El año pasado me propuse, con la llegada del 1 de enero, hacer más deporte y acudir con regularidad al gimnasio. Claro que me di cuenta enseguida de que deporte ya hacía, lo del ciclismo lo llevo en los genes, así que me apunté al gimnasio y acepté la oferta navideña de pagar todo el año y ahorrarme la matrícula. Craso error. Fue el gimnasio más caro de mi vida. Adelanté un cheque con 12 cuotas y no he aparecido un solo día por la sala de musculación. En fin, un clásico.
Este año no pienso hacer lo mismo. Mis propósitos son, ¿cómo diría yo?, como más intelectuales. Más cívicos sería la definición correcta. A ver, ante todo quiero ser mejor persona y, a partir de ahí, plantearme una serie de propósitos de enmienda sobre algunas de mis actitudes anteriores. En segundo lugar tengo el propósito de compartirlos con ustedes. Así que tomen papel y lápiz y apunten que en 2019 viene elecciones y luego pasa lo que pasa con la gimnasia electoral.
Nada de dar cheques de pago adelantados a ningún partido, por muy buena oferta que nos haga, que luego eso se pierde y si te he visto no me acuerdo.
De hacer caso a las encuestas del CIS, ni de coña. Antes me apunto al curso “on line” de cocina de Master Chef que, al menos, ofrece recetas mucho menos cocinadas, más sencilla y, dónde va a parar, mucho más sabrosas y fiables a la hora de ponerse manos a la obra.
Leer los programas electorales que ya sabemos lo que pasa. Que dónde dije digo tu leíste Diego y no hay quien se aclare con tanta promesa y tanto canto de sirena electoral.
Volviendo a lo de ser mejor persona creo que eso pasa por intentar llevarnos mejor con nuestros semejantes. Y, seguramente con los que no son tan semejantes. Así que, en ese ánimo de mejorar nuestro carácter y tratarnos un poquito mejor los unos a los otros ya podemos ir acostumbrándonos a los pactos “pre y post” elecciones. Pero, sobre todo, firme propósito de respetarlos y de asumir su respetabilidad dentro de la legalidad democrática y constitucional. Que luego siempre nos salen con que si “tu pacto vale menos que el mío y que si el mío sirve y el tuyo es trampa”.
También tengo el firme propósito de mirar las cosas con perspectiva y no dejarme llevar por calentones. Que somos un país de calentones y luego siempre llega el Tío Paco con la rebaja y la hemos liado… que si yo no quise, que a mí me dijeron, que si no lo pensé y que si no me di cuenta. Lo de siempre.
Pero, sobre todo, por encima de todo les invito al propósito de la reflexión. No hace falta esperar al último día para ponernos en la pose esa tan incómoda del pensador que siempre nos deja con dolor de cuello. Se trata de que, ante los obscuros tiempos políticos que nos envuelven, dejemos de una puñetera vez de hacer política con las tripas y con el hígado y hagamos política con la cabeza.
Usemos el cerebro especialmente ahora que algunos partidos lanzan llamadas a revitalizar nuestras pulsiones más impetuosas y nuestras pasiones más temperamentales e irreflexivas.
Háganme caso. Ante las citas electorales de este 2019, que aún no sabemos cuántas son, aunque se ve venir, hagan lo que nos recomendó el maestro Antonio Machado: “Debéis hacer política, aunque otra cosa os digan los que pretenden hacerla sin vosotros, y, naturalmente, contra vosotros».