sábado, abril 27, 2024

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Freya Stark, trotamundos centenaria

Cuando en 1928 Freya Stark desembarcaba en Beirut solo hacía dos años que la exploradora Gertrude Bell se había suicidado en su casa de Bagdad. A pesar de no conocerse nunca en persona Freya y Gertrude acabarían marcando muchas de las páginas de la historia del Oriente Próximo.

Gertrude creó los reinos de Irak y Jordania y Freya atravesaría en una peligrosa travesía el Yebel Druso y encontraría las ruinas de la mítica Alamut, en Irán, cuna de la secta de los Hassasins o Asesinos. Pero su mayor proeza fue instalar una oficina de espionaje en el Yemen inglés que ayudó a ganar la II Guerra Mundial y a vencer a Hitler. Por este 8 de marzo conozcamos su historia.

Hija de artistas, Freya nació en París el 31 de enero de 1893. Su madre, Flora, era una italiana descendiente de ingleses, franceses, polacos y alemanes y su padre Robert era inglés. Freya pasó junto a sus padres y hermana la mayor parte de su infancia en el norte de Italia, además su abuela vivía en Génova.

A los nueve años le regalaron las 1001 Noches y quedó fascinada con Oriente al leerlo. El matrimonio de sus padres fue infeliz desde el principio, y se separaron siendo ella aún pequeña, refugiándose en la lectura como vía de escape por el dolor que le causó aquella separación.

Poco después, su madre inició una relación con un conde italiano, dueño de una fábrica textil en la cual, durante una visita, Freya sufrió un grave accidente. Su pelo quedó atrapado en una máquina y debido al tirón de su padrastro para salvarla perdió la gran parte del cuero cabelludo y la oreja del lado derecho. Pasó cuatro meses ingresada en el hospital, sufriendo operaciones sin anestesia y con injertos piel de sus muslos y estuvo a punto de morir, pero milagrosamente se recuperó, aunque quedó desfigurada del lado derecho, por lo que siempre ocultó las cicatrices con llamativos sombreros y diferentes tipos de peinado.

En 1911 se matriculó en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres donde aprendió árabe y persa.

Visitó Oriente por primera vez en 1928 y solo tres años más tarde ya había realizado tres peligrosos viajes al desierto oeste de Irán, catalogando incluso zonas que nadie conocía, dándolas a conocer en los mapas. Pero su mayor logro fue localizar el Valle de los Asesinos y las ruinas de su fortaleza, Alamut, expedición que casi le costó la vida. Por este descubrimiento y la posterior publicación de su libro The Valleys of the Assassins en 1934, fue premiada por la Royal Geographical Society.

En 1935 volvió a ser portada mundial al visitar el Hadramaut, al sur de Arabia Saudí, donde pocos se habían atrevido y no llegaron tan lejos como ella si llegó. Este viaje y un nuevo libro tratando del tema le valió la medalla de oro de la Royal Geographical Society.

A partir de los años 40 y durante la II Guerra Mundial se instaló en el Yemen y en su capital, Saná, trabajando para el Ministerio de Información y en la oficina de espionaje contra los alemanes que ella misma ayudó a crear. Esta oficina estaba dirigida a convencer a los árabes para que apoyaran a los Aliados o al menos permanecieran neutrales. La victoria llegó en 1945 y a Freya una vez más le fue reconocido el mérito.

En 1947 se casó con Stewart Peronne, del que se separó en 1952 cuando este le confesó su homosexualidad. Tras aquello, volvió a viajar, realizando la Ruta de la Seda en caravana y publicando nuevos libros. Entre sus extravagancias más famosas estuvieron siempre los animales exóticos, tenía un lagarto azul que siempre que vivía en Londres lo llevaba a pasear colgado de sus hombros o de una correa cuando iba a los clubs más selectos de la ciudad.

Durante sus últimos años se instaló en Asolo, Italia. Conocidas fueron sus fiestas, en las que siempre aparecía elegantemente ataviada con exóticos vestidos que ella misma se hacía con sedas y telas que traía de sus viajes por Oriente, y su famosa amistad con la reina madre con la que siempre iba a pasar los veranos en Escocia. Posteriormente la Reina Isabel II le concedió el título de Dama del Imperio Británico.

A los 77 años visitó Afganistán, fue uno de sus últimos viajes, pero aún y dotada de una salud de hierro y con ganas de vivir más aventuras, pudo incluso rodar dos documentales sobre su vida, en los que apareció con 84 años remando una balsa de troncos en el Éufrates, Irak, y ya casi con 90 montada a lomos de una mula en el Himalaya. Llegó a confesar que le hubiera gustado morir a los pies del Annapurna, pues era lo más parecido que había a las puertas del cielo.

Freya Stark murió en su casa de Asolo el 9 de mayo de 1993 a la edad de 100 años y siendo una leyenda inmortal. La última nómada.

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