Durante las conversaciones entre el gobierno y los representantes de ETA para la liquidación de la misma, parece ser, un político manifestaba, en relación con la dificultad para controlar –que cada uno imagine el trasfondo del verbo controlar- a la Guardia Civil, que ésta solo obedecía al Duque de Ahumada. Sin duda la mejor de las alabanzas que se le pueden hacer a la Benemérita, pero es en la Cartilla del Guardia Civil, de la pluma del Duque y publicada en 1846, donde se encuentra el particular código bushido que guía desde entonces a todos sus miembros.
En uno de los primeros artículos de este reglamento se puede leer que “procurará ser siempre un pronóstico feliz para el afligido,…; el que tenía su casa presa de las llamas, considere el incendio apagado; el que veía a su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea salvado;…”; y así sigue sucediendo, como esta pasada semana, con incendios en Galicia y bestiales inundaciones en el Sureste de España. Allí estaban los guardias desde el primer momento, con los precarios medios de los cada vez más escasos Puestos rurales y más tarde con la sofisticación de sus Especialidades centrales. Pero todos con el mismo espíritu, el marcado en la Cartilla, el socorro al afligido, lo que hoy se conoce como Protección Civil en todas sus variantes.
La UME, la Unidad Militar de Emergencias, nace mucho más recientemente, apenas 15 años, como resultado de la decisión del presidente Zapatero ante las críticas por la inoperancia del estado durante una tremenda nevada que dejó miles de personas bloqueadas en la nieve de las carreteras. El estado autonómico había vaciado de competencias y capacidades al gobierno español que no podía permitirse el lujo de perder imagen, y de paso votos. Había que hacer algo.
La solución se le encomendó al Ministerio de Defensa, siempre obediente, siempre dispuesto, aunque la operación le costase enormes recursos humanos y económicos y aunque una fuerza policial de carácter militar como la Guardia Civil hubiese nacido para ello. ¿Quizás para no violentar el sentimiento de algunas autonomías con competencias policiales?
El Ejército, este ejército moderno y profesional con el que cuenta España, se puso a la faena y a la vista está que el resultado es más que meritorio. La UME, junto con las Misiones de Paz, representan los pilares en los que se basa la muy positiva imagen con que cuentan nuestras Fuerzas armadas ante la opinión pública y hasta altos mandos que en principio no lo veían claro hoy apadrinan su creación.
La UME sigue creciendo en medios y capacidades, también en especialidades, entre otras las bacteriológicas, próximo desafío sobre el que la crisis del Ébola ya alertó hace algunos años, y en su favor también trabaja el Cambio climático que hará que en un futuro cercano, ya está aquí, nos veamos enfrentados con mayor frecuencia y virulencia a todo tipo de calamidades que pondrán a prueba las capacidades del estado. Aunque en lo que más crece es en eficiencia. A la vista está.
Con todo, a mi me queda un regusto de amargor cuando me acuerdo de aquello de “zapatero a tus zapatos”. El Ejército está para apoyar a las instituciones del estado en caso de necesidad y siempre que el gobierno lo ordene, pero su objetivo principal es y debe seguir siendo la Defensa, con mayúsculas, y a mí me parece que la exitosa creación de la UME no fue más que una muestra de la ineficiencia del estado en relación con el sistema autonómico, que le obligó a vestir un santo cuando ya tenía otro que llevaba más de cien años haciendo milagros.