Hoy contemplo la niebla frente a frente.
He comprendido que día a día, se hace pura niebla
fría y húmeda, mi mismo corazón.
Desde el ecuador de mi vida la saludo;
como a esa hermana que nunca tuve.
Tal vez desde la densa niebla,
antes de dormir, pueda divisar la luz.
Cuando nacemos, lo hacemos sumergidos,
en la niebla del olvido; y condenados al dolor.
En nuestra infancia primera, vivimos tras la niebla,
que crea nuestra propia percepción del exterior.
Luego, llegamos a la adolescencia;
y el torrente de sentimientos desordenados,
impide ver con claridad nuestro alrededor.
Así, nos encontramos en la madurez;
y es niebla el recuerdo, pues no nos llega nítido.
Niebla también la rutina que nos envuelve y ciega...
¿Y esa pesada niebla habrá algún día de desaparecer,
o seguirá cruelmente nuestras huellas?
Me gustaría que alguien fuese capaz de responder.
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