Hacía tiempo que quería escribir sobre esta mujer, y me pareció que estas fechas navideñas eran las más indicadas para hablar de la Princesa Sofía Troubetzkoy, a quien se debió en gran parte que Alfonso XII pudiera volver a España y ser Rey. Pero también debemos a esta excepcional mujer rusa de nacimiento, francesa por educación y española de alma y por matrimonio, el haber introducido el Árbol de Navidad en nuestro país.
Sofía nació en Moscú el 25 de marzo de 1838 durante el reinado de Nicolás I. Era hija del príncipe Serguei Vassilievitch Troubetzkoy, teniente de caballería, y de Ekaterina Petrovna Moussine-Pouchkine, aunque muchos historiadores han llegado a la conclusión de que en realidad fue hija de Nicolás I dado que su madre tuvo un romance con el emperador.
De su madre heredó su radiante belleza y carisma y fue educada en San Petersburgo en el prestigioso Instituto Smolny de doncellas que la emperatriz Catalina había fundado durante su reinado para que las hijas de los nobles estudiaran allí. Sofía destacó no solo por su inteligencia, también por sus gustos refinados y su belleza, que pronto se convirtió en el tema de las charlas de la Corte. Perdió a su madre en 1846 cuando esta tenía solo 8 años y en 1859 a su padre, por lo que el nuevo zar Alejandro II y su esposa se convirtieron en sus padrinos y tutores legales, pasando Sofía a residir en la Corte Imperial.
En 1856 durante la coronación de Alejandro II conoce a su primer esposo, Carlos Augusto, Duque de Morny, embajador de Francia y hermanastro de Napoleón III. La boda se realizó según los ritos ortodoxos y más tarde según los católicos y Sofía se trasladó a París. Nunca más volvió a Rusia.
En París Sofía vivió los siguientes nueve años más felices de su vida, dado que en esa época la capital francesa estaba cobrando el aspecto de una ciudad moderna a la altura de Londres, Viena o Berlín y el II Imperio Francés estaba en su apogeo. Pronto la Duquesa de Morny destacó no solo por su belleza, sino también por su rivalidad con la Emperatriz Eugenia con quien no se llevó muy bien, pese a ello era recibida por esta constantemente en las Tullerías.
Residió con su esposo en el Hôtel de Lassay, cercano al Palacio Borbón, que hoy en día es la sede de la Asamblea Nacional dado que en esa época Carlos fue nombrado por su hermano Presidente del Cuerpo Legislativo. La vida en París consistió en pasarlo bien lo mejor posible, en verano se trasladan a Deauville y en invierno permanecían en París patinando en el hielo, paseando en trineo o celebrando los bailes y carnavales de fin de año. La residencia de Sofía y Carlos muy pronto se convirtió en el ejemplo a imitar en las residencias señoriales dado que Sofía amaba los monos, los pájaros exóticos, los perros japonenes y la decoración oriental de estilo árabe, japonés y chino. Como todas las damas de la época Sofía fue inmortalizada en 1863 por el pintor Franz Xaver Winterhalter.
Durante los 9 años que duró su matrimonio Sofía y Carlos tuvieron 4 hijos
Charlotte (1858-1883) Casada con José Ramón de Heredia, Grande de España. Tuvo un hijo.
Augusto (1859-1920) Duque de Morny, casado con Carlota de Guzmán e Ibarra
Sergio (1861-1922) Oficial del ejército. Falleció soltero.
Mathilde (1863-1944) casada con el Marqués de Belbeuf, divorciada, reconoció públicamente su lesbianismo y fue amante de la bailarina Liane de Pougy y de la famosa escritora Colette.
La idílica vida de Sofía terminó el 26 de febrero de 1865 cuando su esposo fallece repentina e inesperadamente a la edad de 54 años. Comenzó una etapa de luto y recogimiento en la que no salió de su palacio y llevó una vida con cierta austeridad, hasta que un día buscando unos documentos, halló la correspondencia que su difunto marido había tenido con una amante. A partir de entonces abandonó el luto y volvió a introducirse poco a poco en la vida que había llevado hasta la muerte de su marido.
