sábado, abril 20, 2024

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Las llaves del camión

En una columna publicada en 2015, en Diario Abierto, “El filósofo de Bercy”, ocupó mi curiosidad el entonces joven ministro de Economía, que dos años después fue elegido presidente de la República Francesa.

Siempre por delante de su carné de identidad, como relata un compañero del liceo: “Tenía una madurez increíble para su edad; era amigo de todos los profesores y no tanto de los alumnos. Un día me comentó que le aburríamos”. Había estudiado en los jesuitas, antes de hacer, en Paris, SciencesPo y el ENA —prestigioso vivero de políticos y empresarios— que más tarde canceló.

Un año después publiqué en LV, “El valor de la temeridad”, a propósito del joven zorro, entre lobos, que acababa de anunciar la puesta en marcha de un movimiento político: “En Marche!” (ojo al acrónimo): “Aprovechó el parón del petit énervé (Sarkozy) para asaltar el debate, hablaba sin esfuerzo de Aristóteles, Descartes, Pascal o Kant y consideraba que la política sin filosofía no es más que cinismo y nihilismo”

Sin pelos en la lengua, ya destilaba despecho sobre las pequeñas miserias de los partidos: “Tener un carné, pagar la cotización, adherirse a los jefes, mostrarse de acuerdo con el corpus ideológico plagado de malentendidos en un momento en que las ideas han sido abundantemente abandonadas por los partidos”.

Al anticipar que el patrón de la «Macron Company» tenía muchas papeletas para ser un día presidente de Francia, no podía imaginar que los franceses darían, en palabras de un amigo suyo, «las llaves del camión», a quien no había cumplido aún los cuarenta años.

Poco después —antes de las elecciones presidenciales francesas— “La carambola Macron”, fue un articulo que publiqué en LV, tomando en consideración las circunstancias que concurrían para anticipar la victoria del joven aspirante.

Los resultados del 7 de mayo de 2017 —comicios desarrollados bajo estado de emergencia tras los atentados islamistas en Paris— arrojaron una victoria de EM, con un contundente 66,1 % frente al 33,9 % de MLP.

……

No obstante, la gran pasión conflictiva que tienen los franceses por España, mantengo inmune la admiración por el país vecino y sigo con pasión contradictoria sus vicisitudes.

Ahí encajo el interés, desde sus comienzos, por el fenómeno del “macronismo”, definido por el cabeza de familia, como: “Ni de izquierda ni de derecha” y por el filósofo Alain Finkelkraut como: “La inteligencia de la adaptabilidad”. Certera disquisición.

Cada uno define, según le conviene, ese modo canónico de la cultura política. Valery Giscard d’Estaing, lo hizo así: «Para algunos, el centrismo es un punto de convergencia de los oportunistas. Pienso, por el contrario, que el centro se caracteriza por el rechazo de los extremos».

La movilización del “frente republicano”, en 2017, con el objetivo de evitar el triunfo de Marine Le Pen (MLP) y concentrar el voto a favor de EM —pasando de 8,6 en la primera vuelta, a 20 millones en la segunda— ha sufrido una fisura, que tiene que ver con el estado de cabreo permanente en que viven los franceses, cansados de la arrogancia del joven presidente y la distancia que destila su forma de ejercer el poder: La ira contra Macron es más fuerte que el miedo a Le Pen”.

 La rabia y el enfado —en la base del abismo político y social de nuestros vecinos— puede explicar la elevada abstención y el trasvase de votos, del superviviente de la izquierda a la candidata de la derecha radical, que ya no asusta tanto.

La Francia de la igualdad, fraternidad y legalidad tiene dos sociedades que se dan la espalda, nada nuevo para nosotros, si bien las distancias modales entre los aspirantes al Eliseo se han estrechado. Hay que ver en ello la expresión compartida del desencanto por cuestiones de fondo: desigualdades, salarios, pensiones, promesas incumplidas…

La aspirante (53 años) que, en la anterior confrontación, recibió críticas por su ‘agresividad’ y ‘falta de preparación’», en esta ocasión y en aras de moderar el discurso, ha cambiado hasta el nombre de su formación (ahora Agrupación Nacional).

Sin haber logrado esquivar su admiración —que viene de lejos— por el presidente ruso, MLP ha reducido la intensidad de alguna de sus propuestas —como la prohibición de llevar el velo en el espacio público— sin renunciar a la supremacía del derecho francés sobre el comunitario ni aplantar cara a una minoría hostil e impermeable a la cultura francesa, excepto cuando se trata de exigir derechos y subvenciones.

El presidente en marcha (44 años), que también recurre a la nueva peculiaridad: “los franceses y las francesas”, acusa el desgaste de cinco años de crisis sucesivas —pandemia, ‘chalecos amarillos’, terrorismo, subida de precios— que han servido como telón de fondo del debate

Contestado en casa (‘nadie es profeta en su tierra’), mantiene intactas cualidades que le han convertido en indiscutible líder occidental.

El agrio debate entre “el presidente de los ricos” y “la misionera de la libertad, el poder adquisitivo y la fraternidad nacional», seguido por 15,6 millones de telespectadores —casi un millón menos que en la ocasión anterior— puso de relieve que ambos pretendientes tienen visiones diferentes sobre el lugar de Francia en el mundo, la transición ecológica, la migración o el islam. Las discrepancias se amplían a la Unión Europea, aunque MLP afirme que no quiere salirse de la Unión Europea sino cambiarla desde dentro, “con mis aliados”.

Desde hoy hasta el ballotage del domingo, las baterías mediáticas van a escudriñar lo que piensa, lo que dice y lo que hace cada uno de ellos. En esta incierta primavera de guerra, se enfrentan dos modelos antagónicos de hacer política: la prudencia racional contra la rabia y los principios, contra las soluciones mágicas. Leibniz contra la agitación.

……

Dando por sentado que los pronósticos siempre son temerarios, los cabildeos después del cara a cara —entre un presidente desconectado de la realidad social y una candidata empeñada en su desdiabolización— apuntan a una repetición de mandato.

La cuesta que le aguarda al exinspector de hacienda es empinada, pero experiencia no le falta, pues antes de entrar en la fontanería del Eliseo se ocupó —como gerente asociado, en el exquisito banco francés, Rothschild&Cie —de la venta de las leches infantiles de Pfizer, la que se ha puesto morada con las vacunas, a Nestlé, lo que le habría reportado un buen pellizco, en forma de bonus y le permite decir cuando le interesa: «paso por ser un banquero odioso”.

Queda lejos la fascinación entonces por el joven sabelotodo, hijo de un neurólogo, que se enamoró en el liceo de Amiens de su antigua profesora de gramática, de familia chocolatera, veinte años mayor que él y que le sigue como fiel copiloto, desafección política incluida.

Al final del debate, hubo un momento para la posteridad. En las tres horas que duró el duelo, la única coincidencia se produjo cuando Marine Le Pen, escaldada, espetó a su interlocutor: “Yo no soy como usted”, a lo que un irónico Emmanuel Macron, con las llaves en la mano, respondió: “Es verdad”.

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