El vuelo del águila

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Majestuosamente volaba el águila cerca de las nubes. Desde allí arriba divisaba con su aguda mirada los severos tajos de las montañas, la suave alfombra de la pradera y el perezoso fluir del cristal nítido con el que los ríos se deslizan en busca del mar. Los ojos vivos de esa singular ave escrutaban todos los recónditos e inaccesibles lugares de la libertad. Esos ojos guardaban un secreto.

Donald Trump, aguza una nueva polémica en Las Colinas Negras, tierra sagrada para una decena de tribus indígenas de las Grandes Llanuras de los EE.UU., donde se encuentra el monte Rushmore, en el que están talladas las figuras de los cuatro presidentes estadounidenses, lugar que los indios consideran el «corazón de la Tierra». Apunta Nick Tilsen, un miembro de la tribu Oglala Lakota y activista del colectivo indígena NDN que «El monte Rushmore es un símbolo de injusticia, de desigualdad racial y de supremacismo blanco en Estados Unidos». Esa tierra quedó “profanada”, según las tribus, entre 1927 y 1941, cuando los taladros y la dinamita fueron conformando en una de sus laderas de granito las caras de los expresidentes estadounidenses George Washington (1789-1797), Thomas Jefferson (1801-1809), Abraham Lincoln (1861-1865) y Theodore Roosevelt (1901-1909). Los cuatro de ofensivo recuerdo para los indios norteamericanos; como lo es el arquitecto del monte Rushmore, Gutzon Borglum, que afiliado al grupo supremacista blanco Ku Klux Klan (KKK) antes de trabajar en ese proyecto, afirma Tilsen. Y sigue comentando que, Washington y Jefferson esclavizaron a decenas de afroamericanos, mientras que Roosevelt intentó evangelizar a muchas tribus y afirmó que «el único indio bueno es un indio muerto»; pero el peor para muchos es Lincoln, el presidente que abolió la esclavitud. «Abraham Lincoln era un asesino en masa de personas indígenas», sentenció Tilsen, al recordar que ese mandatario ordenó la que se considera la mayor ejecución masiva de la historia de EE.UU., el ahorcamiento de 38 nativos americanos en Minnesota en 1862.

En los EE.UU. se está preparando un cóctel explosivo con tres ingredientes de principal peso como son: la población negra junto a los que la apoyan en los conflictos acaecidos desde el homicidio de George Floyd, la COVID19 con tantos muertos y contagiados y la polémica postura de Trump como si con él no fuera esta historia (no hay mayor alucinación que la de aquél que no quiere ver la realidad y evita la evidencia), y ahora la población indígena indignada con la celebración del 4 de julio, impulsada por el presidente de los Estados Unidos, en la que consideran tierra sagrada y que les pertenece según el tratado de Fort Laramie en 1868 en el que firmaron Washington y Nube Roja (considerado como jefe de estado de la nación sioux) el tratado de paz demandado por el primero. Nube Roja podía afirmar que había ganado una guerra a Washington militarmente y diplomáticamente al prevalecer las condiciones del Jefe indígena y no aceptando las de Washington.

Años después se esparcieron rumores sobre el descubrimiento de oro en esas montañas, hecho verificado por una expedición de Custer en 1874.

En ese momento, la economía de EE.UU. se enfrentaba a la Gran Depresión de 1873 y los mineros se embarcaron en una fiebre del oro en los «Black Hills», violando así los tratados y la ley federal. Estas intrusiones en territorio indio provocaron el enfado de los Lakota (sioux) y de sus aliados. Ante esta situación Tatanka lyotanka (Toro Sentado) y Tasunka Witko (Caballo Loco) declararon la guerra a los intrusos y a los Estados Unidos.

En la actualidad son muchos los historiadores que creen que la administración de Ulysses S. Grant provocó esta guerra por causa del oro. El objetivo habría sido la apertura de los «Black Hills» (Colinas Negras) para ayudar a la economía de los EE.UU. a salir de la Gran Depresión.

En medio de estas guerras indias se da la batalla de “little big horn” en la que el teniente coronel Custer y casi 300 soldados norteamericanos (el famoso y recordado tantas veces en el cine 7º de caballería) perdieron la vida en un gran fracaso militar el 25 de junio de 1876 (día grande para los indios norteamericanos) ante los sioux unidos a los cheyenes y arapajó hartos de engaños por parte del “hombre blanco” al seguir quitándoles tierras y desplazándoles a zonas peores sin hacer caso a los tratados firmados. Aquella batalla fue una masacre para los soldados norteamericanos por el error de cálculo de Custer, que se vio acorralado por los guerreros indios norteamericanos comandados por Toro Sentado e impulsados por la convicción y el ímpetu de Caballo Loco. La guerra la ganaron los soldados estadounidenses, pero esta batalla opacó todos los triunfos del ejército norteamericano.

A partir de este momento los nativos indígenas fueron perdiendo sus tierras y conducidos al hambre y a la miseria, y acabaron rindiéndose. Al tiempo, tanto Caballo Loco, como Toro Sentado posteriormente, fueron asesinados.

Siempre quise subir por los peldaños ocultos del misterioso río, atravesar sus mágicos parajes y aprender de las raíces de sus bosques en los que se encuentran la savia que genera los pensamientos nobles. Allí, en la paz de los sueños, se desliza entre la fronda la brisa del tiempo. Y en ese estado de placidez se ve el vuelo del águila aparecer entre las olas que agitan el viento. Y acompañando al águila de cabeza blanca, los espíritus de cuatro jefes indios (Nube Roja (Makhpyia Luta), Toro Sentado (Tatanka Iyotanka), Caballo Loco (Tasunka-Witko) y Cochise (Shikhashe) planean con toda su majestuosidad sobre las Colinas Negras reivindicando ser sus dueños y mostrando su deseo de reintegración en la naturaleza como tierra sagrada y no como explotación turística.

Los movimientos antirracistas que están enardeciendo los ánimos de los ciudadanos estadounidenses ha calado muy de lleno y se ha transmitido como la pólvora a Europa, Australia y otros países… (en Canadá se pide que los negros canadienses sean tratados de igual modo que los blancos, pues también han contribuido en igual medida a la creación de ese país). Y ha comenzado una corriente que está empujando a revisar parte de la Historia, que están cuestionando a algunos personajes que aparecieron siempre como héroes y a países que fueron o son potencias y que fundamentaron su origen o su economía en la explotación de otros pueblos o la esclavización de seres humanos. O reyes como Leopoldo II de Bélgica que en contra de la opinión de los belgas organizó a nivel personal la inhumana explotación del Congo para la obtención de caucho y marfil.

Quien ha visto cómo planea el águila bajo el cielo envuelta en su fastuoso manto, sabe quién reina en la perspectiva de las nubes. Así vuela la conciencia del hombre noble, del hombre sabio sobre las injusticias del mundo que han provocado dolor y sufrimiento. Del hombre que cree a pies juntillas que todo ser humano tiene los mismos derechos y obligaciones, y debe ser tratado como igual bajo el prisma de los derechos humanos y de ser reconocida su historia, sus creencias, su cultura y su pasado.