En 1868 veraneando en Deauville conoce al que será su segundo esposo, José Orosio y Silva, Marqués de Alcañices, quien se encuentra en Francia acompañando a la Familia Real española en su exilio y ejerciendo de tutor del Príncipe de Asturias. Enamorados desde el primer momento la pareja se trasladó a España y con el consentimiento de Isabel II se casan en Vitoria el 21 de marzo de 1869. Se sabe que mientras el tren los llevaba a Madrid Sofía le pronunció a su nuevo esposo las siguientes palabras:
-Ahora tu país es el mío también, tu rey es el mío y tu religión es la mía también.
Se instalaron en el Palacio de Alcañices, que hoy en día es el Banco de España tras haberse derribado el viejo edificio, y pronto empezaron a trabajar junto con los políticos alfonsinos para traer de vuelta al Príncipe de Asturias a España. El apoyo de Sofía a los Borbones fue incondicional desde el principio, gastando gran parte de su fortuna a favor de la causa monárquica. El matrimonio no tuvo hijos.
Sofía pronto fue admirada entre la nobleza española por su gusto en el vestir y en la decoración interior, ejemplo de ello fue la remodelación absoluta del Palacio de Alcañices con una decoración muy ecléctica dado que había habitaciones de estilo Imperio, Rococó y Oriental, imitando a la Alhambra de Granada en algunas de estas. Pero también fue muy admirada por los políticos, Cánovas entre ellos.
Enemiga acérrima de Amadeo de Saboya ordenó cerrar las ventanas de su palacio cuando el nuevo Rey y su esposa llegaron a Madrid. Pronto organizó bailes y fiestas para recaudar más dinero para la causa Borbónica y en las Navidades de 1870 fue cuando fiel aún a sus tradiciones rusas, instaló el primer árbol de Navidad en su palacio y hasta día de hoy el ejemplo a copiar se ha mantenido.
Jugó con el emblema familiar, la flor de lis, creando el prendedor de pelo con este motivo, que tanto las damas de la aristocracia como el resto de mujeres del pueblo utilizaron. Además, instó a sus amigos y conocidos a llevarlo visible en la solapa, para mostrar su apoyo al Rey Alfonso XII.
Mientras que su marido se dedicaba a luchar políticamente por la causa, la marquesa de Alcañices ocupaba su tiempo en la organización de numerosas actividades en las que ganar adeptos, como lo eran las tertulias culturales y las fiestas en las que mostraba su poder social. Aquellas celebraciones también tenían como objetivo la recaudación de dinero para sostener la causa. Además, era la secretaria de otro personaje de importancia en esta labor, Antonio Cánovas del Castillo, artífice de la Restauración y presidente del partido conservador.
Sofía fue famosa también por haber organizado la Rebelión de las Mantillas entre el 20-22 de marzo de 1871 en el Paseo del Prado, a donde los reyes acudían de paseo en carruaje. Esos dos días tanto mujeres de la nobleza como del pueblo llevaron mantillas con la flor de lis como prendedor, mostrando su apoyo a Alfonso XII y su rechazo a Amadeo de Saboya a la reina María Victoria del Pozzo. Víctima de la presión y del rechazo político y social Amadeo renunció a la corona española el 11 de febrero de 1873.
Tras la amarga experiencia republicana de 1873-74 en el que la pareja se alejó de Madrid estos regresaron con Alfonso XII ya como Rey de España y festejando su entrada en Madrid.
Como recompensa por su incondicional apoyo Alcañices fue nombrado Jefe Superior de Palacio por Alfonso XII, cargo que mantuvo hasta 1885 cuando tras el fallecimiento del monarca la Reina-Regente María Cristina de Hasburgo-Lorena lo despidió. El motivo fue que Alcañices concertó los encuentros del Rey con sus amantes durante aquellos 11 años, algo que disgustó a la viuda del Rey.
Sofía y su marido tras abandonar la corte vendieron su palacio de Alcañices, el cual ya no podían seguir manteniendo y su vida se dividió entre Madrid y París principalmente, aunque también se dedicaron a visitar a numerosos amigos en otras ciudades europeas.
Sofía falleció de una enfermedad respiratoria en Madrid, el 27 de julio de 1898 a los 60 años de edad. Fue enterrada en el cementerio de Père Lachaise en París, a pocos metros de la tumba de su primer marido, el Duque de Morny. Su esposo el marqués, Pepe, como ella lo llamaba cariñosamente, murió en 1909 a los 84 años. Hoy en día la princesa rusa que ayudó a un príncipe exiliado a convertirse en Rey y que trajo el árbol de Navidad a España descansa alejada tanto del hombre como del país que amó, en tierra extranjera.