Sánchez ha elegido poner en marcha la campaña de superación del desprestigio producido por la corrupción que le rodea yéndose a Latinoamérica. Allí les ha dicho a sus colegas de la extrema izquierda que Nuestra sociedad se enfrenta a una amenaza real, liderada por una coalición de intereses entre oligarquías de la ultraderecha, una internacional de las derechas del odio, presente en ambos continentes y también en el mundo. Solo le faltó cantar aquello de Arriba, parias de la Tierra. En pie, famélica legión. Esto último lo sustituyó por Agrupémonos todos y todas, que viene a ser lo mismo en versión actualizada y en clave feminista.
El sanchismo azuza el odio a los otros, el rencor a los que están al otro lado del muro, cimentado en el populismo más tosco, con el fin
de lacerar moralmente al enemigo. De esta forma el legítimo enfrentamiento político deja de ser un duelo entre dos programas políticos que responden a distintos valores e ideologías y se convierte en una batalla destructora que las fuerzas del bien, del progreso, libran contra las fuerzas del mal, del retroceso. La despreciable fachoesfera resulta indigna de hollar el campo político.
Es el relato de odio producido desde los despachos de la Moncloa con la colaboración de muchas Leires esparcidas por el territorio. El odio a los otros es la estrategia que viene utilizando Sánchez desde que hizo suya la que aportaba Pablo iglesias a aquel primer Gobierno de coalición. Por vana que parezca, hasta ahora le ha venido dando resultado.
Hoy, lo que une a la coalición que nos gobierna con el apoyo desde dentro del Ejecutivo o desde fuera de él, es el pegamento de impacto que constituye el odio al enemigo común. Su grado de toxicidad es tal que piensan que por mal que lo haga el sanchismo siempre será mejor de lo que puedan hacer sus enemigos.
Y así, Sánchez, está destruyendo la base donde se sustenta nuestra moderna democracia. Su poder se fundamenta en la corrupción política al gobernar con un huido de la Justicia y con los herederos de ETA, que no ha renunciado al legado de la banda. Esta legislatura
nunca debió nacer y, si no acaba pronto, el Estado quedará desguazado y la sociedad se sustentará en la desigualdad y en la insolidaridad.
Julián Delgado (escritor)
