La República y sus Checas
Se habla siempre con horror, yo mismo lo sentí cuando me contaron las historias, sobre los campos de Polonia, Alemania y Austria durante el terror nazi donde murieron 6.000.000 de inocentes, lo mismo que los Gulags de Stalin donde murieron 83.000.000 de inocentes. Pero, sin embargo, cuando aquí se habla de los campos de concentración con Franco donde cientos de miles de personas estuvieron presas nunca, o casi nunca y a duras penas, se habla de las Checas de la II República y durante la guerra.
Cuando estalló la Guerra Civil España quedó dividida en dos durante 3 años, el bando nacional y el bando republicano. Y como Madrid no era segura el gobierno se trasladó a Valencia dejando Madrid bajo la administración de Largo Caballero al que llamaban el Lenin español, por lo que tuvo luz verde para impartir su justicia acorde a los dictados de la Revolución Rusa.
Las milicias del Frente Popular iban casa por casa preguntando por el paradero de quien no era leal a la república solo porque era republicano de derechas, monárquico, falangista o católico etc… Por supuesto en esto estaban añadidos los llamados paseos de los cuales no volvías.
El gobierno de Madrid entonces ordenó instalar prisiones para los enemigos de la libertad según ellos y que estos fueran torturados, asesinados y que delataran a otras personas etc… nacieron asi las llamadas Checas siguiendo el ejemplo de la policía secreta rusa, pero el PSOE también estuvo involucrado en esto, aunque hoy en día muchos lo desmienten.
En total se instalaron unas 349 Checas en Madrid de las que 49 estaban bajo administración del PSOE. El encargado de diseñarlas fue el austriaco Alphonse Laurencic, un arquitecto, director de cabaret y pintor que militaba en la CNT y la UGT y residía en Barcelona, él fue el arquitecto de la muerte en la zona del Frente Popular.
Las Checas se diseñaron siguiendo el estilo de arte moderno y geométrico. Laurencic y sus secuaces utilizaban el surrealismo o la abstracción geométrica para llevar a los reos al delirio ¿Cómo? De la siguiente manera.
Llenó estas celdas de las Checas de líneas, cuadros blancos y negros, lunares de colores o espirales de aspecto psicodélico. Visto desde hoy puede parecer pueril, pero entonces se pensaban que aquellas imágenes podrían causar delirios, ofuscación y desubicación espacio-temporal.
Además, unos ladrillos pegados en el suelo no permitían sentarse o caminar, los planos que podrían servir como cama o silla estaban inclinados, de modo que no se podía estar tumbado, ni sentado, ni de pie, ni de ninguna manera. Los reos acababan perdiendo la razón muchas veces.
Interior de dos celdas de las Checas de Madrid y Valencia
La tortura fue más lejos aún dado que Laurencic diseñó Checas que parecían armarios, en los cuales el reo que era metido solo podía permanecer en cuclillas pero ni sentarse ni tumbarse. En algunas paredes había un reloj, cuya hora era alterada desde el exterior para evitar que los presos pudieran tener la más mínima noción del tiempo. Y algunas de estas Checas estaban pintadas con alquitrán tanto por dentro como por fuera para que en verano se sobrecalentasen de tal forma que el calor resultara asfixiante para su ocupante. Las Checas no solo se instalaron en Madrid, también en ciudades como Barcelona, Valencia, pueblos de la comarca etc… y de allí se sabía cuando se entraba, pero no cuando se salía.
Durante los 3 años que duró la Guerra Civil solo en el bando republicano y las zonas controladas por el Frente Popular se llegó a asesinar a 60.000 personas y de esas 60.000 se calcula que al menos 10.000 murieron en las Checas. Una vez que los reos eran interrogados, torturados y asesinados las milicias chequistas se encargaban de sacarlos y dejarlos tirados en las calles o a las afueras de las ciudades, a veces en las carreteras y otras los arrojaban a las fosas comunes.
Las palizas eran algo común en las Checas, pero las violaciones también. Los métodos de tortura tenían nombres tan singulares como»La banderilla», «El empetao», «La ratonera» o «El echar a los cerdos», entre otras. Los pistoleros que llevaban a los presos a las checas no hacían diferencias entre estatus social, religión ni partido político. Cuando un recluso caía exhausto tras ser torturado y no se le había podido extraer toda la información, era conducido a la enfermería donde le inyectaban un estimulante a base de cloruro de cocaína, lo que le provocaba una euforia que a los torturadores les permitía proseguir con su «trabajo».
Cuando acabó la guerra Laurencic fue juzgado gracias al testimonio de algunas víctimas que habían sobrevivido, pero él jamás se arrepintió y llegó a decir que sus checas eran mejores que otras porque tenían servicios «más higiénicos». Fue fusilado en Barcelona el 9 de julio de 1939, aunque intentó hacerse pasar por franquista para salvar la vida, pero no le sirvió de nada. Pese a ello, murió haciendo el saludo a la romana y gritando vivas a Franco.
De esta manera acabó el arquitecto del terror rojo.
El partido de futbol de la CNT
Acabamos este artículo denunciando la cantidad de crímenes que el bando repubicano cometió durante la guerra, y entre ellos estuvo la profanación del ataúd del obispo Torras y Bages de Vich, insigne prelado de la ciudad desde 1899 a 1916.
El 3 de agosto milicias de la CNT llegaron a la catedral, la cual ya había sido quemada anteriormente, perdiéndose sus magníficas pinturas murales de Sert y sacaron el cuerpo del obispo, aunque unos días antes ya había sufrido ataques cuando otro anarquista le robó el anillo episcopal rompiendo el cristal y robándolo, pero esta vez el sadismo llegó más lejos.
Sin ningún rubor, los anarquistas decapitaron el cuerpo y se pusieron a jugar al futbol con el cráneo del obispo en la plaza de Vich, mientras el resto del cuerpo fue calcinado tras ser rociado con gasolina. Tras apagarse el fuego solo quedó un pósito de cenizas con fragmentos de huesos no completamente calcinados. Así permanecieron varios días hasta que el Dr. Bayés, que fue médico de cabecera del Prelado, recogió a hurtadillas algunos restos de los huesos y sus cenizas, guardándolos devotamente.
Ataúd del Obispo de Vich
Mismamente el cuerpo del Opbispo Bernardo Calvó fue profanado. Los anarquistas le arrancaron las vestiduras, destrozaron su tumba y dejaron sus restos tirados en el suelo. Más tarde gente anónima los recogió y enterró en el cementerio hasta 1939 cuando pudieron ser devueltos a su lugar de reposo original.
Tal era la tolerancia que se respiró en el bando republicano.