La noche del 14 de abril
A las 9 de la noche de aquel 14 de abril de 1931 Alfonso XIII se despidió de la reina y sus hijos y cogió un coche que le llevaría a Cartagena y de allí un barco hasta Marsella, se decidió que por su seguridad Victoria Eugenia y sus hijos viajaran por otro camino. El infante Juan que estaba con sus estudios de infantería en la Escuela Naval de San Fernando, en Cádiz, partió al exilio también al dia siguiente. Tras 45 años de reinado Alfonso XIII acababa de perder la corona por unas elecciones municipales en las que ni siquiera los republicanos sacaron suficientes votos.
La última noche en palacio fue una pesadilla.
Hasta las galerías y estancias llegaban, desde la plaza de Oriente, los bramidos de una muchedumbre enfervorizada que exigía la muerte de la Familia Real y saludaba con efusión a la república.
Solo medio centenar de soldados de la Guardia Real permanecían en sus puestos para defender el edificio y sus habitaciones.
Frente a ellos se oponía una masa de energúmenos que portaban banderas tricolor, lazos rojos y gorros frigios, apiñándose frente a la verja. Un grupo de hombres logró trepar hasta el balcón principal del palacio, colgar la bandera republicana y luego descender ante el estruendo de la multitud. Todas las luces del edificio estuvieron encendidas durante aquella noche de insomnio para muchos.
La Reina fue presa del pánico también. Victoria Eugenia aún debía recordar, más esa noche, el fatídico fnal que su prima la Emperatriz Alejandra había tenido 13 años atrás con su esposo e hijos. Ahora temía que el pueblo encolerizado rompiera las ventanas, tirara las puertas abajo y la matara a ella y a sus hijos como les había pasado a sus primos rusos. No obstante se telefoneó al Ministerio de la Gobernación que ya regía Miguel Maura y quien mandó a los llamados Guardias Cívicos, pero en realidad estos eran obreros que portaban un lazo rojo en el brazo izquierdo, de modo que cuando hubieron disuelto a los manifestantes penetraron en el palacio para ir requisando todas las habitaciones, entre ellas la del Príncipe de Asturias Don Alfonso, que a sus 24 años estaba postrado en cama tras un grave ataque de hemofilia, el cual desde el interior pudo escuchar al guardia que custodiaba su puerta:
-Estas son las habitaciones de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias, que está gravemente enfermo. Pueden recorrer ustedes todo el Alcázar, pero aquí no entra nadie.
Ante la negativa e insitencia de los invasores la discusión subió de tono por parte del guardia real:
-Si intentan ustedes si quiera dar un paso, yo, bajo mi responsabilidad, formo la guardia y todos nos atendremos a las consecuencias. ¡Estoy decidido a llegar hasta lo último!
Ya solo tras aquella amenaza el recorrido de los invasores siguió otro rumbo.
La Reina mientras tanto se instaló en el cuarto de estar de las Infantas. María Cristina, la pequeña, tenía miedo, de modo que su madre permaneció con ella toda la noche. Beatriz, Jaime y Gonzalo no se movieron de sus habitaciones del piso de arriba.
A las cinco de la mañana una doncella avisó a Victoria Eugenia de que un amigo del Rey, Joaquín Santos Suárez, deseaba verla con urgencia.
Vestida con su bata de dormir la reina lo recibió y este exclamó que estaban en medio de una revolución. Entonces la aconsejó de que saliera de palacio por la Puerta Incógnita, atravesara el Campo del Moro y de allí cogiera un tren en la estación del Escorial, de lo contrario su vida y la de sus hijos correrían serio peligro.
A las siete de la mañana y tras asistir a misa por última vez en la Capilla Real Victoria Eugenia y sus hijos se fueron preparando para abandonar el palacio por donde les había aconsejado el señor Suárez. En la plaza de Oriente el aspecto era desolador, transitando camiones con mujeres y hombres trastornados, borrachos y portando pancartas con insultos a la Familia Real y banderas republicanas mientras el diario Socialista rezaba en su portada del 15 de Abril: ¡Viva España con honra y sin Borbones!
