Las palabras de un gran Rey

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La cita anual de la ceremonia de entrega de los “Premios Princesa de Asturias”, constituye una de las atalayas más importantes para tener una visión de conjunto de nuestra vida nacional. El Teatro Campoamor de Oviedo ha vuelto a ser el escenario sobre el que se ha rendido merecido tributo a personalidades de todo el mundo, que han destacado por sus benéficas aportaciones a todos los campos del saber, a la concordia y a la libertad.

Además de los mensajes de los galardonados, siempre resulta punto de necesaria atención, el momento en el que S.M. el Rey toma la palabra. Lo hace para alabar los méritos, logros y aportaciones de los premiados, pero siempre incluye mensajes bien evidentes de sus esperanzas y deseos para el caminar de España.

Escuchando a don Felipe VI recuperamos la sintonía con lo que todos anhelamos para nuestra Patria: “autenticidad, respeto a la verdad y proyectos asentados en el tiempo sobre principios sólidos y convicciones profundas“.

No resulta un asunto menor que el Rey invoque la autenticidad en un mundo de falsarios, la verdad en un contexto en el que las mentiras más descaradas se toleran; y los sólidos principios en momentos en los que, parafraseando al genial Groucho Marx, éstos pueden ser cambiados por otros si no nos gustan o no nos convienen.

Sigue diciendo Su Majestad: “Hemos aprendido que, al cultivar la generosidad, el talento, la bondad y la palabra, se engrandece nuestro concepto de humanidad por encima de culturas, ideologías, intereses y visiones del mundo”.

Generosidad, talento y palabra dada frente a egoísmos partidarios, mediocridad rampante y deslealtad manifiesta. Qué espléndido análisis de cómo deben ser las cosas y cómo una parte de nuestras sociedades lucha por ellas, a pesar de las dificultadas y trabas de toda índole que debe afrontar.

El final del discurso del Rey estuvo dedicado al recuerdo del ya próximo 40º aniversario de nuestra Constitución de 1978. No podía haber elegido mejor cierre en unos momentos políticos en los que, con tanta saña, algunos grupos pretenden dar por amortizada la Carta Magna.

La Constitución de 1978 es la pieza esencial para comprender cómo fue posible el desarrollo de la Transición, el camino hacia la democracia. Así lo expresaba el Rey en su alocución: “Una Constitución fruto de la concordia entre españoles, unidos por un profundo deseo de reconciliación y de paz; unidos por la firme voluntad de vivir en democracia. Una Constitución que recuperó para el pueblo español la soberanía nacional y que devolvió a los españoles su libertad y su condición de ciudadanos; que reconoció también la diversidad de sus orígenes, culturas, lenguas y territorios…un gran ejemplo del que podemos sentirnos profundamente orgullosos…una lección de convivencia que dignifica la política y engrandece nuestra Historia; como la mejor muestra de la generosidad, la madurez, y la responsabilidad de todo un pueblo que ganó la democracia y la libertad.”

No se puede decir con más claridad. Y es precisamente la claridad de ideas de nuestro Rey la que tanto molesta a los enemigos de nuestra libertad e incomoda a los tibios. Ambos quisieran que el Monarca fuera una figura decorativa presa en su función institucional. Pero, por fortuna, el Rey tiene voz propia y lo ha puesto de manifiesto, frente a la estulticia de muchos, cuando se inició la subversión del ordenamiento constitucional en Cataluña.

Por eso van de la mano en su odio hacia la Corona todos aquellos que desean destruir la Constitución. Buscan derribar el puntal de nuestra unidad, el símbolo de todo un pueblo, la garantía de nuestras libertades.

Las palabras de un gran Rey vuelven a marcarnos la ruta. La libertad que gozan los que se oponen a la Corona jamás la gozaríamos quienes somos sus defensores si aquéllos lograran el cambio en la forma de estado.

Unidos a nuestro Rey, don Felipe VI, bajo el manto de la Constitución, y con el más alto sentimiento de servicio a España; seguimos avanzando hacia el futuro. Unidos somos más fuertes y, sólo así, los disgregadores y los liberticidas no prevalecerán.