Feliz 40 aniversario

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La Constitución Española goza de buena salud. Sin duda. A pesar de sus 40 otoños.

Mañana, sin ir más lejos, celebramos su cumpleaños en medio de una tormenta de ataques de todo tipo que llegan desde diferentes flancos y que, lo único que hacen es reafirmar la perfecta forma física de nuestra Carta Magna, que los aguanta. Aunque esos ataques de tos ni son inocentes ni, permítaseme la desconfianza, ni son espontáneos, ni son desinteresados.

No me extrañó lo más mínimo cuando vi la foto de los políticos independentistas presos el pasado sábado, bien cerquita del aniversario de la Constitución, ni cuando veo las convocatorias de “referéndums” populistas sobre la Monarquía en el ámbito universitario. Llegan trufados de perfume republicano y, por lo tanto, me permitirán que crea que no son casuales ni, repito, espontáneos. Pero no se piensen, no… me pasa lo mismo con los ataques al sistema de las autonomías y a la descentralización del Estado. Estos llevan el aroma del radicalismo de ultraderecha. Tanto me da.

Miren, la Constitución es lo que es porque un gran número de españoles supo superar sus diferencias para dotar a nuestra sociedad de uno de los periodos de paz más largos de nuestrahistoria. A mí, con eso, me vale. Lo que no me sirve es el adanismo de quienes niegan la memoria de los que las pasaron bien putas para que nosotros tuviéramos derecho a decir lo que nos venga en gana y a vivir con dignidad, no lo olvidemos, dentro del marco constitucional.

Ahora parece que somos dinosaurios los que aún creemos en un ordenamiento jurídico al amparo de la Constitución. Sacando brillo a la memoria, muy loable por otra parte, relucen los olvidos de un periodo en el que la concordia y el diálogo dieron como producto una norma consensuada entre diferentes que, a partir de aquel 6 de diciembre, se convertían en iguales. Iguales ante la ley, iguales en derechos, iguales en libertad e iguales en posibilidades de futuro.

Ya sé que nadie invoca la palabra futuro impunemente, pero tampoco el verbo recordar es inocente y, ni mucho menos lo es el olvido. Cuando recuerdo los nombres de los grandes políticos de la Transición no puedo por penos que sentir el pinchazo de la pena. Hoy, cuarenta años después se ignora a conciencia lo mucho que tuvieron que pactar, para que nosotros viviéramos en una Democracia como la de hoy, consolidada, firme y sólida, participativa. Que necesita sus reformas, sin duda. Pero no por las bravas, no en la calle, no en la asamblea popular ni en la agitación permanente de “la gente” y, por encima de todo, no en la crispación. La

Democracia es lo que tiene. Que las reformas se hacen en el parlamento y por mayoría democrática. En fin…

Tal vez por eso me llevé una gran alegría el pasado jueves cuando me enteré de la concesión del Premio Convivencia, que otorga la Fundación Manuel Broseta, al Rey Felipe VI con un jurado muy transversal presidido por el ministro socialista José Luis Ábalos. Un hecho que me devolvió, un poquito, la fe en el género humano. Un galardón que es todo un símbolo de concordia en tiempos de crispación.

Ya lo decía mi querido Ernest Lluch, “diálogo, diálogo y diálogo”, antes de que le pegaran cuatro tiros.

Así que… Feliz cumpleaños a la Constitución.

Una pica en Flandes