En algunas plazas estatuas y monumentos a Isabell II, Felipe II y III empezaron a ser derribadas a martillazos, lo mismo hicieron con los escudos reales en edificios y hasta en el propio palacio real. Una estatua de Felipe II a caballo fue derribada y decapitada y lo mismo intentaron hacer con el monumento a Alfonso XII en el Retiro, pero se pudo evitar.
Las despedidas con el servicio de palacio fueron un mar de lágrimas y el Príncipe de Asturias regaló todos sus ahorros en valores de estado a su criado personal, Barreno, quien se había portado muy bien con él en esos años. Doncellas, amas de llaves, lacayos, cocineros etc.. todos se despidieron de la Familia Real.
A las ocho partieron la Reina y sus hijos en varios coches portando el equipaje y enseres y a Peluzón, el perro de Alfonso, y para colmo de males el Príncipe de Asturias tuvo que viajar en camilla, debido a su último ataque hemofílico. Al llegar a la estación del Escorial hubieron de esperar una hora y en ese tiempo, acudieron el Conde Romanones y los hijos del dictador Primo de Rivera, Pilar y José Antonio. Entristecida y enojada la reina les dijo:
-De haber vivido vuestro padre, esto no habría pasado.
Una vez cogido el tren este se dirigió a Medina del Campo en donde un grupo de obreros silvó y abucheó cuando este llegó dado que el tren portaba las armas reales en sus puertas y estos sabían quienes viajaban en su interior. En Burgos sin embargo centenares de personas lo recibieron con gritos de ¡Viva el Rey! ¡Viva la Reina! ¡No se vayan!
En Vitoria en cambio Don Jaime pudo escuchar como un joven gritaba ¡Muerte al Rey!¡Mierda para el Rey y toda su familia!
Don Jaime saltó del vagón y le propinó un buen puñetazo en el ojo y volvió a subir. Durante el trayecto no dejaron de bromear sobre el incidente él y Alfonso.
En San Sebastián, ciudad donde hasta 1930 veraneó la Familia Real, les esperaban cientos de personas con vivas y aplausos, algunos se acercaron para darle ramos de flores a Victoria Eugenia y a sus hijos quienes les agradecieron el gesto. En Irún y ya cerca de la frontera, un grupo de carabineros despidió al tren real presentándole armas. Como Alfonso permanecía acostado, fue Don Jaime quien pasó revista a las tropas.
En la noche del 15 el tren cruzó la frontera por Hendaya y al día siguiente llegó a París, donde horas más tarde llegó Alfonso XIII y poco después el Infante Don Juan. Al fin todos juntos.
De aquel exilio muy pocos regresarían.
Don Gonzalo murió en 1934 de un ataque de hemofilia tras un accidente de coche en Austria. Tenía 21 años
Don Alfonso murió en Miami en 1938 de lo mismo que su hermano Gonzalo. Tenía 31 años
Alfonso XIII murió en Roma en 1941. Tenía 55 años
Victoria Eugenia volvió a España brevemente en 1968 para el bautizo de su bisnieto Felipe VI. Murió en Laussana, Suiza, a los 82 años en 1969
Don Jaime murió en San Galo, Suiza, en 1975. Tenía 67 años
Doña Beatriz regresó a España tras la vuelta de la corona, pero se instaló en Roma. Allí murió en 2002 a los 93 años
Doña María Cristina regresó también y murió en 1996 a los 85 años en Madrid.
Don Juan regresó en 1977. Murió en 1993 a los 80 años.
Con esto ponemos fin al especial de la Cara Oculta de la II República, 90 años después.
No podemos consentir que esta triste y vergonzosa historia se vuelva a repetir ¡¡VIVA ESPALA VIVA EL REY!!
Seria lamentable que la historia se volviese a repetir. No le traeria nada bueno a España VIVA EL REY.