorágine republicana prescinde de esa figura, hay que buscar otra que haga exactamente lo mismo, como sería un régimen culminado en un jefe de estado o presidente de la nación. Y en nuestro país no tiene buenos antecedentes, más bien la experiencia histórica aconseja lo contrario.
Y claro que también el rey o reina puede ser un incapaz o un incompetente, pero para eso también se inventó una cosa que se llama Regencia.
De momento, no es necesario recurrir a eso, porque tenemos quizás al mejor rey y con mejor saber estar de la historia reciente o pasada. Y tiene un nombre Felipe VI.
Fdo.: Luis Mariano Robles Velasco (julio 2019)
[1] ROBLES VELASCO, L.M.,” La lucha contra la corrupción en la republica romana. Una nueva interpretación sobre la obra ciceroniana “De Officcis”. Revista REDS, publicado en el número 11 de la Revista REDS “Derecho, Empresa y Sociedad”, Julio-Diciembre de 2017, nº 11 (2017), (29 p.), ISSN: 2340-4647, disponible en: www.dykinson.com/revistas/revista-de-derecho-empresa-y-sociedad/
[2]M.T. CICERÓN Sobre la Republica, cit. Idem M.T CICERÓN., La Republica, ed. Aguilar, Madrid 1980.
[3] CICERÓN M.T.,Sobre la Republica, cit., p. 22.
[4] CICERÓN M.T.,Sobre la Republica, cit.,p. 23.